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2010-11-01 00:00:00

Vivir Morelia: El discreto encanto de festivalear

Por Ulises Pérez Mancilla 

Terminó Morelia. Con sus plazas llenas de gente deseosa de ver cine a la medianoche. Con sus funciones agotadas, sus homenajes precisos y su personalidad propia, producto de una programación arriesgada, congruente con sus orígenes a ocho años de su creación. Un Festival que ha rebasado sus propias expectativas en cuanto a afluencia, invitados, actividades, retrospectivas. Creció pues, y uno no logra despojarse tan fácil de las ganas de volver. Daniela Michel, directora general del Festival Internacional de Cine de Morelia no se equivoca: han construido el espacio ideal en México para ver, disfrutar y discutir cine, en una sana convivencia entre público, crítica y comunidad cinematográfica. 

Esta es la crónica día a día del festival, cuya programación selecta llega al Distrito Federal del 28 de octubre al 14 de noviembre a la Cineteca Nacional, al Cinematógrafo del Chopo, al MUAC y a diversos complejos de Cinépolis. ¡Consulten cartelera! 

Viernes 

Arranca el Festival con la proyección de Maclovia de Emilio Fernández en el Teatro Emperador Caltzontzin, marcando un antecdente para el festival y para Pátzcuaro, que a partir de ahora contará con la proyección regular de cine en 35mm y se convierte en la nueva sede del Festival. Se trata de una inauguración solemne, con más diplomacia que glamour, en la que la Filmoteca de la UNAM recibe un reconocimiento por sus 50 años de vida. 

Sábado 

Comienza la proyección de cortometrajes en competencia. En la que destaca La mina de oro, de Jacques Bonnavent, que una semana después se convertiría en el cortometraje ganador. En el cine exhiben lo nuevo de Jane Campion y Fatih Akin mientras en los pasillos la prensa se alista para Javier Bardem y se pregunta ¿vendrá con Penélope? Pero no, llegó solo y de pisa y corre. Iñarritu responde en conferencia de prensa que no, que nada de lo que hay en Biutiful es error: incluido el latir del corazón de Bardem en medio de un horrendo roce de micrófonos. Lo confirma Martín Hernández, su diseñador sonoro: es experimentación pura. A iñarritu lo acompaña su principal equipo creativo, entre los que destacan: Brigitte Broch, Rodrigo Prieto y Lynn Fainchtein. Algún incauto pregunta a Bardem si con Uxbal ha llegado “el personaje de su carrera” a lo que de inmediato contesta: “Pero por supuesto que no, quiero creer que me quedan muchos años como actor y que vienen más y maravillosos personajes” (como que se encuentra filmando con Terrence Malick). 

Iñarritu se traslada al Cinépolis Centro a develar la placa conmemorativa del festival junto con Terry Gilliam que apenas aparece, evidencia la presencia farandulera del “Negro” que a diferencia del director consagrado, es de los que, publicista al fin, gustan de tejerse un velo de misterio a su alrededor. Después de todo, como diría Carlos Boyero, crítico de El País, se trata del director latinoamericano más importante internacionalmente. Por la noche, los fans se arremolinan y los paparazzi tiran su ráfaga de flash para alcanzar la mejor pose o el inalcanzable autógrafo en una alfombra roja en la que, efectivamente, el glamour y el nivel internacional lo da el equipo de la película inaugural: Biutiful.   

Domingo 

Este año, hay más actividades que nunca, y muchas de ellas ocurriendo simultáneamente. Es imposible no elegir arbitrariamente eventos y funciones con la falsa esperanza de estar en el lugar y el momento indicado en que ocurra la sorpresa del día, ya sea en las salas o en las calles, porque Morelia emana desde hoy ansiedad cinematográfica. En el Cinépolis Centro por ejemplo, hoy se programa a Tavernier y a Kiarostami, mientras en Las Américas, sucede la premiere de la ópera prima de Julio Bracho: Desafío. Así de contrastante y así de democrático el Festival. 

Por la tarde, la directora tijuanense Aideé González seduce al público con su película Tierra Madre, codirigida por Dylan Verrechia. La gente se vuelca en preguntas a esta actriz nata que, a la Diablo Cody, vivió como bailarina de un Table Dance por muchos años para darle un sustento digno a sus hijos, antes de decidirse a plasmar un episodio de su vida al lado de otra mujer en el cine y cambiar el baile por estudios de belleza en Los Ángeles. 

