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2016-07-10 00:00:00

Crítica: «El nuevo nuevo testamento», Dios no está borracho...

Por Hugo Lara Chávez

John Huston decía que prefería pensar que Dios no estaba muerto sino sólo borracho. Ahora, el director Jaco Van Dormael ha dado cierto giro a la misma idea pero llevada al extremo ¿qué tal si Dios no está borracho sino que simplemente es un cretino?

“El nuevo nuevo testamento” (“Le tout nouveau testament”, 2015) lleva ya varias semanas proyectándose con éxito en la Cineteca Nacional, una irreverente y lúcida comedia que dirige este cineasta belga que goza de buena reputación construida desde “Toto el héroe” (Toto le héros, 1991), película ganadora de la codiciada Cámara de Oro en el Festival de Cannes, aunque desde entonces sólo ha dirigido cinco largometrajes.

“El nuevo nuevo testamento” es un filme que juega con ciertos conceptos del cristianismo, con humor mordaz y socarrón. Dios (Benoît Poelvoorde) vive en las alturas de Bruselas junto a su dócil mujer a la que maltrata (Yolande Moreau) y su hija puberta Ea (Pili Groyne), quien constantemente lo desafía porque cuestiona que su principal divertimento sea hacer sufrir a los humanos a los que creó y a los que manipula desde su computadora con reglas absurdas. En cierta ocasión, Ea recibe mágicamente el consejo de Cristo, su hermano ausente, para que baje a la Tierra y encuentre a otros seis apóstoles y complete así un equipo de béisbol, deporte al que es aficionada su madre. De esta forma, Ea sabotea la computadora de su padre, hace saber a todos los humanos la fecha de su muerte y escapa para perderse en las calles de Bruselas. Al darse cuenta, Dios también baja a la Tierra para perseguirla y ambos por su cuenta experimentan curiosas aventuras.

La premisa fantástica y satírica permite una sucesión de efectivos gags que se reparten a lo largo de la trama. Hay varios momentos desternillantes, aprovechados con ingenio por parte del director y su coguionista Thomas Gunzig (por ejemplo, tanto la protagonista como Dios bajan a la Tierra a través de la puerta de una lavadora).  Estos gags podrían emparentar a “El nuevo nuevo testamento” con filmes como la antológica “La vida de Brian” (1979) de Terry Jones y Monty Python.

Sin embargo, el director Van Dormael balancea el humor blasfemo —bien puesto—
con un barniz existencial y poético que surge en momentos clave del relato. En esas escenas, “El nuevo nuevo testamento” se torna sensible y emotivo, lo que desata resortes para la reflexión. Esto ocurre a partir de la noción de que cada persona pueda saber cuánto tiempo le resta de vida, lo que detona reacciones diversas una vez que la niña protagonista se halla en la Tierra y tiene contacto con diferentes personajes entrañables, cada uno con especiales problemáticas y circunstancias: un vagabundo; una hermosa mujer que perdió un brazo desde su infancia; un asesino; una señora que se enamora de un gorila; un maniaco sexual; un niño desahuciado. Con estos personajes, la realización se permite llevar la trama a texturas donde gobiernan las emociones, la melancolía y la esperanza.

“El nuevo nuevo testamento” es una comedia superior, que no sólo va en búsqueda de la risa fácil, sino que se eleva a un rango mayor de pensamiento. No sólo funciona a partir de mofarse de la idea cristiana de Dios, sino del vacío existencial, del fracaso de la humanidad que sólo puede ser salvado por la bondad, por el hallazgo del misticismo en lo cotidiano. Esto es decantado por las sensaciones femeninas. Allí reside el gran valor de esta comedia.

Cuando el hemisferio occidental que representa Europa se encuentra acongojado y maltrecho (allô Brexit!), sumido en el miedo por la migración y la pobreza que proviene del resto del mundo (pero del cual son en gran medida responsables), una película como “El nuevo nuevo testamento” llega con oportunidad, más aún cuando entre su reparto se encuentra una figura de la talla de Catherine Deneuve, dispuesta a reírse de sí misma pero también accesible para deslizar la idea de la provocación, su sello. Dios  no está muerto, pero a estas alturas, en efecto, parece un verdadero cretino.