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2023-10-20 00:00:00

Crítica: «Los asesinos de la Luna» o La alteridad y el revisionismo americano

Por Pedro Paunero

En “Héroes de barro»: Un caso de revisionismo americano” (1), apunté:

“Héroes de barro” (aka. “Llegaron a Cordura”; They Came to Cordura, Robert Rossen, 1959), no sólo dejaba ver las simpatías que los villistas despertaban en la Señora Geary (Rita Hayworth), dueña del rancho “Ojos azules”, habiéndoles dado asilo durante el tiempo de la Expedición Punitiva, y a quien Thorn deberá arrestar como una traidora que bebía tequila, usaba sombrero mexicano y sarape y de quien se insinuaba un amorío con el general villista Arreaga (Carlos Romero); su incorrección iba más allá, pues narraba la homosexualidad implícita, que algunos han querido ver, que se desarrollaba entre Thorn y el Teniente William Fowler (Tab Hunter), un “oficial y caballero” quien, hacia el final y harto por la presión que le supone el viaje, propone asesinar a Thorn, culpando por ello a los mexicanos. Se dice, este fue el motivo por el cual, al año siguiente, el viejo espíritu de Cowboy de John Wayne se vio indignado, cuando expresó, en cierta entrevista, que tal inmoralidad era un veneno que fluía por las venas de Hollywood a lo cual, un tanto incoherentemente, añadió:

“¿Cómo consiguieron a Gary Cooper para hacer esto? Para mí, por lo menos, simplemente degrada la Medalla de Honor. Toda la historia es una burla de la mayor condecoración americana al valor, toda la premisa de la historia es errada, ilógica, no escogen al tipo de hombres que escoge la película para ganar la condecoración, y esto puede demostrarse a través de la verdadera historia de la condecoración”.

La película “Los asesinos de la Luna” (aka. Los asesinos de la luna de las flores; Killers of the Flower Moon, 2023), se inscribe en una seudo tradición estadounidense, inscrita en la expiación de los pecados del racismo, alterna y paralela y, por esto, constituida por contados ejemplares como la citada “Héroes de barro”, “Sargento Rutledge" (aka. El sargento negro; Sergeant Rutledge, John Ford, 1960) o “Danza con lobos” (Dances with Wolves, Kevin Costner, 1990), que intentan enmendar una deuda que la avaricia blanca ha ejercido sobre “el otro”, distinto, desigual y, por ello, indigno de participar en el “American Dream”.

En la historia de Ernest Burkhart (Leonardo DiCaprio en uno de sus contados papeles de villano), ex combatiente en la Primera Guerra Mundial, alentado por su tío, el mafioso local William “King” Hale (Robert DeNiro) -un verdadero “Kingpin”- a casarse con Mollie (Lily Gladstone), miembro de la riquísima nación Osage, recluida en una reservación de Oklahoma, no obstante pletórica de petróleo, y heredera de una inmensa fortuna, cabe la destreza legendaria de su realizador, Martin Scorsese, en la traza de unos personajes moralmente deprimidos, corrompidos al grado de la obscenidad y envilecidos por la codicia.

Ernest, al principio chofer de Mollie, descubre que no es el único blanco casado con una mujer Osage. Lo rodean niños mestizos, fruto de otros matrimonios de padres blancos, cuyos juegos y risas ocultan la sistemática matanza de Osages, cuya riqueza pasa, así, a manos de estos esposos, prácticamente zánganos que se alcoholizan y gozan a costa de la tribu.

En este mundo inestable, donde los asesinatos de indios quedan impunes, cuestiones como la “pureza de sangre”, empero, acusan una doble direccionalidad. Lizzie Q (Tantoo Cardinal), la madre de Mollie, expresa su disgusto al ser testigo de cómo sus descendientes han sido “blanqueados”, mientras “King”, disfraza su racismo hacia los indios, alegando “amarlos”, mientras acusa a los negros de comenzar los disturbios raciales en el resto del país.

El gran pecado americano, encarnado en un Robert DeNiro -que siempre es Robert DeNiro en sus actuaciones-, tiene, igualmente, un reflejo atroz en la asqueante conducta del jurado blanco, y en los quehaceres del abogado W. S. Hamilton (una breve pero furiosa actuación de Brendan Fraser), equilibrados por la investigación de Tom White (Jesse Plemons), agente del recién creado FBI -cuya llegada profetiza Mollie,  en medio de un delirio-, que realmente cree en la justicia.

Adaptación de “Killers of the Flower Moon: The Osage Murders and the Birth of the FBI”, una obra de no ficción, escrita por David Grann no es, sin embargo, la primera película en llevar a la pantalla la matanza, “Tragedies of the Osage Hills” (1925), dirigida por James Young Deer, el primer director indígena estadounidense, se estrenaba cuando los sucesos todavía se encontraban frescos en la memoria del público, y que funcionara como una especie de telediario pionero.

Thriller psicológico, Noir y Western a la vez, retrato somero de costumbres, “Los asesinos de la Luna” centra la convicción de su relato en la actuación nerviosa de DiCaprio, y el efecto revulsivo de su mensaje antiracista.

Para saber más:

(1) “Héroes de barro»: Un caso de revisionismo americano” por Pedro Paunero