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2010-01-08 00:00:00

Los espías que he amado. Parte 1

Por Domingo Rojo

El cine de espías se ha ganado a pulso un lugar entre los géneros cinematográficos favoritos del gran público, en cierta medida porque, a través de una filmografía muy extensa, se han establecido sus reglas, arquetipos y situaciones que lo han consumado como uno de los más emocionantes y atractivos dentro del cine de acción.

Es un género desprendido del cine policiaco, en el que convergen elementos del suspense y el cine negro, entrelazados por norma en una trama laberíntica, donde los protagonistas deben hacer frente a abundantes giros de tuerca, puertas falsas y callejones sin salida, antes de resolver los acertijos de una complicada intriga. 

Hitchcock, el maestro 

Sir Alfred Hitchcock, muy tempranamente, exploró con la sobriedad de su genio algunos de los patrones de este cine. En su filmografía de los años 30 figuran sendos ejemplos, como El hombre que sabía demasiado (The Man Who Knew Too Much, 1934), de la que hizo una segunda versión en 1956; Los 39 escalones (The 39 Steps, 1935), Agente Secreto (Secret Agent, 1936), y Sabotaje (Sabotage, 1936).  

Ya en la postguerra, en un momento de mayor madurez, rodó algunas de sus mejores películas con variantes del mismo tema, como Notorius (1946) e Intriga internacional (North by Northest, 1959). En todas ellas, Hitchcock se centra en ciertos guiños favoritos de su estilo: los personajes obsesivos, la doble identidad, los deseos y sus espejismos que se difuminan y reaparecen sin dar tregua al protagonista.  

En ellas, también se manifiesta el poder de Hitchcock para manipular a sus criaturas y obligarlas a internarse en una espiral donde sólo él sabe dónde están las honduras. No obstante, las sorpresas no son en última instancia el leiv motif del realizador, al menos en lo que se refiere al sentido visceral de las mismas. El asombro corre a cuenta de los misterios que dispensa el mundo irreal en unas vidas reales.   

Remover, no agitar  

La fórmula de James Bond se sitúa en un extremo del género, poblado de extravagantes villanos, chicas hermosas, tramas que mezclan la fantasía, el humor y la aventura en lugares exóticos y fascinantes, donde tienen un lugar relevante los gadgets más increíbles, esa especie de invenciones tecnológicas diseñadas para funcionar en las condiciones más insólitas dentro del mundo del espionaje internacional.  

La serie se remonta a El satánico Dr. No (Dr. No, 1962), dirigida por el realizador británico Terence Young, responsable también de otras buenas secuelas como El regreso del 007 (From Russia with Love, 1963) y Operación Trueno (Thunderball, 1965), en tanto otros directores han contribuido hábilmente a consolidar al mito, como Guy Hamilton con 007 contra Goldfinger (Goldfinger, 1964); Lewis Gilbert con Sólo se vive dos veces (You Only Live Twice, 1967) y La espía que me amó (The Spy Who Loved Me, 1977), y John Glen con Sólo para tus ojos (Only for Your Eyes, 1981), entre otros.  

Seguidoras de esta línea, se han producido cintas como las dos partes de Misión: imposible (Imposible Misión), basadas en una serie de televisión muy popular, y El Santo, cuyo personaje central, Simon Templar, tiene antecedentes literarios y mediáticos (radio, comics, televisión y cine) más antiguos que el mismo Bond. 

Adicionalmente, hay una abundante filmografía de películas de serie B, incluso en nuestra cinematografía, con la serie de Alex Dinamo, donde el actor Julo Alemán intentó emular con muchas carencias  al flemático agente 007, en títulos tan sugerentes como S.O.S. Operación Bikini (1966) y Peligro!... Mujeres en acción (1967), inolvidables de tan malas.  Por último, muy próxima a los estereotipos de este género debe ubicarse una veta paródica que ha dado películas como Mentiras verdaderas (True Lies, 1995); Austin Power (Austin Power, 1996) y la exitosísima Mini espías (Spies Kids, 2001), de corte infantil.  

La gran conspiración  

Situada entre las dos anteriores, otra de las líneas más fecundas del género tiene su simiente en la teoría de las conspiraciones corporativas, en la que los intereses de los gobiernos del mundo, las mafias y las agencias de inteligencia como el FBI, la CIA o, en su momento, la KGB, echan a andar su enorme maquinaria contra individuos —a veces agentes, a veces ciudadanos comunes— que hallan la punta de una enredada madeja de confabulaciones insospechadas, por lo general de manipulación política, militar o económica.  

Esta vertiente tuvo un importante auge durante los años 70, a raíz de las primeras aproximaciones de directores como Alan J. Pakula, con Asesinos S.A. (The Parallax View, 1974); Sydney Pollack con Operación yazuka (The Yazuka, 1975); Francis Ford Coppola con La conversación (The Conversation, 1974), Brian DePalma con Furia (The Fury, 1978), o John Schlesinger con La traición del halcón (The Falcon and the Snowman, 1984), entre varios más. 

Foto: Sean Penn en The Flacon and The Snowman

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