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2018-01-21 00:00:00

My French Film Festival MyFFF: Los franceses y el verano

Por Pedro Paunero

"Hemos visto astros
Y olas; hemos visto playas además;
Y, malogrado muchos choques e imprevistos desastres,
Nos hemos hastiado, a menudo, como aquí.

El esplendor del sol sobre el mar violáceo,
El esplendor de las ciudades en el sol poniente,
Encendían en nuestros corazones el impulso inquietante
De sumergirnos en el cielo con su reflejo fascinante.

Charles Baudelaire

Si hacemos un breve repaso por algunos títulos de la cinematografía francesa, descubrimos una nación que rinde pleitesía al verano. Pero es que ¿habrá algún pueblo que no ame realmente el sol, el verano, la playa, el placer de asolearse o la promesa –aunque ingenua-, de un amor de verano, libre y breve pero inolvidable?

Los franceses, el cine de poesía y el cine de denuncia. El genio Jean Vigo, que antes que otra cosa era un poeta, de quien todos conocemos su trágica muerte temprana, volvió una y otra vez sobre un solo tema en la brevedad de su trascendente obra: el gozo de vivir, el tan conocido “Joie de vivre” francés. La vida le dio la oportunidad de filmar tan solo cuatro películas, dos de estas obras maestras, una oda a la infancia escolar y un reclamo de libertades, “Cero en conducta” (Zéro de conduite, 1933) y la extasiada “L'Atalante” (aka. Le Chaland qui passe, 1934), una de las mejores películas de la historia, que siempre recomiendo ver una y otra vez, y que constituye un canto al amor de pareja, así como al erotismo. En su primer cortometraje, “A propósito de Niza” (À propos de Nice, 1930), captura la regalada vida de los veraneantes ricos en la ciudad del título y, de manera casi invisible en cuanto a técnica que no en imágen, la estratificación social, el egoísmo y sus contrastes económicos, haciendo de este un ejemplo de documental pionero de la crítica social.      

Los franceses y las vacaciones. Jacques Tati envía a pasear a la playa al torpe Monsieur Hulot, su fascinante personaje y alter ego en “Las vacaciones del Señor Hulot” (Les Vacances de M. Hulot, 1953). Vemos a gente que se asolea en la playa, que juega, que pierde el tiempo o, de plano, no hace nada, es decir, que se encuentra de vacaciones. A esa playa llega Monsieur Hulot con sus enormes pies y sus lerdas manos para perturbarlo todo de manera muy divertida, ya sea tratando de abrir una sombrilla o abriendo una puerta y, de paso, criticando la rigidez burguesa, tan insípida como hipócrita. Tati descubre el “Joie de vivre” en los actos de lo cotidiano. El conjunto es inolvidable y gozoso.

Análisis de un verano en París. El antropólogo Jean Rouch y el sociólogo Edgar Morin ruedan “Crónica de un verano” (Chronique d'un été, 1961), un ejercicio de Cinema Vérité y Direct Cinema que se torna magistral. Lo de “ejercicio” apunta a la intención meta cinematográfica de esta obra de este par de influyentes científicos, que reflexionan sobre la “obra acabada” y la intervención visible y directa de la cámara, y de ellos mismos como estudiosos, sobre la gente a la que abordan, entrevistan y “diseccionan” en el filme.         

Los franceses y la naturalidad del cuerpo y el sexo. Hay que ver con qué naturalidad Eric Rohmer filma hermosas adolescentes semi desnudas de manera fresca, ambientalista, despojada de culpas o temores. En “Pauline en la playa” (Pauline à la plage, Éric Rohmer, 1983), tercero de los films que pertenece a su serie de las “Comedias y proverbios”, la quinceañera Pauline y su prima Marion tienen cortos pero significativos romances mientras van y vienen en bikini por una linda playa repleta de vacacionistas. El amor nunca fue más tierno y, misteriosamente, más maduro, sino a través de los ojos de la encantadora Pauline.   

