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2023-08-22 00:00:00

Los inicios vergonzosos de Francis Ford Coppola (Parte I): «Tonight for Sure»

Por Pedro Paunero

Hay directores cuya obra, desde el inicio, es impecable, como la de un Orson Welles con su “Ciudadano Ken” (Citizen Ken, 1941), cuya filmografía fue, empero,  cuesta abajo, otros de una sola película, incomprendida en su momento, cuya brillante carrera como cineastas se vio interrumpida por las críticas adversas, cuyo ejemplo paradigmático es “La noche del cazador” (The Night of the Hunter, 1955), de Charles Laughton, y otros más que, igualmente grandes a la larga, iniciaron su andadura cinematográfica con obras vergonzosas, por encargo, mientras encontraban mejores oportunidades para desarrollar su genio, como Oliver Stone con “Seizure” (1974) o Steven Spielberg con “La fuerza del mal” (Something Evil, 1972) (1). En esta clase de oportunismo se inscriben dos de los primeros trabajos de Francis Ford Coppola, después de filmar cortos “nudies” al lado de su mentor Roger Corman, “Tonight for Sure” (1962) y “The Bellboy and the Playgirls” (1962), primeros en estrenarse con su nombre, cuya factura denota un afán de explotación comercial, a la vez que un manejo diestro de la técnica como anuncio del futuro cineasta maestro.

“Tonight for Sure”, comienza con escenas de letreros luminosos -a los que se sobreponen los nombres de las actrices, que dejan adivinar su origen como bailarinas exóticas-, mientras un vaquero anacrónico, que monta un burro, se muestra maravillado por las luces de la ciudad, y causa un embotellamiento en Sunset Strip, en Las Vegas. Poco después, “estaciona” su montura en un estacionamiento, donde el dependiente lo mira de hito en hito, a la par que suena música campirana en son de burla.

Se nos da una fecha: agosto de 1961.

Conocemos al otro protagonista de la película, que se queja ante él de que ha llegado tarde. “El tráfico”, se excusa el vaquero. Se presentan. El primero, Samuel Hill (Don Kenney), resulta ser minero y su compañero, Benjamin Jabowski (Karl Schanzer), un derechista de la John Birch Society.

Ambos hombres se dan la espalda, disimulando. Benjamin le enciende el cigarro al minero. Hasta ahora se han mostrado como sospechosos ante el espectador y se encaminan, juntos, hacia algún sitio. En seguida entran a un local de burlesque: el Harem Club.

A esa hora el local se encuentra vacío, una chica los conduce a una mesa, en primera fila. Piden bebidas. Pronto se ponen a estudiar los planos del sistema eléctrico del lugar y, cuando Sam, visiblemente nervioso, trata de distraer al conserje, Benjamin entra al sanitario y se dispone a sabotearlo. Coloca algún dispositivo entre los cables, que quedan colgando torpemente, y vuelven a la mesa.

Sam cuenta una historia sicodélica que concierne a Jamie, su socio en la mina, a quien vemos cabalgando por el desierto, muy quitado de la pena, cuando localiza a un par de chicas en topless en la lejanía, mismas que llevan de las riendas a un asno, sin montar. El tipo, sorprendido, cae por el suelo.

En otra escena, Sam expresa: “Quiero que el Salvaje Oeste sea conocido de ahora en adelante como el Decente Oeste”. Volvemos a Jamie, quien entra a un casino, donde lo atiende Lucy Mae (Marli Renfro), apropiadamente vestida para su empleo pero quien, de repente, ya va en pelotas, como el resto del personal femenino. Cuando Jamie, que ha llevado a un compañero para que atestigüe sobre las muchachas en cueros del casino, provoca una pelea -al parecer, sólo él puede ver a las chicas sin ropa- es puesto tras las rejas, sucede el mismo prodigio con la Sheriff quien, en un abrir y cerrar de ojos, ha pasado de ir vestida a mostrarse desnuda. Liberado, descubre su mina atestada de mujeres en cueros, y a la ubicua Lucy Mae en su bañera.

Benjamin, por su parte, narra cómo se las ingenió para destruir un pecaminoso estudio fotográfico de desnudo artístico -léase de pinups- cuando se descubrió acosado por otra Lucy Mae (otra vez Marli Renfro) quien es, en realidad, la auténticamente perseguida por el mismo Benjamin, mientras va por la calle.

Hasta ese momento, Benjamin gustaba de contemplar los maniquíes en los aparadores -con el rostro de las desnudistas, por supuesto-, y cómo el dependiente les cambiaba las prendas de ropa, en un sutil acto de amalgatofilia y, al llegar a su casa -con las paredes decoradas con fotografías de chicas desnudas-, se sentía “acosado” por su vecina, para terminar haciéndose de un telescopio y ponerse a espiar al resto, trepando al techo del edificio y mirándolas por los tragaluces.

