El portal del cine mexicano y mas

Desde 2002 hablando de cine



Reporte de la semana

2012-06-18 00:00:00

Ray Bradbury, el aliento a cuento de hadas y poema

Ray Bradbury,  el aliento a cuento de hadas y poema

Por Pedro Paunero

Era un placer quemar…

Con este epígrafe se abre la novela “Ojos de fuego” del célebre autor, muchas veces llevado al cine, Stephen King. En este libro los poderes piroquinéticos de una niña se enfrentan a un oscuro organismo gubernamental en una ígnea trama dónde los experimentos secretos se mezclan con el control de las personas.

La cita pertenece a la novela “Fahrenheit 451” (1953) de Ray Bradbury que abre con esta frase:

“Fahrenheit 451… temperatura a la que se enciende el papel, y arde…”

Y que constituye una de las cinco grandes utopías del Siglo XX (1). En este libro el control social y de pensamiento se ejerce mediante la quema de libros, cuya posesión y, por ende, lectura, está prohibida. A los ciudadanos se les somete a un régimen estupidizante de programas huecos de televisión, los suicidios son comunes y se arresta a los peatones (pasaje inspirado en un hecho real que le aconteció al autor, cuando lo arrestaron por pasear en Los Ángeles). Montag, el personaje principal es un bombero que no apaga incendios sino que los provoca:

“El lunes, quemar a Millay, el miércoles a Whitman, el viernes a Faulkner; quemarlos hasta convertirlos en cenizas, luego quemar las cenizas. Ese es nuestro lema oficial”.

Él es, pues, uno de los aparatos utilizados por el gobierno para ejercer la represión en esta distopía dónde (¡cómo no!) los medios masivos de comunicación son puestos en entredicho, pero algo dentro de este extraño bombero no cuadra del todo con el sistema. Conoce a una joven poeta innata de dieciséis años que le muestra la noche, los árboles y las flores, la lluvia y el placer de caminar, entonces Montag comienza a leer libros de manera secreta, abre los ojos a la verdad, un mundo más allá de su mundo se le revela: se pone en contacto con una sociedad proscrita de lectores (los hombres-libro) que han memorizado obras completas para preservarlas del olvido y las narran de manera oral. Y así, el bombero servil se transforma en un perseguido cuando los bomberos le persiguen a él.

 El editor y estudioso de la Ciencia Ficción, David Pringle, cita en su ensayo “Ciencia Ficción, las 100 mejores novelas”:

“El libro de Bradbury se ha convertido en un texto de antología, y de esa manera ha dado su batalla contra la constante expansión de la “aldea universal” de McLuhan y la creciente red de entretenimiento vacío e “información”. (…) Si hubiera escrito el libro treinta años más tarde, habría incluido, sin ninguna duda, los juegos de vídeo y los ordenadores personales”. 

Pringle apunta, sobre otra novela clave del autor nacido en 1921 y fallecido el pasado 5 de junio de este año, “Crónicas marcianas” (1950):

“Utiliza todos los recursos de la ficción interplanetaria, así como motivos tan familiares como la telepatía, la invisibilidad y el amenazante holocausto nuclear. Lo innovador en la obra de Bradbury fue su utilización de todos estos elementos en función de sus propios fines, con prescindencia de las opiniones más generalizadas acerca de cómo debería escribirse un buen cuento de ciencia ficción. Puso mucho más énfasis en el estilo y en la forma que en los detalles técnicos o en la verosimilitud científica (…) Su recompensa fue su asombroso éxito popular y de crítica: el mundo literario se interesó en él y fue invitado a escribir para las mejores revistas literarias, así como para Hollywood”.

Tan popular fue Ray Bradbury que la cantante y cómica Rachel Bloom escribió esta canción el año 2010, en su homenaje:

    “Fuck Me, Ray Bradbury”:

     http://www.youtube.com/watch?v=MOdX0grBVew

Por lo que respecta a la respetabilidad literaria, en efecto, autores como Jorge Luis Borges le leyeron y admiraron, al punto que Borges se encargó de prologar la edición en español de “Crónicas Marcianas”:

“¿Qué ha hecho este hombre de Illinois, me pregunto, al cerrar las páginas de su libro, para que episodios de la conquista de otro planeta me llenen de terror y de soledad? ¿Cómo pueden tocarme estas fantasías, y de una manera tan íntima?”

