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Reporte de la semana

2016-07-15 00:00:00

Crítica: «Buscando a Dory»: Pistas para regresar a casa

Por Samuel Lagunas

¿Merecen los personajes secundarios una película propia? Ésa es una pregunta que la industria norteamericana de animación se ha obstinado en responder afirmativamente. No sólo Pixar ya ha empleado la fórmula con la desafortunada “Monsters University” (2013) donde ahondó en el pasado del cíclope enano Mike Wazowski que había aparecido como coprotagonista en la mucho más eficaz y entretenida “Monsters, Inc.” (2001). También la joven empresa de animación Illumination Entertainment optó por esa vía logrando uno de los mayores fracasos en los últimos años con “Minions” (2015), tercera cinta de una franquicia que en sus dos películas previas había consolidado a estos seres unicelulares amarillos como personajes ya legendarios que no requerían la exclusividad en un largometraje para volverse inolvidables. No obstante, Pixar ha decidido también que la exitosa saga “Toy Story” (1995-2010) tome un camino similar en su próxima entrega “Toy Story 4” donde se recuperará el personaje de la pastora Bo Peep (su pasado y su presente) y se dará respuesta a algunas interrogantes que, según los guionistas, quedaron pendientes. La empresa ha anunciado que su triada estelar participará en la película: John Lasseter, Pete Docter y Andrew Stanton. Precisamente Stanton fue el elegido para llevar a la pantalla la historia de Dory, personaje secundario de la enternecedora y reflexiva “Buscando a Nemo” (2003) que él mismo dirigió. Contrario a lo que pudiera esperarse, si tomábamos en cuenta el fracaso de los spin off/precuelas mencionados, “Buscando a Dory” (2016) rompe la tendencia y se sitúa como una sólida y merecida candidata al Óscar en un año particularmente abundante en estreno de películas animadas.

“Buscando a Dory” tiene la virtud de no contar la historia de manera lineal, sino contraponer con efectividad las olas de recuerdos que van golpeando a Escamitas –apelativo que el padre empleara para referirse a su pequeña Dory– con el progreso en la búsqueda de los padres. Y es que, si nos ponemos a pensar en una sociedad norteamericana que después del 11 de septiembre puso en cuestión su futuro, una cinta como “Buscando a Nemo” donde precisamente la vida del hijo –ya de por sí fracturada por la pérdida de la madre y por su aleta enferma– era amenazada, resultaba bastante ad hoc. Ahora, 13 años más tarde, en una época donde la nostalgia se ha capitalizado convirtiéndose en un producto bastante rentable y donde parece urgente restablecer los cimientos de una sociedad que evidencia su desmoronamiento, la búsqueda de los padres –el regreso al origen– más que un argumento original, aparece como un argumento lógico y –según ellos– necesario.

Pero no nos apresuremos a una interpretación personal. La cinta comienza con una pequeña Dory aprendiendo de sus padres a lidiar con su patológica condición: su pérdida de memoria a corto plazo, rasgo que, más que limitarla, se convierte en el núcleo de su identidad. Sobre todo, Jenny y Charlie están interesados en que su hija aprenda lo más importante: cómo regresar a casa. Para ello se sirven de una técnica bastante conocida en el mundo de los cuentos populares desde aquellas borlas de pan que Hansel y Gretel dejaran en el bosque para saber cómo encontrar el camino de vuelta. Pistas. Todo se trata de pistas que, más que en la arena, se cimbran en la memoria: conchas de colores, juegos infantiles, conversaciones casuales, pequeños detalles que dan sentido a la vida; pequeños detalles que, en momentos de pérdida de la brújula, ayudan a redefinir los rumbos personales.

En su búsqueda Dory no está sola, la acompañan nuevos y viejos personajes: Hank, un pulpo de siete tentáculos en vez de ocho; Destiny, una tiburón ballena algo torpe para nadar; Bailey, una ballena beluga que necesita re-aprender su ecolocación; y los ya conocidos peces payaso: Marlin y su hijo Nemo. Así, el ritmo de la cinta oscila entre las aventuras de Dory y Hank y los periplos de Marlin y Nemo, este último en un rol bastante limitado, manteniendo al espectador en una ansiedad constante hasta la no menos divertida secuencia final.

Otro hallazgo del guion fue el espacio elegido para la aventura, ya no el océano salvaje y peligroso, sino la soporífera tranquilidad de un  parque acuático custodiado por la voz del astronauta mexicano Rodolfo Neri Vela. Este hecho le permite a Stanton abordar no sólo el tránsito del olvido a la memoria sino también el trayecto de la reclusión a la libertad. Ambas líneas convergen en el un tanto inexplicable final de la película donde Marlin y Dory contemplan un horizonte infinito y oscuro: un futuro imprevisible que puede enfrentarse sin temor porque ya la pregunta más importante se ha respondido: de dónde vengo; y, de modo mucho más sutil aunque igual de contundente, también se ha resuelto el imperativo moral ya no en el tono evangélico noventero –y satirizado hasta el cansancio– de “¿Qué haría Jesús?” sino en la despreocupada y posmoderna fórmula subacuática: ¿Qué haría Dory? Pero exactamente ¿qué es lo que haría Dory? Asimilar sus limitaciones, reventar sus miedos y echarse a nadar con la convicción de que siempre hay una puerta abierta y, sobre todo, con la certeza de que siempre estará alguien en casa (la familia en cualquiera de sus formas), aguardando nuestro regreso.

Ficha técnica:
Título original: Finding Dory. Año: 2016. Duración: 103 min. País: Estados Unidos. Director: Andrew Stanton y Angus Maclane Guion: Andrew Stanton y Victoria Strouse. Música: Thomas Newman. Fotografía: Jeremy Lasky, Ian Megibben. Edición: Shigeru Nishiyama. Productora: Pixar. Productores: Lindsey Collins, John Lasseter, Bob Roath.  Doblaje: Patricia Palestino, Erika Ugalde, Valentina Rodríguez, Herman López, Darhey Fernández, Gabriel Pingarrón, Silvia Navarro, Arturo Mercado Jr., Sofía Álvarez. Roberto Carrillo.


Post-data: ¿Y qué sobre “Piper: Esperando la marea”?

El nuevo corto de Pixar que preludia “Buscando a Dory” está dirigido por el animador Alan Barillaro quien incursiona por vez primera en la dirección con una historia sobre la difícil tarea de crecer y los miedos que uno tiene que dejar atrás para aprender a disfrutar la vida. El trabajo técnico es impresionante, el detalle logrado constituye sin duda alguna un hito en la industria de la animación por computadora.