El día (y la noche) se lo lleva Canana, cuya presencia siempre está rodeada de un ímpetu rockstar que esta vez, protagonizó Diego Luna en la función al aire libre en la Plaza Benito Juárez al presentar Revolución. El director de Abel, poquito pasadito de copas e inoportuno hasta las chanclas, interrumpió las felicitaciones que le hacía la gente (poco merecidas dado el nivel ínfimo de sus cortos) y se puso a hablar de chistes escatológicos a propósito de que Reygadas había ido al baño y que el propio Reygadas (en el mismo estado) se encargó de confirmar. Ahí (y así) recibieron el premio que recién recibieron en Biarritz. Pasada la medianoche, la gente huía de la fiesta que Quality organizó para Desafío gracias a una música nada oportuna, que mandó a casi todos los invitados a la privacidad de los portales aledaños a la Catedral, donde ya se podía ver a uno que otro con las tradicionales playeras que Pepe Quintanilla manda a hacer ex profeso para sus amigos del festival con la leyenda: “Mis nochecitas en Morelia son mejores que tus días en Cannes”.  

Lunes  

Se habla ya de dos joyas del festival: Armadillo de Janus Metz y Sound of Noise de Ola Simonsson y Johannes S. Nilsson, cortesía de la Semana de la Crítica en Cannes. Por la mañana, Sebastián Hiriart presenta su película en competencia A tiro de piedra, con relativa buena aceptación, al grado de catapultarlo como favorito, a pesar de que entre la prensa comienza a haber cierta incomodidad ya por el sobado método de producción improvisada. De lo mejor hasta ahora en la sección de cortometrajes: 29 de Carlos Armella y Busco empleo del joven director recientemente fallecido: Francisco Valle.  

Comienza a hacerse usual ver a Terry Gilliam caminar por Morelia acompañado de su familia como la fresca mañana, así como al vicepresiendete del festival Cuauhtémoc Cárdnas Batel al pie de las escaleras del cine seleccionando funciones en su programa de mano. Día ajetreado: Carlos Bonfil y Jorge Volpi presentan “las imprescindibles de Monsiváis”, Lupita Ferrer, directora de la Filmoteca devela una placa en honor a los hermanos Alva y Damián Alcázar presenta García, la película colombiana que protagoniza al lado de Margarita Rosa de San Francisco. Por la noche, simultáneamente, Iván Ávila presenta su documental Zacateco en la Plaza Benito Juárez al aire libre con casa llena. En el Cinépolis Centro, Doris Dörrie, desfachatada y hablando perfecto español se sienta en las escaleras de la sala 3 a ver su propia función de La peluquera, mientras Ricardo Bennet presenta una copia no terminada de Nómadas, su reciente largometraje protagonizado por Lucy Liu y Tenoch Huerta, a quien al finalizar la función el público confundió con el protagonista de Norteado. Tenoch, diplomático y sin perder el ángel que lo caracteriza tuvo que aclarar que ese otro indocumentado del cine mexicano es Harold Torres. A la exhibición de El tío Boonme que recuerda sus vidas pasadas, la hermosísima pieza ganadora de la Palma de Oro este año, de Apichatpong Weerasethakul; cineasta tailandés que en México conocimos gracias a Paula Astorga vía el desaparecido FICCO; acudieron de la mano José María de Tavira y Ana Claudia Talancón que a media función le echaba miraditas a Chema como diciéndole: “¿y si nos vamos?”. Pero no, al final demostraron su disciplina cinéfila; no así Alejandro Durán, uno de los jóvenes productores que participaban en el Morelia Lab y que abandonó la sala a los veinte minutos. 

Martes 

Como condición para venir, Terry Gilliam pidió que se presentara su filmografía completa y que él estuviera presente en todas las funciones para presentarlas. Esta noche, 12 monos en el centro y Las aventuras del Barón Munchausen en la Plaza Benito Juárez, pero antes, durante el día dio su master class en donde advirtió  una máxima del cine: “Las historias deben servir para contar cosas importantes, no sólo entretenidas”. De lo sobresaliente en la programación de hoy: Tamara Drewe de Stephen Frears y los documentales Vuelve a la vida de Carlos Haggerman y Perdida de Viviana García. En las taquillas, Fernando Carillo y Ximena Ayala, dispuestos a volverse los imprescindibles del festival, sin trabajo qué presentar, pero eso sí felices por el mero gusto de festivalear. En el programa 3 de cortos, sobresale la animación Ponkina, que se convertiría en ganador de El Ojo, mientras Gaza es aborrecido unánimemente por hacer sufrir al espectador con un tono de documental atroz disfrazado de ficción. 