Borges rechazaba “los vagos mecanismos” que el género de la Ciencia Ficción propone en la mayoría de sus obras, aceptó la obra de Bradbury precisamente por lo contrario. A Bradbury se le llamó “el poeta de la Ciencia Ficción” y es esta condición de aparente ingenuidad lo que le valió el rechazo de aquella escuela del género que sí ponía énfasis en las teorías, la técnica y la experimentación con bases científicas, representada principalmente por Arthur C. Clarke, el autor de “2001, Odisea del Espacio” e Isaac Asimov, autor de la antología de cuentos “Yo, Robot”, por citar dos de sus obras que han sido llevadas al cine, siendo esta vertiente, al parecer, desconocida por Borges, sin embargo es curiosa la ironía, Bradbury ha muerto como el último grande de los clásicos de la Edad de Oro de la Ciencia Ficción (periodo que va desde 1938 a 1950 o un poco más), entre los que también se incluyen los autores antes mencionados (ya fallecidos) y algunos como Jack Vance y Frederic Pohl que les sobreviven y sobrepasan ya los 90 años.

Bradbury publicó sus primeros relatos hacia los veinte años de edad en la desdeñada “Weird Tales”, revista dónde aparecían los relatos de H. P. Lovecraft, es decir, los del hombre que creó sin proponérselo una oscura escuela iniciática literaria (Los Mitos de Chtulhu) dónde el horror y unos dioses monstruosos que duermen un sueño de eones para volver a ejercer el poder en el cosmos, hoy regido por el hombre, son la base de un tipo de literatura de las más influyentes y sugestivas del Siglo XX. Era obvio que dicho material “blando”, más fantasioso que científico, no fuera tomado en cuenta por aquellos autores puristas que comenzaban a sentar las bases de lo que sería el desarrollo del género en los años por venir.

Pero el mérito de Bradbury, que no se consideró un escritor de Ciencia Ficción jamás, radica en haber aportado esa frescura lejana de las ataduras tecnificadas de la escuela “hard” e introducir un aliento a cuento de hadas en sus narraciones, a poema, de deslumbramiento infantil. Así, por ejemplo, sucede con los cuentos reunidos en “Crónicas Marcianas” (1950), que, aunque independientes entre sí forman un atado coherente que llega a ser una novela dónde la colonización del planeta Marte cede cualquier explicación científica a la magia de lo nuevo. De esta se hizo una miniserie de televisión (Michael Anderson, 1980, con Rock Hudson en el papel estelar) y también recibió un tratamiento para “El Teatro de Ray Bradbury” (HBO y Sci Fi Channel, 1985-1992) serie a la que pertenece este episodio, de la que me permito copiar un enlace, “Los largos años”, dónde un grupo de astronautas encuentra a un colono de la Tierra que vive solitario con su muy especial familia en Marte:

http://www.youtube.com/watch?feature=endscreen&v=ip3Lp5qvDIc&NR=1 

Y, por considerarlo destacable, también pongo el siguiente enlace a una animación rusa (N. Tulyakhodzhayev, 1984), basada en el relato “Vendrán lluvias suaves” (título que alude al poema de Sara Teasdale, la poeta depresiva) del mismo tomo, en el cual una casa automatizada despierta a la vida mientras la vida humana ha desaparecido debido al holocausto nuclear. Se trata de un corto estremecedor que se decanta más por el dramatismo y que no captura ni el aliento poético ni la sensación de ausencia, pérdida, y melancolía del relato original:

http://www.youtube.com/watch?feature=endscreen&v=VW5HgPnsHOc&NR=1

Me enteré de la muerte de Ray Bradbury durante el Seminario “El público del futuro, cómo  la sala de cine puede cambiar su imagen”, durante el Tercer Festival Distrital “Cine y Otros Mundos” en la Ciudad de México y hoy me parece un juego más de este autor que escribió sobre el futuro de manera como lo han hecho pocos. Porque siempre preferí la magia de Bradbury a la ciencia fría y el estilo solemne de Clarke y a este encima de las afectaciones literarias del engreído Asimov. Y es aquí dónde el círculo se cierra pues nos ocuparemos ahora de Hollywood y Bradbury y de Bradbury en Hollywood.

