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2016-04-18 00:00:00

«La langosta». La inconveniente vida de los enamorados

Por Samuel Lagunas*

Enamorarse es siempre un inconveniente. Sobre todo cuando estás en una sociedad donde tu supervivencia depende de vivir en pareja. Éste es el rasgo que caracteriza el nuevo escenario imaginado por Yorgos Lanthimos en “La langosta” (2015): una ficción anticipatoria donde la soltería está proscrita y los solos tienen un plazo de 45 días en El Hotel para conseguir pareja. Si no lo logran, son transformados irrevocablemente en el animal de su elección: un pony, un faisán, un puerco, una langosta.

Sostenida sobre las peculiaridades de sus cintas anteriores (especialmente “Alps” [2011] y “Canino” [2009]): personajes catatónicos sometidos a una estrecha vigilancia, diálogos insólitos que desestabilizan continuamente al espectador y un humor rayano en la perversidad, “La langosta” sigue la historia del miope David (Farrell, gratamente irreconocible) en un mundo de seres anónimos identificables solamente por algún atributo moral o físico: el ceceante, el cojo, la que sangra por la nariz, la descorazonada. No es necesario saber más del otro para iniciar una relación con él/ella: se trata, más que de sentimiento o decisión, de determinación y compatibilidad: para el roto, la descosida; de ahí que en El Hotel tanto hombres como mujeres estén dispuestos a los sacrificios más absurdos por empatar con alguien más: desde golpearse la nariz con recurrencia hasta asumir con apatía el asesinato de un hermano.

Lanthimos, en su “salto al inglés” (sus anteriores producciones fueron totalmente griegas), dejó de lado dos de sus atributos más llamativos: la rudeza de sus planos y la violenta franqueza de sus secuencias, optando por una fotografía más delicada y unas escenas mucho más amables para el espectador. Sin embargo, esto no evita que los personajes sean sometidos a desconcertantes actividades en El Hotel a fin de concienciarlos sobre el error de su soledad: estimulación sexual controlada, bailes a mediodía, cacerías humanas por el bosque al atardecer y cenas de gala: todas ellas nimbadas por la atmósfera alienante y el humor (en esta ocasión reforzado por ocasionales slow motion y por una banda sonora cuidadosamente efectista) que caracteriza las historias del cineasta griego, siempre en colaboración con Filippou.

Es precisamente lo intolerable del teatro al que obliga el régimen panóptico de El Hotel el que motiva a David a escapar. Su única opción: el bosque: el hogar de la disidencia. Aquí Lanthimos se mantiene apegado a las reglas del género de ciencia ficción: todo régimen totalitario genera su oposición. Así, los solitarios liderados por la también anónima Léa Seydoux resisten la farsa dogmática de “la pareja” pregonando un individualismo igual de hilarante y ridículo en sus consecuencias: “no bailamos con alguien más, por eso sólo ponemos música electrónica”. En esta segunda parte de la cinta, Lanthimos deja atrás los recursos técnicos y narrativos que habían caracterizado la primera: la voz en off de Rachel Weisz que apuntaba y apuraba la historia, la ironía de los diálogos y la sardónica interacción entre los personajes. De igual modo, abandona el espacio cerrado de El Hotel (eco de la casa en “Canino”) y sitúa la acción en el espacio abierto del bosque, que es también una frontera entre El Hotel y la ciudad, a donde los solitarios, “disfrazados” de parejas, acuden por víveres. Entre broma y broma, empero, la verdad se asoma y David y la chica miope, protagonizada por Weisz, son acorralados por el mismo lúdico deseo de estar juntos. Tarde o temprano, a pesar del lenguaje secreto y la cuidadosa estrategia para las citas, lo escondido es encontrado. Luego, el castigo: la vergüenza de saberse transgresor de la regla. A pagar las consecuencias. Si son tan dramáticas y ejemplares como en aquel viejo mito griego de Edipo, mejor: exilio en la ceguera: nadie quiere a una ciega salvo otro ciego. Y los ciegos son más bien escasos entre los solitarios: son carne de cañón. Qué inconveniente enamorarse.

Si en “Canino” y en “Alps” son personajes aislados quienes intentan sobreponerse a una situación de encierro, letargo y hastío, en “La langosta” la reflexión de Lanthimos se coloca en el incómodo sitio de los enamorados: uno no se va sin el otro. Aunque la pregunta real es otra: ¿se pueden ir? “Alps” es contundente en su respuesta negativa. En cambio, “La langosta” y “Canino” parecen inclinarse a la respuesta contraria: tuertos o chimuelos, es posible empezar una nueva vida. ¡Otra trampa más!, si se mira con cuidado. Las distopías confeccionadas por Lanthimos son imbatibles para los personajes que las habitan. Ni la hija fugitiva en “Canino”, ni los enamorados de “La langosta” (Romeo y Julieta postergando la muerte) consiguen escapar de la lógica de su mundo.

Volvamos al animal que da título al filme: “La langosta”, crustáceo centenario que David había elegido en caso de fracasar. Esta reencarnación programada (teriomorfismo ingenioso) tiene su antecedente en la burda mitología que en “Canino” el padre inculca a la esposa y los hijos: los gatos son demonios y los perros, los únicos que pueden combatirlos; de ahí la importancia de que cada uno de ellos aprenda a ladrar. Crítica sutil y necesaria, en ambas cintas, a una sociedad como la nuestra donde las personas cada vez apostatan más de las relaciones humanas y construyen vínculos imaginarios con otras especies. Y es que enamorarse nunca ha sido sencillo, pero en sociedad globales –regidas abstrusamente por el mercado– la dificultad se vuelve ingente y la inacción (que es otra forma de entreguismo) aparece como la vía más asequible. La visualidad moderna, desde aquel inolvidable cuadro de Magritte, “Los amantes” (1928), que cifra la obsesión del pintor belga por representar la despersonalización de los sujetos en una sociedad mercantilizada e incapaz de sentir, hasta la reciente animación de Kaufman, “Anomalisa” (2015), pasando por las descarnadas y frías fábulas de Lanthimos, la moraleja persiste: vaya que es inconveniente la vida de los enamorados.

Ficha técnica
Título original: The lobster. Año: 2015. Duración: 118 min. País: Irlanda/Reino Unido/Grecia/Francia. Director: Yorgos Lanthimos. Guion: Efthimis Filippou y Yorgos Lanthimos. Música: Johnnie Burn. Fotografía: Thimios Bakatakis. Edición: Yorgos Mavropsaridis. Reparto: Colin Farrell, Rachel Weisz, Jessica Barden, Olivia Colman, Ashley Jensen, Ariane Labed, Angeliki Papoulia, John C. Reilly, Léa Seydoux, Michael Smiley, Ben Whishaw, Roger Ashton-Griffiths, Rosanna Hoult, Heidi Ellen Love.
 

*Finalista del III Concurso de Crítica Cinematográfica