Ofelia Medina pisa el Teatro Emperador Caltzontzin en Pátzcuaro para presentar Gertrudis Bocanegra, mientras Alfredo Gurrola vuelve por lo suyo con Borrar de la memoria, en el debut como guionista del crítico de cine Rafael Aviña. Función abarrotada en solidaridad, cariño y respeto a dos emblemáticas figuras en la historia del cine mexicano. No obstante, quienes la vieron, decidieron cambiar de tema ante la angustiante pregunta de ¿y qué tal estuvo? En la Casa Natal Morelos, Daniel Álvarez presentó el documental sobre su madre adoptiva Fanny Mikey titulado Fanny por siempre. Documento histórico que recupera el legado de esta mujer de nacionalidad argentina que se instaló en Bogotá, Colombia para erigirse como empresaria, actriz, activista social y gestora cultural tras construir el Teatro Nacional y fundar el Encuentro Iberoamericano de Teatro hace 18 años, luego de sobreponerse a la censura de la iglesia y a un bombazo a los primeros días de su creación. Independientemente de su realización discreta (montado a través de registros videográficos del pasado y un sinfín de entrevistas a manera de reportaje), la mera presencia de este documental en el festival es un tributo a los enormes tamaños de Fanny, ícono cultural de Latinoamérica. Joaquín Rodríguez, programador y presentador valuarte de este festival, corrigió en público a una inquieta Mónica Dionne que prometió portarse bien durante la función de Contracorriente y apagar su celular. Al finalizar la película, el director Javier Fuentes-León se mostró contento de mostrar en México esta historia de amor gay tormentosa, mezcla de Brokeback Mountain con Ghost la sombra del amor, que en su momento ganó Sundance y cuyo pie cojea a través de un guión tímido que posee todos los vicios de los talleres de escritura a los que fue sometido. 

De día y de noche, largometraje de la competencia oficial pasó tal cual, de noche, consolidándose como la película más anodina del festival (y del cine mexicano); en cambio, Año bisiesto de Michael Rowe, inexplicablemente fuera de competencia, consternó nuevamente al auditorio que se puso de pie para aplaudir la función de medianoche (agotada desde el primer día del festival) con presencia de Mónica del Carmen y Gustavo Sánchez Parra, indiscutibles actores del año. El día termina con Doris Dörrie poniéndole crédito a su celular formada en la fila del Oxxo. Momento justo en el que Roberto Fiesco logra que pose para su colección personal de fotos de directores, tomadas con su cámara Olga;  dos minutos después pasa Terry Gilliam que es alcanzado a pasos agigantados por Arturo Castelán que lo convence también de posar. “Pero que sea rápido”, dice Terry, “son 5 dólares”, bromea uno de sus acompañantes mientras se dirigen al Juaninos a descansar. Después de todo las playeras de Pepe Quintanilla no se equivocan.  

Miércoles 

El día empezó con la proyección para la prensa de Vete más lejos, Alicia, la ópera prima de una de las hijas pródigas del Festival, Elisa Miller, quien no obstante su simpatía y sangre ligera, vio llover críticas hacia su trabajo: un viaje, literal y metafórico de una chica (Sofía Espinosa) que se busca así misma, con toda la influencia de Lisandro Alonso de por medio, especialmente del filme Liverpool. Sus métodos transgresores de producción fueron poco bien vistos, especialmente porque empiezan a parecer más fórmula que espíritu libre.  

Detrás de ella, en conferencia de prensa también apareció Jorge Michel Grau y sus actores-caníbales, la gran Carmen Beato, Francisco Barreiro y Paulina Gaitán, quienes después de todo lo que ha pasado con Somos lo que hay, ya ampliamente encanchados, rebosantes de alegres y con el dominio perfecto del micrófono se echaron a la bolsa a la crítica y público que terminó por revalorar esta pieza de género gore, que marcó un hito en la selección del FICM en cuanto a la aceptación de películas no inéditas en la competencia. Mientras el Centro de Capacitación Cinematográfica recibía un homenaje por sus 35 años de existencia, Rafael Corkidi, otro director de antaño cuyo regreso ocurrió vía El maestro prodigioso, aceptaba las duras críticas del público al resultado final de su película, pero irónicamente transmitía lo que pocos: el placer de hacer por hacer cine y aventurarse a contar una historia sin importar si acaso resulta ser una mierda, puesto que para algunos, la vida se resuelve en un set.  