“Siempre he sido un escritor híbrido. Estoy completamente enamorado del cine y estoy completamente enamorado del teatro y estoy completamente enamorado de las bibliotecas” (Bradbury en 2009).


Bradbury y la Serie “B”

El monstruo de tiempos remotos: Era la edad de la paranoia atómica (a la cual contribuyó, en gran medida, el cine mismo), la de la caza de brujas (comunistas) y del McCarthismo. Ya habían aparecido cintas como “El día que paralizaron la Tierra” (Robert Wise, 1951) con su advertencia para detener la locura atómica; “La guerra de los mundos” (Byron Haskin, 1953), adaptada de la novela de H. G. Wells que desarrolla como pionera el tema de las invasiones extraterrestres; “Invasores de Marte” (William Cameron Menzies, 1953) con otra típica invasión. Es la “serie B” del cine estadounidense, barato, dirigido a un público joven y sin grandes aspiraciones más allá de un pase dominical entretenido. Con honrosas excepciones. Entonces Hollywood llamó a Bradbury. En 1952 había publicado un cuento en el “Saturday Evening Post” que llamó la atención de la Mutual Films, una humilde productora en dónde se encontraba el mago del “Stop Motion”, Ray Harryhausen, amigo de Bradbury. La historia del filme es algo oscura. Al parecer existía una línea argumental previa que cruzaron con el relato del autor al que se pidió escribir el guion sin aviso de la previa lectura de su cuento. Bradbury encontró similitudes obvias entre ambas tramas pero aceptó el encargo. La gran escena de la película es aquella dónde el dinosaurio ataca un faro en la costa y lo derriba. El cuento narraba la historia de un dinosaurio solitario que emergía de los abismos oceánicos anualmente atraído por la sirena de niebla del faro, suponiendo que se trata de la llamada de una hembra. El dinosaurio destruye el faro y se aleja finalmente hacia su tumba marina. La inspiración para su autor fueron unas estructuras metálicas abandonadas en la playa cercana a su casa. Al final se compraron los derechos sobre el cuento y se convocó a Fred Freiberger, Eugène Lourié, Lou Morheim y Robert Smith para escribir el guion. En la cinta se añadieron las pruebas nucleares como elemento de resurrección de la criatura congelada en el polo y sólo se conservó el ataque al faro como idea original del cuento pero se eliminó el romanticismo de la bestia atraída por la posible existencia de una hembra que pudiera sacarle de su, literalmente, profunda tristeza. La película resultante se titularía “The Beast from 20, 000 Fathoms” (“El monstruo de tiempos remotos”) y la dirigiría Eugene Louirié en 1953. El valor de esta película radica en poseer la pionera trama argumental, repetida para todas las películas sobre monstruos: la vuelta a la vida de un monstruo gigante, perturbado por los humanos y que aterroriza alguna ciudad. Fue el gran debut de Harryhausen, imprescindible en adelante como creador de los efectos especiales de toda “monster movie”. En cuanto a Bradbury, cambió el título del cuento de “The Beast from 20, 000 Fathoms” a “The Fog Horn” (“La sirena”) y lo incluyó en el tomo “Las doradas manzanas del sol”:

    “¿El monstruo?

    No había vuelto.

-Se ha ido-dijo McDunn-. Se ha ido a los abismos. Ha comprendido que en este mundo no se puede amar demasiado. Se ha ido a los más abismales de los abismos a esperar otro millón de años. Ah, ¡pobre criatura! Esperando allá, esperando y esperando mientras el hombre viene y va por este lastimoso y mínimo planeta. Esperando y esperando”.