Los franceses y el despertar sexual. Entre los varios largos y cortometrajes del My French Film Festival del año 2018, dedicados al verano y a la playa, destaca “Ava” (Ava, Léa Mysius, 2017), rodada en 35 mm porque así “se le dio la gana” a su directora. Ava (Noée Abita, toda una revelación) tiene trece años, una enfermedad que le impedirá, poco a poco, ver por la noche primero y, durante el día, después. Ava enfrenta su mal con acciones diarias porque el tiempo apremia. Es rebelde con su madre, quiere un perro como mascota (quizá, como lazarillo en un momento dado) y, como no lo tiene, lo roba a un jovencísimo gitano que se refugia en una casamata en la playa. Juega, o practica, que se ha quedado ya ciega, vendándose los ojos, usando un palo como bastón, bañándose desnuda en el mar, trepando a una azotea, temeraria, casi pisando el borde de la cornisa. Se hace novia del gitano, tiene sexo, se enamora, duerme sin ropa en los brazos del chico, baila, huye, se moja con la lluvia, sueña que asalta –vueltos, ella y su amante adolescente, unos salvajes- a los nudistas a lo largo de la arena, sin más vestido que una capa de barro. El Joie de vivre se revela a través del despertar sexual, sin tapujos, pues, como expresara Wilhelm Reich a lo largo de toda su obra, no hay peor crimen humano que el considerar al sexo como algo pecaminoso. “Ava” nos recuerda al maravilloso dramón “Un verano con Mónica” (Sommaren med Monika, 1953), de Ingmar Bergman, situado a medio camino de sus primeras y melodramáticas películas y sus últimas y pesadas obras maestras, pero sin la carga de culpa, inocente, luminoso y aventurado –pero quizá no venturoso-, como sólo lo puede ser la primera vez que uno se encuentra enamorado.

Los franceses y las muchas formas de amar. En “El desconocido del lago” (L'inconnu du lac, 2013) Alain Guiraudie nos presentaba toda una comunidad gay de adoradores del sol, del agua, de las posibilidades del amor tras cada tronco de árbol, bajo muchas caras, así como de su oscuridad y de la muerte. La película fue exhibida en la sección “Un Certain Regard” del Festival de Cannes de 2013, con la cual su realizador se alzó con el galardón a mejor director. En My French Film Festival el justamente celebrado François Ozon, nos presenta el otro lado del amor diferente, es decir, aquel que solo puede recubrirse de luz, en la extensión del descubrimiento del puro erotismo en su poli amoría, en el cortometraje “Un vestido de verano” (Une robe d'été, 1996). Es la historia de una pareja gay de amigos con derechos, que tienen una discusión al comienzo. Uno de ellos, enojado, huye en su bicicleta. En la playa, desnudo, se topa con una española que le propone sexo en el bosque. Para él será la primera vez con una chica. A su vuelta a la playa, y al descubrir que le han robado sus ropas al chico, ella le presta su vestido para su regreso en bicicleta. Sabemos que intentará devolverle el vestido a la chica, en el muelle, al otro día, antes que ella parta. Sabemos que se besarán en la boca. E intuimos que ninguno olvidará la aventura. Corto, sencillo y directo. Como debería ser el amor para que perdure en la memoria.  

Los franceses y el verano de la despedida. Otras miradas al verano en My French Film Festival son “Antes de que termine el verano” (Avant la fin de l'été, Maryam Goormaghtigh, 2017) y “La película del verano” (Le film de l’été, Emmanuel Marre, 2016). La primera narra la aventura de tres iraníes a lo largo del sur de Francia, mientras van a despedir a uno de ellos que regresa a su país de origen. La segunda, un mediometraje, cuenta la historia de dos amigos que viajan, uno de ellos con su hijo, a quien debe devolver a su madre. Cuando el verano se entristece tiene forma de viajes por carreteras, de encuentros y desencuentros, de fugaces amoríos inacabados, de canciones, de parques, de gasolineras, de ferias, de parques de atracciones, de conversaciones intimistas entre amigos, de corazones rotos. En una palabra, de despedidas.

Y así, todavía en invierno, fuimos y volvimos, de este viaje al verano francés. Joie de Vivre! Sólo se vive una vez.  

Para fascinar a estos amantes pordioseros de ropa
con sus carnes tostadas de caricias solares,
dóciles al tacto, ofrezco puros espejos que embellecen las cosas:
mis ojos, mis dos enormes pozos de eternidad.

Baudelaire.

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