Esta parte de la historia de Benjamin es contada mientras las chicas del local (Exotica, en su único papel para el cine, y Laura Cornell, quien actuara para Martin Ritt, como la “reina del burlesque”, en “El valor de un hombre” (Hemingway's Adventures of a Young Man, 1962)) bailan y se desnudan en el escenario. Esta clase de situaciones, en las cuales se aprovecha de la forma más descarada aquello que, se supone, se denuncia, es típico del cine de explotación, y su mayor equívoco porque, no cabe duda que “Tonight for Sure”, es el retrato pícaro, y mal intencionado, de un par de mojigatos -mejor dicho, hipócritas-, que se han puesto de acuerdo para hacer estallar en pedazos el Harem Club, y librar al mundo -o, por lo menos, una parte de este-, del pecado de la desnudez (femenina, por supuesto), mientras ellos -y el espectador- dan cuenta del desparpajo y descaro que los rodea, haciéndose los tontos.

Cuando se acerca la hora de la explosión, sólo ocurre un cortocircuito y, a la vuelta de la energía eléctrica, el antro es invadido por mujeres contestatarias y nuestros bobalicones dinamiteros terminan por unirse al caos cuando cae el telón.

La película tiene entre sus créditos el nombre de Jack Hill -el director de esa chirriante joya de culto que es “Spider Baby (1967)- como fotógrafo, a Jerry Schafer -director de “Fists of Steel” (2013), una especie de cinta de cuasi-culto con Carlos Palomino, ex campeón de peso Welter y miembro del Salón de la Fama, metido a detective- como coguionista, y al padre (y cómplice de Francis en futuras producciones, entre estas “El padrino”)  Carmine -como “Carmen”- Coppola, como autor de la música. Así, pues, se trata, en realidad, de uno de esos ejercicios típicos del cine de explotación, no sólo por la trama, sino por la ejecución misma, para la cual Coppola aprovechó el material de su corto anterior, “The Peeper”, y de un Western Nudie, situado en una colonia nudista -dato que nos remite a Doris Wishman, reina del exploitation,  algunas de cuyas tramas se desarrollaban en colonias nudistas idealmente y, sin proponérselo,  convertida en una especie de historiadora en este aspecto marginal de la conducta sexual americana-, con ejecución rápida y barata -para un metraje de 65 minutos de duración-, de apenas dos días de rodaje, mientras se hospedaba en un hotel.

Un ejercicio que le serviría a Mr. Coppola posteriormente, cuando escribiera la tercera parte de “El padrino”, igualmente en una habitación de hotel, con pausas para jugar en el casino, en el piso de abajo:

“Estamos perdiendo miles abajo -diría en una entrevista-, pero ganando millones arriba”, lo que muestra claramente que el camino de un cineasta no siempre es claro, a pesar de la ambición.

Y, precisamente, todas esas secuencias situadas en un Viejo Oeste soñado -más propio de un sueño húmedo que de otra cosa- denotan su origen en aquel Western Nudie que quedara inconcluso, y que fuera reaprovechado para la ocasión. Un corta y pega usual en este cine marginal, de lo marginal, y hecho para el marginal.

Pero, para el tema que nos ocupa, tal vez sea más interesante la inclusión de la desnudista Marli Renfro, por entonces un año mayor que Coppola al dirigirla (23 años), en “Tonight for Sure”. Miss Renfro había tenido ya un debut como actriz, tan destacado como desconocido, como la doble de cuerpo de Janet Leigh en la celebérrima escena de la ducha de “Psicosis” (Psycho) de Hitchcock, dos años antes, trabajo por el que recibiera $400.00 dólares de paga. Renfro no volvió a actuar jamás, aunque debido a su papel en “Psicosis”, su nombre ha aparecido en documentales que analizan la desnudez femenina en el cine, como “78/52” (Alexandre O. Philippe, 2017) o “Body Parts” (Kristy Guevara-Flanagan, 2022).

El cine de explotación jamás resulta hipócrita en la exposición de sus historias, ya que éstas obedecen a un fin descarado y simple: explotar un tema escandaloso por dinero. Así, el primer Coppola cumple con aquel Buñuel hacedor de lo que, en algún momento de su vida, denominara como “películas alimenticias”, no importando el tema, sino el fin de una carrera que, por entonces, ni siquiera podía adivinar su propio derrotero.

Coppola continuaría su incursión en el cine de explotación con “The Bellboy and the Playgirls” (1962), que tiene un sospechoso parecido con el cine de Robert L. Frost, cuyos personajes detectivescos no tenían otra opción que resolver sus pesquisas dentro de los no muy holgados límites -véase claramente que este cine no es porno hardcore- de la comedia sexual.

El botones, metido a detective, sospecha que una red de prostitución campea en su hotel, y se pone en acción por ello. Pero, como pasa en las seudo tramas de Frost, no hay otro camino que la guasa y el pitorreo.

Continuará.

Para saber más:

(1) «Something Evil» y «Seizure»: Los mediocres orígenes de Steven Spielberg y Oliver Stone.