Vinieron del espacio exterior: Un de las honrosas excepciones del periodo paranoico que, sin embargo, influyó en una de las joyas del cine del periodo McCarthista, “La invasión de los asaltantes de cuerpos” (Don Siegel, 1956) y cumbre de la edad de oro del cine de ciencia ficción. Una vez más el nombre de Bradbury se encuentra detrás de una trama pionera en la historia de “Vinieron del espacio exterior” (“It Came from Outer Space”, Jack Arnold, 1953). Harry Essex escribiría el guion basado en la adaptación del cuento de Bradbury que narra la caída de una nave extraterrestre con sus tripulantes con forma de ojos gigantescos que lo único que desean es reparar su nave para volver a su mundo. El escritor dio dos finales a la Universal Pictures tal como hiciera (salvando las distancias) Buñuel con el final benigno y alternativo de “Los olvidados”. En este caso la productora decidió conservar el final con alienígenas buenos y descartar el de los malos. ¿Y la influencia en sobre la película de Siegel? Bueno, pues los extraterrestres, en lo que parece ser una trama de horror, toman la forma de los habitantes del pueblo dónde han accidentado su nave espacial. Otra colaboración con Jack Arnold en ese año prolífico para el cine y Bradbury sería la supervisión del guion para “The Meteor”.

    Tráiler de la cinta:

http://www.youtube.com/watch?v=nZhd4vuyrXE

John Huston y Bradbury: Desde 1951 John Huston se había propuesto rodar “Crónicas Marcianas”, proyecto que finalmente no se cumplió. En 1953 John Huston terminaba “La burla del diablo” (“Beat the Devil”), y envíaba un telegrama a Bradbury desde Irlanda pidiéndole que escribieran en conjunto el guion para la obra maestra de Herman Melville, “Moby Dick” (1851) dándole un plazo de tan solo 24 horas para aceptar o rechazar el proyecto. Apuntaría Huston:

 “Se ha discutido mucho sobre el sentido de este libro, al que se prefiere considerar habitualmente como algo misterioso y enigmático, pero en lo que a mi concierne no existe ningún equívoco: se trata, negro sobre blanco, de una enorme blasfemia, y Achab es el hombre que ha llegado a tomar conciencia de la impostura divina (…) La película, como la novela, es una blasfemia, así que supongo que podemos pensar que cuando Dios nos envió aquellos terribles vientos y aquellas espantosas olas estaba defendiéndose. He oído decir a la gente que había leído Moby Dick cuando eran niños. Esto les define instantáneamente como mentirosos. Nadie que no tenga por lo menos quince años —y sea maduro para su edad— podría enfrentarse a esas páginas. Trasladar una obra de esta magnitud a un guion era una empresa abrumadora. Considerándolo retrospectivamente, me pregunto si es posible hacerle justicia a Moby Dick en el cine. Yo había leído varios relatos de Ray Bradbury y veía en su obra algo de esa cualidad elusiva de Melville. Ray había indicado que le gustaría colaborar conmigo, así que cuando llegó el momento de escribir el guion, le pedí que se reuniera conmigo en Irlanda.

Sería la premisa sobre la que descansaría el guion de “la más difícil de las películas de mi vida”, según diría el colosal cineasta e incluiría a Gregory Peck como el mejor Capitán Ahab que ha dado el cine. Bradbury escribiría un libro semificticio dónde mezclaría sus experiencias reales durante el rodaje con otras meramente inventadas en la maravillosa “Sombras Verdes, Ballena Banca” (1992). Bradbury responde al inspector de aduanas el motivo de su visita a Irlanda:

- Locura.

- ¿Que quiere decir?

- De dos tipos. Literaria y psicológica. He venido para enfrentarme y derrotar a la ballena blanca.

- Enfrentar - garabateó el hombre - derrotar. Ballena blanca. Eso es Moby Dick, ¿no?

- ¡Usted lee! - grité, sacándome el libro de debajo del brazo.

- Cuando estoy de humor - subrayó sus garabatos - Hemos tenido a la Bestia en casa durante más de veinte años. Peleé con ella en dos ocasiones  Está demasiado cargad de páginas y de las intenciones del autor.

- Estoy de acuerdo. Lo está. Lo he cogido y abandonado al menos diez veces, hasta que el mes pasado un estudio cinematográfico me contrató para trabajar en él.

Pero esas sombras verdes y huidizas del paisaje irlandés y esa ballena no lo abandonarían nunca. 