Patricia Bernal resultó ampliamente aplaudida a través de su concepto Formas de amar a mi México, una serie de cortometrajes para celebrar el bicentenario apoyados por TV Azteca que a diferencia de Revolución, de Canana (la productora de su hijo Gael), presenta un compendio de historias sólidas, de extraordinaria manufactura en gran medida gracias a la selección de directores entre los que destacan: Guillermo Arriaga, María Novaro, Alejandro Springall y Antonio Urrutia; auténticos autores que entienden lo que cuentan y hacen palidecer al mismísimo Reygadas y su anacrónico big brother que presenta por corto. 

Los rumores eran ciertos. Tarantino apareció de pronto en Morelia por segundo año consecutivo y puso de cabeza al Cinépolis Centro. Feliz, rebosante de gordo y fascinado, vino exclusivamente a presenciar la proyección de algunas películas de su colección personal que le prestó al Festival: Tintorera, El santo contra la invasión de los marcianos, Vamos a matar compañeros y El mercenario de Sergio Corbuchi y Chang: A drama of the wildernes, que es la que estaba a punto de ver, entre otras. Una vez cumplidos los protocolos internacionales, Daniela Michel corrió a la sala 2 a entregar El Ojo, la pieza de Javier Marín, a Enrique Ortiga; promotor cultural que junto a Daniela, serían los responsables de llevar a cabo las Jornadas de Cortometraje Mexicano en 1994; Ortiga, de origen colombiano, sentó el ánimo, la formación y la disciplina de los actuales promotores del cine nacional. Al borde de las lágrimas, Daniela reconoció a Ortiga, acompañado por tres de sus hijos predilectos: Julián Hernández, Arturo Castelán y Roberto Fiesco, quien leyó un emotivo texto de su autoría en honor al invitado y publicado en el catálogo de este año con el título: “Los regalos de Enrique Ortiga”. Al salir de la función, donde fue proyectado el programa 5 de cortometrajes, era imposible avanzar sin ser mallugado, la gente esperaba con ansias locas a Danny Trejo, protagonista de Machete, convertido por el talentoso y multifacético Robert Rodríguez en héroe nacional a través de su incisiva caricatura sobre un vengador migrante que no deja títere sin cabeza, amén de su trepidante acción y su desfile estrafalario de personajes que van desde un senador fundamentalista (Robert de Niro) hasta una junkie redimida por dios (Lindsay Lohan en una saludable interpretación de ella misma). 

Justo a la mitad del festival, atestiguamos otro de los grandes aciertos de Morelia al hermanarse con uno de los festivales más longevos del país: el festival MIX, que por primera vez cedió espacio en su programación a una curaduría de cortos de Joaquín Rodríguez y Arturo Castelán (productor, director y fundador del Festival de Diversidad Sexual en Cine y Video), cuya demanda no sólo agotó los boletos de esta función desde el primer día, sino que motivó la apertura de otra función para el viernes. El público LGBT michoacano fue de la carcajada pura a la consternación realista y cruel a través de: Sucker (esa divertida y honesta exploración de la soledad resuelta literalmente a mamadas), Depilación (dolorosamente divertida), ¡El santo contra el deseo de la carne del circuito exterior! (jocosa obra de culto de Víctor Jaramillo), La misma adoración y gloria (de la autoría de Castelán, la afortunada y necesaria revaloración del amor en los tiempos del SIDA), Vapor (sobre las relaciones en declive) y la perturbadora Weak Species (basada en textos de Denis Cooper) que en conjunto formaron parte del programa: Algunas obsesiones eróticas: Gay Boys whit Toys.

