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2016-07-29 00:00:00

«El Charro de Toluquilla» marca una jornada de cine que se asoma a la muerte, en GIFF

Por Ali López
Desde Guanajuato

En el segundo día de actividades del Festival Internacional de Cine Guanajuato (GIFF), se proyectaron tres cintas que, de maneras distintas, entablan un diálogo con el miedo hacia la muerte. Tres cintas protagonizadas por hombres, que nos acercan a la concepción social que hay sobre ellos en diversas latitudes.

La primera película es “El Charro de Toluquilla” (José Villalobos Romero/México/2016) un documental que narra la vida de este pintoresco personaje, oriundo del estado de Jalisco, que, como dice la canción, es borracho, parrandero y jugador. El Charro vive su vida entre los caballos, la cantada, las mujeres y el alcohol, sin embargo, dos sucesos cambian su vida. El primero, es que es portador de VIH; el segundo, su hija ha nacido sin el virus y busca de su cariño y compañía.

La película es una radiografía visual de la idiosincrasia machista de muchas de las personas que viven en México. Sin dispariedad de género, hombres y mujeres dibujan al macho mexicano en todo su esplendor; desde la figura mesiánica de Pedro Infante hasta el charro moderno que ufana sus ligues por celular. Jaime, el Charro de Toluquilla, es una construcción social; un estereotipo forjado en la raíces profundas del Edipo rural; no hay mayor amor que el de su madre, pero al mismo tiempo, no hay peor vicisitud que sentirse atado, otra vez, a un lecho similar al del primer hogar.

El personaje tiene pinta y profundidad, esa contradicción moral que significa ser a la vez hijo de dios que portador del virus del diablo, concreta una anécdota que tiene mucho que contar, pero, por desgracia, el documental se cae a pedazos. Esto debido a la poca imaginación narrativa que presenta, pues la estructura cinematográfica es la de la muletilla de la Industria Nacional. Como este documental se han visto varios, y se seguirán viendo más, pues su forma es la básica y escolar. Todo termina por desdibujarse y de tanta notoriedad, el Charro se consume en un intento más.

En segundo lugar tenemos “Muerte por Muerte” (Je me tue à le dire/Xavier Seron/Belgica-Francia/2016) cinta que cuenta la historia de Michel (Jean-Jacques Rausin), un actor de poca monta, con una madre enferma y que pasa sus días trabajando en una tienda de electrodomésticos, que de pronto, se encuentra con la idea de su invidente muerte. Un bulto le crece en el pecho, el cabello se le cae y todo comienza a ser más difícil, aun así, Michel se aferra a la vida, y lo poco que le queda.

“Muerte por Muerte” es una cinta inteligente de humor negro y ácido, que, tal vez, por lo mismo, causó poca empatía con el público de Guanajuato. Las risas que se escuchaban en el Auditorio de la Universidad eran tímidas y sofocadas. Se entiende, pues de lo que la cinta está haciendo mofa, no es tema fácil. No hay tapujos en los temas que se tratan, sean sexuales, morales, psicológicos, éticos y/o mortales; pues la muerte es el eje que mueve la trama, sobre su presencia, y sobretodo su ausencia, se concentran los actos de los y las que ahí radican.

Los fluidos humanos, tanto en la cinta europea como en la mexicana, son, en algún momento, parte de la trama; pues estos parecen recordar la dependencia física de la naturaleza humana: somos carne y hueso. Otra similitud es la relación que tiene el protagonista con la madre, y otra vez la cuestión edípica, pues en ese amor/odio al seno materno se incuban los miedos del hijo varón que jamás llena las expectativas. Ambas madres, la del Charro y la de Michel enclaustran al hijo en el deseo eterno de la infancia imaginativa donde todo se puede. La diferencia radica, en que al mexicano esto lo llena de una seguridad suicida y al europeo de una timidez conformista.

La tercera película cambia, ya que su tema central es otro, la música, pero que al desentrañar lo más profundo de la banda X Japan y su líder, el músico japonés Yoshiki, encontramos temas similares a las dos cintas anteriores. “We Are X” (Stephen Kijak/USA-UK-Japón/2016) es un documental que habla de la famosa agrupación de Visual key, la mencionada X. el ascenso y descenso de la agrupación, así como de sus integrantes, mayoritariamente el encargado de la batería, Yoshiki, develan la posición cultural del hombre antes de la muerte. Hombre en el sentido masculino, pues su visión particular y su posición en la cultura japonesa es lo que hace que la explosión sensitiva que ellos generan rompa moldes y paradigmas.

Varias son las muertes que tienen que sortear los integrantes de la banda, cada una de ellas cometidas por suicidio, develan también la falta de voluntad que hay en un mundo que se descompone en lo vulgar del fanatismo exacerbado. El ídolo como nuevo mito de las masas que corrompe la cordura y crea al círculo vicioso que da y quita de la sociedad que lo crea.

El documental cumple con lo básico, entregando un retrato íntimo de X Japan, y enfocándola como una de las grandes bandas de la década de los 80; sin embargo, propone poco en términos argumentativos y del género. Una cinta para fanáticos de los ya mencionados, o melómanos que gusten de consumir todo lo relativo al cine y la música.