Francois Truffaut y Bradbury: El niño prodigio de los “Cahiers du Cinéma” y uno de las padres de la Nouvelle Vague, deseaba desde hacía mucho tiempo rodar la distopía de Bradbury. Luchó durante tres años hasta que en 1966 concretaría el proyecto con Julie Christie (quien un año antes había interpretado a Lara en el “Dr. Zhivago” de David Lean) en lo estudios Pinewood de Londres. La cinta se presentaría en el Festival de Venecia de 1966. No es de extrañar que para muchos críticos la película sea muy hitchcockiana si recordamos la admiración e influencia que “Hitch” ejerció sobre Truffaut quien se había manifestado poco entusiasta de la Ciencia Ficción, a pesar de esto, el francés alabaría la obra de Bradbury y este último la película resultante aduciendo que era una de las mejores que había visto jamás.

Sobre un famoso e irónico incidente del rodaje en el cual los abogados de Hollywood no deseaban que se quemaran los libros de ciertos autores, Truffaut expresaría:

Los abogados hollywoodenses de la Universal (productora de la cinta) querían que no se quemaran los libros de Faulkner, Sartre, Proust, Genet, Salinger, Audiberti...: "Limítese a los libros que pertenezcan al dominio público", decían, por temor a eventuales procesos. Eso sería absurdo. He consultado a un abogado de Londres que afirma: "Ningún problema. Tiene usted todo el derecho de citar todos los títulos y autores que quiera". Habrá tantas citas en Farenheit 451 como en los once films de Godard juntos... Sólo hoy me he dado cuenta de que es imposible dejar caer los libros fuera de cuadro en esta película. Debo acompañar su caída hasta el suelo. Los libros son aquí personajes, y cortar su trayecto equivale a dejar fuera de cuadro la cabeza de un actor. Notaba que algunos planos de la película eran malos desde el principio y ahora comprendo que era a causa de esto.

Otra de las publicaciones quemadas en aquella escena es “Cahiers du Cinema”. En un juego de meta homenaje cinematográfico (2), en las escenas finales, cuando Montag encuentra a los hombres-libro que han memorizado obras completas, uno de ellos pronuncia:

“Yo soy Crónicas Marcianas de Ray Bradbury”.

La televisión y Bradbury: Siempre detestó la televisión, pero no por ello la desdeñó al punto de tener su propia serie, ya mencionada más arriba, “El teatro de Ray Bradbury”, dónde aparecía a la manera de Alfred Hitchcock presentando sus historias. Y es precisamente en la resucitada serie de Hitchcock en los años ´80s dónde se adaptó esta historia que alguna vez vi durante mi adolescencia, se trata de “El tarro” y está dirigida por el gran Tim Burton. El descubrimiento de un tarro cuyo contenido monstruoso despierta fascinación y rechazo a partes iguales cambia la vida de un artista y de quienes le rodean:

http://www.youtube.com/watch?v=UrRaladSsJE

También añado este enlace a un capítulo adaptado de otro cuento “bradburyano” que recuerdo con asombro y un cierto dejo de terror cuando se resucitó la mítica “Dimensión Desconocida” de Rod Serling en los años 80´s. Lleva por título “Maldad Genética” (“The Burning Man”). En la naturaleza hay insectos que pasan gran parte de su vida bajo tierra hasta que un nuevo ciclo en sus vidas les llama a resurgir. Sabemos esto pero lo ignoramos todo de sus pares humanos:

http://www.youtube.com/watch?v=jTAmNVqnl6s

Ganador del Pulitzer y del cielo: En 2007 se le concedió una mención especial del Premio Pulitzer, ya en 1977 había ganado el Premio Mundial de Fantasía pero quizá sus premios más importantes fueron cuando supo que se había nombrado a un cráter lunar como “Cráter Dandelion” (por “El vino del estío”) y a un asteroide como el “Bradbury 9766”, con lo cual su nombre alcanzó el cielo.

Otra estrella más: En el paseo de la fama de Hollywood Bradbury tiene una estrella por sus trabajos de guionista y demás contribuciones al cine en el 6644 de Hollywood Blvd.    