Jueves 

Así empieza la mañana: Silverio Palacios lloriquea en medio del mar durante la secuencia que abre Acorazado, la película con la que Álvaro Curiel devuelve al público un poco del sentido que solía tener el ritual de ir a ver películas: entretenerse, perderse y dejarse envolver por la magia del cine que es un genuino y auténtico engaño.  Maestro de ello es Fernando Trueba que viene a presentar El baile de la victoria, su penúltima película, tan quitado de la pena como Doris Dörrie, que no sólo es una directora genial, sino una turista destacada y conocedora. Para mujeres en el cine, Morelia rindió tributo a dos grandes: Ida Lupino vía El bígamo (1953) y Matilde Landeta con La negra angustias (1949). Ambas, precursoras de la visión femenina en el cine irrumpiendo como directoras en sus respectivas épocas de oro, una en Hollywood y la otra en México, echando mano de sus respectivos oficios como actriz y continuista, respectivamente. 

Este día, el programa 3 de cortometraje documental se erige como uno de los mejores del festival. No sólo por la calidad de los cortos expuestos, sino por el nivel experimental, la profundidad social o el compromiso genuino con la realidad a la que los realizadores se acogen. Carne que recuerda de Dalia Huerta que resultó ganador, es un ensayo audiovisual potente sobre las significaciones del cuerpo como depósito de recuerdos, un hilado de voces en off e imágenes de gente ordinaria sometida conciente o accidentalmente a un impacto orgánico que les cambió la vida. Barrios, beats y sangre del periodista norteamericano colaborador del Time Ioan Grillo, aporta un análisis más a la debacle social en Ciudad Juárez, exponiendo en toda su crudeza a la juventud de los barrios, que se sobrepone esperanzadoramente a la invasión del narco creando vínculos familiares en la calle a través del Hip hop. Sólo pase la persona que se va a retratar de Roque Azcuaga, es a todas luces un documento histórico entrañable, homenaje a un pasado que todavía no es tan pasado, pero que ya sepultó usos, costumbres y fuentes de trabajo de verdaderos artistas detrás de la cámara.

Finalmente, Daniel Reyes para presidente de Daniel Reyes, valiente documental a través del cual el director registra el reencuentro con su padre homónimo, un gran personaje a fuerza de golpes de vida, que lo llevaron a perder el sentido de la realidad tras su encarcelamiento en el 68 a propósito del movimiento estudiantil. En extremo íntimo, algunos apuntes de Daniel hijo de pronto olvidan la figura poderosa del padre esquizofrénico que en su locura, desata una bocanada de transparencia, cordura moral y amor genuino.

Por la tarde, Diego Luna vuelve a Morelia (ésta vez mejor portado) para recibir el Premio José Cuervo que consiste en 100 mil pesos y que, dijo, lo utilizará para escribir el guión de su siguiente película. En la Aula Mater de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo se presenta gratuitamente el programa 7 de cortos ante un público en su mayoría joven, ansioso de retroalimentación, a la que sólo se presentaron Pablo Delgado de Dorsal y Miguel Anaya de la animación Tempo rubato.

Horas después inicia el programa 6 en la sala 1. Una función con casi todos los participantes del Centro de Capacitación Cinematográfica, incluidas Elisa Miller y María Novaro; quienes posteriormente saldrían a celebrar al Jardín de las Rosas con una cubeta de cervezas, uno de los años de mayor participación de la escuela. Fiestas hay todas las noches, pero no siempre se tiene la suerte de entrar. A decir de todos, las mejores suelen ser las del IMCINE, especialmente porque uno puede darse el lujo de ver bailar a ritmo de música de boda a celebridades que van desde Barbet Shroeder hasta el mismísimo Alejandro Ramírez o la siempre propia y agradable, Marina Stavenhagen. Sin embargo, al igual que en los festejos de las productoras majors: Lemon, Mantarraya o Canana, no siempre se tiene acceso si no se cuenta con invitación de por medio, así que si no se es una celebridad (y a veces ni eso) hay que sacrificar tiempo en las interminables y aburridas filas o en los cateos discriminatorios para poder entrar. “La casa de Sam” es otra opción: leyenda de leyendas del Festival de Morelia. 

Todos en algún momento de la madrugada vagan por las calles intentando dar con la dirección del lugar para unirse a la interminable barra libre y al roce con la crema y nata del festival y la socialité moreliana. Esta noche, el DJ invitado es Rulo, quien, como en los mejores tiempos de Radioactivo, acompañó a su carnal Olallo Rubio en la presentación de This is not a movie, que efectivamente a según el público asistente, termina no siéndolo. La fiesta resultó tan buena, que el propio Billy Rovzar abandonó la suya para unirse a esta. 

