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2009-11-13 00:00:00

A los pintores les gusta el cine (II)

Por Elisa Lozano

"La mancha de sangre" es el título del único largometraje  realizado por Adolfo Best Maugard, basado en el guión escrito por Don Miguel Ruiz , y el nombre del cabaret donde se desarrolla un episodio romántico, entre una prostituta regenteada por un hampón español y un joven cliente que se enamora de ella.

La filmación se llevó a cabo “en el interior de un cabaretucho de mala sombra, tal y como lo requería el argumento” decorado por el propio Best “con unas pinturas muy interesantes” . Efectivamente, se trata de murales que representan hombres y mujeres en actitudes gozosas, jardines; mientras que la pared de la habitación del hampón, está adornada con volutas hojas, que en algo recuerdan los motivos del célebre método de dibujo publicado por el mismo Best Maugard, con ilustraciones de Miguel Covarrubias.

Otras locaciones se hicieron en las calles de la ciudad de México, mismas que en ambiente nocturno se ven al inicio de la cinta adornadas con letreros de “publicidad luminosa” que denotan la modernidad de una ciudad cosmopolita.

Para interpretar a “Camelia”, el personaje principal, el director pensó en estrellas del momento como la actriz Adriana Lamar y la cantante Elvira Ríos, pero finalmente, optó por la desconocida señorita Soledad García Corona, quien según la prensa, tenía “unos ojos y boca que enamoran”, y que a la postre cambiaría su nombre por el de Stella Inda.

Best introduce incisivos detalles en la narración para mostrar la desigualdad social, como la señora de la limpieza que toma de la basura una flor para adornar su pelo y otros, que lo acercan a la estética rusa de las cintas realizadas años atrás por la Compañía Sovkino, que presentaba “a las personas como son: feas, sucias, bajas, miserables, bellas, fuertes o cómicas, nobles o perversas, dejando que la misma exhibición, la idéntica fotografía en movimiento, desprenda, si la tiene, belleza, y si no, que sea como es, sin artificio, sin falsedad, sin adornos”.

Fotografía

El trabajo previo realizado por Agustín Jiménez para Best Maugard, debió resultarle satisfactorio, toda vez que pensó en él y en el experimentado Ross Fisher para fotografiar la cinta. Cabe señalar que a pesar del deterioro del film, que entorpece su adecuada lectura, se percibe la efectiva iluminación del binomio, sobre todo, en la notable secuencia del baile de la chica desnudándose sobre la mesa, resuelto con juegos de luces laterales y sombras, o la sobreimpresión de imágenes mediante la cual vemos -al mismo tiempo- el rostro del hombre con mirada lasciva, una mujer en close up mordiéndose los labios y el cuerpo de la chica despojándose de sus prendas. Según Eduardo de la Vega, Jiménez, en evidente acuerdo con Best Maugard “aplicó una estética que reclama sus antecedentes en algunos ejemplos del Kammerspielfilm o cine verista alemán de los veinte cultivado por realizadores como Lupu-Pick, Leopold Jessner, Paul Leni, George W. Pabst, Karl Grüne, Ewald A. Dupont”.

Esto es visible en algunas tomas, como el top shot de la mesa con el cenicero lleno de colillas que da el paso del tiempo, los agudos contrapicados, la fragmentación del cuerpo femenino en varios momentos de la cinta, abundantes close ups y planos detalle.

Cabe decir que Miguel Ruíz había titulado a su obra Urraca, nombre que cambió por Hampa, hasta finalmente quedar con el título que conocemos actualmente. Parece ser que fue el mismo Best Maugard quien editó la cinta en los Estados Unidos.

Recepción

La prensa capitalina siguió paso a paso el tortuoso rodaje, con interrupciones y contratiempos, a saber; la constante falta de presupuesto y la muerte de Miguel Ruiz, quien poco antes había establecido contacto con extranjeros para distribuir la cinta en Estados Unidos, Cuba y Sud-América. En México "La mancha de sangre" se exhibió hasta el otoño de 1942 en función abierta en una de las salas de Felipe Mier.

El tema y las sorpresivas imágenes suscitaron todo tipo de comentarios en los diarios capitalinos. Y es que las prostitutas de Best, al contrario de sus antecesoras de celuloide (como "Santa", Antonio Moreno, 1931), sin falso pudor “se alejan del arquetipo tradicional para ejercer con placer un oficio como cualquier otro”. Ese hecho insólito en nuestro cine, el desnudo integral y algunos guiños lésbicos, contribuyeron a la inmediata prohibición del filme por parte de la Secretaria de Gobernación, que en una notificación firmada por F. Gregorio Castillo enviada a la Cía. Mier y Brooks, sentenciaba que el contenido de la misma no satifacía “lo señalado en el artículo segundo del Reglamento de Supervisión Cinematográfica en Vigor”.

Sin embargo, artistas plásticos como “el chamaco” Covarrubias, y un amplio sector de la industria fílmica reconoció en la película de Best y su equipo una obra digna de la mejor sala de arte.

En un gesto solidario hacia el pintor la revista Cinema Reporter reunió los comentarios positivos de la prensa y los publicó a doble página en su edición del 13 de febrero de 1942.

No obstante la censura convirtió a "La mancha…" en la primera “cinta maldita” nacional y en oscuro objeto del deseo de una generación de adolescentes según el testimonio de Salvador Elizondo, quien desenmascara la falsa moral imperante de “un cine que desconoce, cuando moraliza, el sentido esencial de la moral, que no es ciertamente el de condenar determinados actos humanos, sino el de justificar los actos humanos que la hipocresía se empeña en condenar.

El negativo original tuvo un destino azaroso, desapareció durante años hasta que fue recuperado y restaurado por la Filmoteca de la UNAM, pero sin un rollo de imagen y otro de sonido (la copia que conocemos actualmente). Pese a las buenas aportaciones formales del artista-director, bien apreciadas por un amplio sector de la industria y la crítica, Adolfo Best Maugard, desalentado ante la imposibilidad de exhibir su obra fílmica, se retiró del cine.


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