¿Homenaje a Ray Bradbury?: En la película “Blade Runner” (3), el edificio al cual acude Deckard (Harrison Ford) para exterminar a los androides, lleva por nombre “Edificio Bradbury”. Los fans del género han creído reconocer un guiño o un homenaje a Ray Bradbury en dicha película pero es un equívoco. Dicha construcción existe. Se trata del edificio comercial más antiguo de Los Ángeles, fue construido por George H. Wyman en 1893 y encargado por George Bradbury un millonario cuya fortuna se debía a la minería en México. Lo que sí es cierto es que los cineastas que se han ocupado de la Ciencia Ficción se han sentido atraídos por dicho edificio y aparece en cintas como “El hombre indestructible” (Jack Pollexfen, 1956) con Lon Chaney Jr., episodios de “Star Trek” y “Dimensión Desconocida” así como de “The Outer Limits”.  Como dato curioso diremos que el estilo de su patio interior está inspirado en la descripción aparecida en un libro de ciencia ficción utópica escrito en el Siglo XIX, “Looking Backward” (1888) de Edward Bellamy dónde se describe el año 2000. 

Fahrenheit 9/11 o Fahrenheit 69: El documentalista Michael Moore en su cruzada cinematográfica casi solitaria contra la enloquecida administración Bush retomó el título de la novela de Bradbury para titular su ígneo documento visual como “Fahrenheit 9/11” en dónde combinaba la fecha del suceso de la caída de las Torres Gemelas con las pruebas para destruir dicha administración (y casi lo consiguió, como bien apuntara la crítica de cine Joanna Berry) (4), en poco más de dos horas. A Bradbury no le hizo gracia que no se le avisara de la alusión a su libro en dicho documental. En el vídeo “Fuck Me, Bradbury” de Rachel Bloom, la cantante y cómica de quien ya he hecho mención antes, aparece la portada de la novela con el título “Fahrenheit 69” con claras y humorísticas alusiones sexuales al “mejor escritor de ciencia ficción de todos los tiempos”. 

Epitafio: Orgulloso de haber dado la lucha en este mundo de vacío televisado, contra las cabezas huecas y los productos políticos tan desechables como sus propuestas, en un mundo al borde del desastre en el cual algunos aún nos aferramos y apelamos a la sensibilidad como medio de salvación, este poeta de la ciencia ficción pidió que en su epitafio se inscribiera esta frase:

“Ray Bradbury, autor de Fahrenheit 451”. 

Bradbury y la muerte: En 1957 escribió un poema en prosa que forma parte de “El vino del estío”, ese canto a la infancia y lo infantil que se bebe, no obstante, como un vino añejo. Ha sido publicado de manera independiente en diversas publicaciones y se le ha dado el título de “Adiós, abuela” o “La despedida” aunque en realidad se trata del capítulo XXXIV de dicha novela. Este texto ha sido leído innumerables veces en tantos otros sepelios y ha conmovido a quienes le leen y escuchan (yo incluido) y me parece digno homenaje póstumo para su propio creador:

“Abuela -decían todos-. Bisabuela. Ahora era como si se obtuviese al fin el total de una enorme suma. La bisabuela había rellenado pavos, pollos, pichones, caballeros, y muchachos. Había lavado techos, muros, inválidos, y niños. Había extendido linóleos, reparado bicicletas, curado relojes, atizado hornos, vertido yodo en diez mil lastimaduras. Sus manos habían flotado alrededor, arriba y abajo, apaciguando esto, sosteniendo esto otro, arrojando pelotas, sacudiendo mazos de croquet, sembrando en tierra negra, o cubriendo budines, guisos y niños somnolientos. Había bajado persianas, encendido velas, movido llaves... y envejecido. Treinta billones de cosas empezadas, llevadas adelante, terminadas y concluidas. Y ahora todo se sumaba, se escribía el total, se colocaba el decimal último, el último cero. Y ahora, también, tiza en mano, ella retrocedía alejándose de la vida, en una hora silenciosa, antes de tomar el borrador. (…)

