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2015-07-24 00:00:00

Cine turco en el segundo día del GIFF

Por Ali López
Desde Guanajuato

Turquía es el país invitado para esta edición número 18 del Festival Internacional de cine de Guanajuato, debido a esto, es que su cine está siendo proyectado en las diversas sedes. En el auditorio de la Universidad de Guanajuato se proyectó “Theeb”, de Naji Abu Nowar. Mientras que Kaan Müjdeci llegó desde aquel país para presentar “Sivas”, en el Teatro Juárez. Ambas cintas, además de la nacionalidad y su altísima calidad, comparten el tema de la infancia, que no por eso es que sean cintas dirigidas a los niños.

Para este lado del mundo “Theeb” podría ser un western, pero va mucho más allá de eso. En la cinta se habla de la hermandad, de los lazos familiares, de las tradiciones, a  veces, irrompibles y de lo que nos parece predestinado. Se habla del pasado, de la ruptura de lo antiguo con lo moderno; de ese paso humano llamado crecimiento. Se ensalzan valores que parecen olvidados, como la lealtad y el coraje. Hay quienes pueden opinar que el filme tiene un ritmo lento, pero en realidad no hace más que llevar al desierto dentro; esas grandes extensiones de tierra donde pasa todo, pero a la vez no pasa nada.

Theeb es el miembro más pequeño de una reconocida familia que fungió como guía para los peregrinos del desierto; pero ahora todo ha terminado. El patriarca murió, pero ese no es el principal de los males. Llegó el ferrocarril, el burro de acero, y sus vías que corrompen la tranquilidad, la naturaleza y los estratos sociales. Llegó la guerra, con sus extranjeros; hombres ajenos que portan objetos indescifrables e idiomas carentes de sentido. Que portan desgracias, muerte y que poco saben de las estructuras familiares. Todo termina por ser molesto, todo termina por ser un obstáculo; por ser un  pozo profundo y, parece que, sin fondo.

Se dice que el hombre es el lobo del hombre, y Theeb significa lobo, pero será ese pequeño niño capaz de devorar a sus semejantes ¿será capaz de sobrevivir al mundo externo? La ley que impera afuera es la ley del más fuerte, y los muertos que van quedando en el camino parecen reforzar esa sentencia. Sin embargo, hombres y lobos, también necesitan un clan, una jauría que los ayude a ser sobrevivientes. La confianza es uno de los valores más difíciles de aprender, no se le puede dar a cualquiera, pero tampoco se le puede desechar tan fácil.

La trama entera es una búsqueda, una respuesta latente que se esconde, y que emana generando dudas. Se dice que el lobo genera a otro lobo,  pero, ¿hasta dónde es decisión de ese  hombre fungir como parte de la línea salvaje? ¿Hasta dónde son las circunstancias las que lo hacen inclinarse hacia alguna parte? ¿Qué pasa cuando la civilidad se corrompe, seguirán quedando vestigios humanos? Y cuando llega la tecnología, cuando las armas y el acero terminan con la paz de la arena y las rocas, ¿Realmente llega el progreso?

La cinta es histórica, materialista, relata lo que puede ser una historia periférica a la Primera Guerra Mundial, pero que termina proyectando un discurso concreto sobre lo que es la periferia misma. Naciones, familias, humanos que parecen ajenos a los grandes problemas, de las grandes naciones, pero que en su microcosmos pagan las cuentas de otros. Pero ellos son los más fuertes. Ellos tienen las tradiciones milenarias que pasan no únicamente en palabras, se transmiten en la sangre. La hermandad es la palabra inicial y final de la cinta, ese es su tema, pero alrededor giran mucho más palabras que pesan: valor, patria, familia, muerte y vida.

“Sivas” no es particularmente diferente, aunque la idea dramática difiera, la temática es la misma. Aquí es retratada la vida moderna, las comisuras dolorosas de los que nacieron lejos. La historia de un niño en busca de un amigo, de aceptación, de un par de ojos que lo vean y entiendan. La idea misma del destino, “cuando uno es perro tiene que hacer cosas de perro” dicta la cinta, pues uno es lo que es, y nada más.

Las peleas callejeras de los canes dotan a la cinta de un salvajismo visual no apto para todos, pero el salvajismo total no es ese. La discriminación misma, la segregación natural y la oposición a la realización de los sueños, es lo que realmente hace que se devoren los unos a los otros. Todos desean ser un príncipe, pero hay quienes parece que no han nacido para eso. Todos desean una princesa, pero tal vez ella no desee lo mismo. ¿Y entonces quién nos abraza? ¿Quién estará ahí para nosotros? Tal vez nadie, tal vez ni la familia comprenda lo ancho de nuestros sueños y lo profundo de nuestros miedos.

Las relaciones entre las mascotas y los humanos siempre han suscitado un análisis, y una representación en las artes. El cine se ha valido de eso, para explotarlo tanto comercial como artísticamente. Sivas es el nombre de un perro, uno que parece regresar de la muerte para cambiar la vida de un niño, que no tiene nada, ni siquiera su infancia. A pesar de su inocencia, pasa el tiempo fingiendo ser adulto, tratando de enfrentar los golpes con dureza. Pero todo humano es blando, todos sucumbe ante la ilusión del amor, de la amistad, de la esperanza. Él intenta ser una roca, pero se derrite cuando el calor abrasa, y abraza.

La comedia y el drama se mezclan, danzan, envuelven todo en un halo hipnotizante, como el cine cuando se ve por primera vez. Los aspectos técnicos son casi documentales, personales pero invasores. El realismo no es mágico, es duro, pero no carece de asombro, ni de magia. El mensaje es duro, y recibirlo nos deja a todos en silencio, hasta el guion mismo, que no tiene más que lo que ya ha dicho.

El cine turco es uno de los mejores del mundo, y sobran pruebas para demostrarlo, aquí hay dos piezas dignas de museo, dignas de premio. Y sobretodo, dignas de ser admiradas y pensadas; su mensaje va más allá de las imágenes y las palabras.