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2023-02-06 00:00:00

Crítica Netflix: «Ustedes»: Inocuidad interracial en tiempos de inclusión

Por Pedro Paunero

Tratando de evadir las acusaciones que lo tachaban de racista, tras haber dirigido la infame -pero técnicamente influyente-, “El nacimiento de una nación” (The Birth of a Nation, 1916), qur ponía al Ku Klux Klan como los auténticos héroes de los Estados Unidos, D. W. Griffith dirigió uno de los romances más bellos del naciente Séptimo Arte, “Lirios rotos” (Broken Blossoms, 1919), que basaba su tragedia shakesperiana en el enamoramiento de un joven chino (Richard Barthelmes), por una humilde chica americana, interpretada por Lilian Gish, que con este papel creaba el arquetipo de la chica delicada y enternecedora, víctima de las circunstancias, que culminaría en la figura frágil de la Rosemary de Mia Farrow en “El bebé de Rosemary” (Rosemary’s Baby, Roman Polanski, 1968).

Se trata de la primera historia de amor -y el primer romance interracial-, narrada en una película con totales pretensiones artísticas, de la historia del cine, y cumbre del llamado “Estilo blando”, que resaltaba -con una meditada iluminación, maquillaje y vestuario, así como trucos de cámara, incluyendo el aceitar la lente para difuminar la luz-, la belleza angelical de las actrices.

Las historias de amoríos interraciales no abundan en el cine, y las contadas películas que escaparon al escándalo -una vez establecido el Código Hays-, se enmarcaron en una atmósfera de tragedia. En “La amargura del General Yen” (The Bitter Tea of General Yen, 1933), Frank Capra ponía en tensión sexual a una misionera cristiana, Megan Davis (Barbara Stanwyck), y a un poderoso general chino, Yen (Nils Asther), durante la guerra civil en Shanghái. Cinta “pre code”, bebe directamente de la fuente de artimañas técnicas desplegadas en “Lirios rotos”, y continúa con los descubrimientos del “estilo blando”, como el poner una media de seda sobre la lente de la cámara, para desvanecer las escenas. “La amargura del General Yen”, a pesar de las pretensiones de Capra de hacerse con el Óscar con esta cinta, fracasó en taquilla debido, precisamente, al tema que resaltaba, el amor entre personas de razas diferentes, que el público rechazó. El Código Hays se encargaría de resaltar esta prohibición.

No sería sino hasta 1967 que, por la dirección de Stanley Kramer, Joanna Drayton (Katharine Houghton), una hermosa joven blanca y adinerada, les presentaría a sus padres,  el editor Matt Drayton (Spencer Tracy) y su esposa, la galerista Christina Drayton (Katharine Hepburn), a su prometido, John Prentice (Sidney Poitier), un médico de raza negra, en “Adivina quién viene a cenar esta noche” (Guess Who's Coming to Dinner), siempre que Joanna, educada liberalmente, suponía que su noviazgo no causaría fricciones en su familia. Por supuesto, pronto el aparente pensamiento liberal de su padre se pondría en tela de juicio, y sus prejuicios aflorarían durante el transcurso de la cena.

Históricamente significativa, debido a su estreno durante los últimos años de la Segregación Racial, “Adivina quién viene a cenar esta noche”, rompió récords de taquilla y se inscribió en el National Film Registry, de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos, por su valor histórico y cultural.

“Ustedes” (You People, Kenya Barris, 2023), es una comedia que recupera el tema central de “Adivina quién viene a cenar esta noche”, pero sin la sintonía que existía entre Katharine Houghton y Sidney Poitier, o las aún más lejanas tensiones de los personajes de Griffith y Capra.

Ezra Cohen (Jonah Hill), judío y treintañero, acuciado sexualmente por sus amistades, aborda el vehículo de Amira Mohammed (Lauren London), joven negra y musulmana, a quien confunde con su conductora de Uber. Después de la sorpresa inicial, terminarán saliendo, amistándose y acostándose juntos, hasta ocurrírseles la gran idea de contraer matrimonio. Los preparativos de la boda irán aparejados por la suspicacia de Akbar (Eddie Murphy),  padre de Amira, siempre poniendo a prueba a Ezra, y de la actitud seudo liberal de Shelley (Julia Louis-Dreyfus), madre de Ezra, que acepta la idea de una nuera negra, aparentemente por parecerle “cool” en los tiempos del “Black Lives Matter” y la inclusión (aunque al final resulte ser sincera), pero cuyas adulaciones terminan por ser ofensivas cada dos por tres.

No importa que Ezra, soñador que le da poca importancia al dinero, realice un podcast al lado de Mo (Sam Jay), su gran amiga -y afroamericana-, donde se abordan los problemas entre negros y blancos, y que Mo opine que siempre serán enemigos, pues estos no van más allá de la pulla verbal, pues la película opta por la risa fácil, evitando el humor negro, inteligente y ácido, de tantos filmes del Blaxploitation.

Si se la compara con el peso de las películas anteriormente citadas, las escenas incómodas que se dan entre los personajes de “Ustedes”, sobre todo de parte del personaje de Shelley, que en cada ocasión que abre la boca es sólo para empeorar una situación -aunque no sea esa su intención-, no pasan de ser petardos en la larga noche de la inclusión -forzada las más de las veces-, sin prender una llama realmente significativa que profundice en el tema del racismo.

Si la película es importante es, precisamente, por existir en el año 2023, y recordarnos que hubo un hombre asesinado como George Floyd y un presidente como Donald Trump, que por cada Ezra y Amira hay una Shelley y un Akbar -el racismo inverso o, por lo menos, los prejuicios inversos, sí existen-, que las películas sobre romances interraciales –como la pionera “Lirios rotos”- pueden ser obras de arte, pero su origen se debe a un equívoco, que las obras maestras sobre la negritud, como “Shadows”, de John Cassavetes, le deben todo a la improvisación actoral, logrando hurgar dolorosamente en el conflicto del amor interracial -esos claroscuros de toda pasión-, al contrario de “Ustedes”, con un experimentado Eddie Murphy en el elenco, que se queda en la mera superficie, y donde todo está acomodado para un final feliz de cuento de hadas.

Así, al terminar de verla, nos encontramos con una película que deja buen sabor de boca, a pesar de la poca química entre Jonah Hill y Lauren London, que se añaden a todas las deficiencias anteriores, es decir, un producto pasajero, para pasar un buen rato, que no carece de encanto, pero olvidable, al fin y al cabo.