— Tom -dijo la anciana débilmente, desde muy lejos-, en los mares del Sur los hombres saben un día que es tiempo de estrechar la mano de los amigos y decir adiós, y embarcarse. Así lo hacen, y es natural, es la hora. Así es hoy. Yo soy muy parecida a ti, cuando te quedas en el cine los sábados, desde la tarde hasta las ocho o las nueve, y hay que enviar a tu padre para que te traiga a casa. Pero Tom, cuando los mismos cowboys empiezan a disparar contra los mismos indios en las mismas montañas, entonces es mejor levantarse y marcharse, sin arrepentirse ni darse vuelta. Así me voy, mientras soy feliz y no me he aburrido. (…)

— Bueno, piénsalo, muchacho. El hombre que no se corta las uñas es un loco. ¿Has visto alguna serpiente que no quiera abandonar la vieja piel? Todo lo que hay en esta cama es uñas y piel de serpiente. Si respiro con fuerza, me desharé en copos. Lo importante no es el yo que está aquí acostada, sino el yo sentado al borde de la cama, y que me mira, el yo que está abajo preparando la cena, o en el garaje bajo el coche, o en la biblioteca, leyendo. Lo que cuenta son las partes nuevas. Yo no muero realmente. Nadie con una familia muere realmente. Se queda alrededor. Durante mil años a partir de hoy todo un pueblo de mis descendientes morderá manzanas ácidas a la sombra de un gomero. ¡Esa es mi respuesta a las preguntas importantes! Rápido, que vengan los otros. Al fin desfiló toda la familia, como gente que habla con alguien que espera el tren en la estación.

— Bueno -dijo la abuela-, aquí estoy. No soy humilde, y me gusta veros alrededor de la cama. La semana próxima habrá que hacer algunos trabajos en el jardín, y limpiar los armarios, y comprar algunas ropas para los niños. Y como la parte mía que se llama bisabuela, por conveniencia, no estará aquí, esas otras partes mías llamadas tío Bert y Leo y Tom y Douglas, y todos los otros nombres tendrán que encargarse de eso.

— Sí, abuela.

— No quiero ninguna reunión aquí mañana. No quiero que nadie diga dulzuras de mí. Yo lo he dicho todo a su hora. He probado todos los platos y he bailado todos lo bailes; ahora he aquí una tarta que no he mordido, una canción que no he silbado. Pero no tengo miedo. Soy verdaderamente curiosa. La muerte no meterá ningún mendrugo en mi boca que yo no saboree con cuidado. Así que no os preocupéis. Ahora, marchaos todos, y dejadme dormir... (…)

Así era mejor. Ahora, sí, ahora veía cómo el sueño se formaba poco a poco en la mente, con la serenidad de un mar que se mueve a lo largo de una costa interminable y siempre fresca. Dejó ahora que el viejo sueño la rozara y la levantara de la nieve, y la hiciese flotar sobre la cama ya apenas recordada. Abajo, pensó, están puliendo la plata y revolviendo el sótano, y barriendo los pasillos. Podía oírlos vivir en toda la casa.

— Está bien -suspiró la bisabuela mientras el sueño la llevaba flotando-. Como todo en esta vida, es lo adecuado. Y el mar la llevó otra vez a lo largo de la costa.

Eso es Maestro. Has empezado tu camino a lo largo de lo que yo he llamado, en alguno de mis cuentos (porque, como digno alumno tuyo, he seguido tus pasos y he tratado de convertirme en escritor): “las playas de la realidad”.

Y la marea te devolverá a las orillas del océano cósmico…  


Notas:

(1): He escrito un artículo firmado como Pé de J. Pauner sobre el tema:  http://dreamers.com/alfaeridiani/wp-content/uploads/2011/11/alfaeridiani0035.pdf)   
(2): Como haría David Cronenberg en la versión cinematográfica de la novela de Ciencia Ficción y Horror Tecnológico “Crash” de J. G. Ballard al otorgarle el nombre del autor al personaje interpretado por James Spader que en el libro es el narrador. 
(3): Basada en la novela del genio de culto de la Ciencia Ficción de la generación de los años ´60s, la llamada “Nueva Ola” del género, Philip K. Dick, y dirigida por Ridley Scott en 1982.
(4): Steven Jay Schneider, Coordinador. 1001 Películas que ver antes de morir. Edit. Grijalbo. Barcelona. 2004. Sexta edición, actualizada agosto 2006.