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2022-12-02 00:00:00

Redescubriendo a «Después de la tormenta» o el inicio malhadado del « Tropical Goth»,

Por Pedro Paunero

Los elementos más escabrosos del auténtico “Caso Martin Guerre”, y la traición fraternal que sustenta la historia de “El retorno de Abel Behenna”, de Bram Stocker, constituyen el argumento de “Después de la tormenta” (1955), dirigida por Roberto Gavaldón.

La película es una adaptación de “El otro hermano”, novela del guionista Julio Alejandro, habitual de Luis Buñuel y apasionado marinero. Narra la historia de los gemelos Melchor y Rafael (Ramón Gay, en doble papel), casado el primero con Rosa (Marga López), y el segundo con la sensual María (Lilia Prado), con quien tiene un hijo, Pepito (Pepe Romay), afincados los cinco con José (José Luis Jiménez), viejo ayudante del padre de los gemelos, en la norveracruzana Isla de Lobos, de cuyo faro los hermanos se encargan. Y es, en ese breve kilómetro de extensión tropical, donde las pasiones se desbordan, pues Melchor, el gemelo “malo”, digamos, ha estado siempre enamorado de su cuñada, y Rosa lo sabe, lo que provoca una continua tensión entre las mujeres. Rosa y Melchor aspiran a dejar la isla, María, en cambio, no tiene intenciones de dejar el pequeño, pero limitado, paraíso. Tan limitado que enfrenta a las mujeres, desde que Rosa recordara el tiempo de noviazgo entre los cuatro, cuando los gemelos, sólo por jugar, y sin que ellas lo supieran, intercambiaran pareja. Melchor, que besara a María, desde entonces habría quedado prendado de ella.

Un día, al salir de pesca, una tormenta sorprende a los hermanos y a otros pescadores. Sólo uno de los hermanos regresará. Este dirá que es Rafael, pero Rosa tiene sus dudas, y cuando un pesquero hace descender una lancha, poco después, y el verdadero Rafael haga su aparición, el dolor y el secreto, que apenas se puede guardar, ensombrecerán la estancia de todos en la isla. Es, precisamente en este punto donde el impostor, parecido tanto en el físico -que incluía una cicatriz-, la voz y las maneras, a Martin Guerre, y que vivió con la esposa de este por años -cuya inquietante historia fuera trasladada al Western en “Sommersby, el regreso de un extraño” (Jon Amiel, 1993)-, hasta la aparición del auténtico, así como el celoso amor que, por la amiga de infancia, comparten

dos grandes amigos en el cuento de Stocker, y que incluye el asesinato de uno de ellos, confluyen en “Después de la tormenta”, revelándonos sus múltiples fuentes de inspiración.

Toda esta historia se nos cuenta en un flashback, cuando un investigador policíaco (Augusto Benedico), llegue al lazareto de San Felipe de Jesús (el fuerte de San Juan de Ulúa), en busca de Rosa Rivero, a quien la Madre Superiora (Prudencia Grifell), reconoce como a una de las novicias, encargada de la enseñanza de los alumnos. Rosa había mantenido en secreto su estado civil de casada, y ahora se le requiere judicialmente para averiguar dónde se encuentra su esposo, a quien han visto en el extranjero, y cuya pista se ha perdido después. Mientras el agente espera a Rosa, a quien la Madre Superiora ha ido a buscar, hay una escena desaprovechada: la de este mismo hojeando un folleto sobre la lepra, y sirviéndose agua en un vaso, pero rechazándolo por miedo al contagio.

“Después de la tormenta”, bien pudo ser uno de esos espléndidos Mex-Noirs de Gavaldón –como el caso de “En la palma de tu mano” (1951)-, o una historia desplazada hacia el romanticismo gótico más desbordado, con su imagen recurrente del faro entre palmeras, ominoso entre la bruma -habría podido abanderar el “gótico tropical” (Tropical Goth), años antes que los colombianos Carlos Mayolo y Luis Ospina etiquetaran así a su cine, en los años 80’s-, pero se queda a medio camino. El honor le correspondería a “I Walked with a Zombie” (1943), dirigida por el gran Jacques Tourneur y cuyo antecedente, “Island of Lost Souls” (1932), dirigida por Erle C. Kenton, con marcados elementos perversos, enmarcados en una trama de Ciencia ficción, fuera reapropiada para el horror.

La esplendida fotografía de Raúl Martínez Solares -hermano de Gilberto, el célebre “director de Tin Tán-, a cada momento demuestra lo que esta película pudo ser. “Después de la tormenta”, se queda “tan sólo” como un melodrama, pero su prólogo y epílogo policíaco, aunado a algunos diálogos fascinantes (“en la costa estaré tranquila: no estarás tú”), la acercan a la exquisitez de un Douglas Sirk.

A revalorar.