Viernes 

Como cada año, la presencia militar arrecia cuando se acerca Margarita Zavala, la primera dama que, generalmente elige ver un programa de carácter social en el Cinépolis Centro: Cine sin fronteras, foro de los pueblos indígenas o documentales. Pero este año se animó con la ficción y tuvo que digerir el programa 6 de cortometrajes, a decir verdad, el más queer de todos, con relaciones homoeroticas mujer-mujer, mujer-transexual, cortesía de las cortometrajistas Fernanda Valadez (De este mundo) y Lucero Sánchez Novaro (Miel); además, de uno de los primeros cortos que abordan un tema espinoso y cruento del sexenio de Calderón: Hilos y Cables de Juan Carlos Martín sobre el avionazo en que perdió la vida el ex secretario de gobernación Juan Camilo Mouriño.  

La presencia de la trilogía de Fernando de Fuentes (sutil acercamiento a los festejos del bicentenario que, junto con el coloquio de Cine y Revolución, dieron justo reconocimiento a la fecha sin abanderarse de un falso sentido patrio) cierra este día con la proyección de Vámonos con Pancho Villa que comparte fecha con el documental El Varal de Martha Ferrer y la premiere de la bicentenaria: El viaje de San Juan de Francisco Athie que, como se hizo costumbre con los estrenos nacionales, conquistó más expectativas que los largometrajes en competencia: el último de ellos, Las marimbas del infierno que en su función con público arrancó sonrisas y aplausos gracias a su personaje “el Chiquilín”, quien fuera alumno del director Julio Hernández en Guatemala y cuya presencia representa el alma de la película, instalada en el falso documental, el cuadro contemplativo y el registro sociológico con tendencia a la improvisación bajo la estética de la fotógrafa de María Secco. Así como muchos se rieron, otros se fueron o se durmieron. Las marimbas del infierno no es película de medias tintas. El propio Julio, altamente amable y tímido, tomó el micrófono para defender su apuesta arriesgada: “ya sé que en este festival hay algunos que están en contra del cine experimental, pero…” “¿Algunos?, muchos”, se oyó desde gayola. Era Elisa Miller que entre el público, gritaba al aire con recelo, pero con dedicatoria a la prensa que unánimemente criticó Vete más lejos, Alicia. Durante el festival, a nadie ocultó su sentimiento de tristeza y desencanto; sin embargo, estaba tan clavada con las palabras que Rafael Aviña publicó en el diario del festival, que se privó de recopilar lo que el bonito público apreció de su filme (porque sí hubo quien). Esta misma tarde, en las escalinatas del cine, un grupo de adolescentes dialogaban fascinados acerca de la propuesta de Miller, que definitivamente no se mira dirigiendo con toda la parafernalia que implica el cine a su alrededor.

Por la tarde en la Aula Mater de la Universidad, tocó a Julián Hernández y Christian Rivera responder a las preguntas de un público joven, ávido de cine que abarrotó la función en la que presentaron respectivamente Atmósfera y Desierto. Hernández, a pulso de constancia, se ha ganado ya un lugar indiscutible en el Festival, incluido su propio grupo de seguidores que año con año esperan ver lo más nuevo de su filmografía. Esta tarde, entre broma y broma, cruzó por la alfombra roja de la mano de Joaquín Rodríguez, nomás para provocar, para asentar lo que ya no se tendría que cuestionar. Tiernamente, uno de sus fans más jóvenes gira y le dice a su mamá: “mira, es Julián Hernández”. Más tarde, la misma madre del pequeño sería quien le tomaría una foto de celular a su hijo con su director favorito que con la voz entrecortada de alegría se acerca para decirle: “he visto todas tus películas”.

El sentimiento de viernes también fue unánime: la mayoría de los asistentes buscaban ya despejar sus mentes con una película contada con el manual del ABC y es entonces que Gustavo Loza hace su aparición con La otra familia, una película tradicional de forma, pero revolucionaria de fondo, cuya importancia radica en el tema que trata (parejas gay viviendo legalmente y con posibilidad de adoptar niños). A la premiere acudió gran parte del elenco: Jorge Salinas, Nailea Norvind, Jaime Almeida, Ana Serradilla, etc. Si alguien quería medir con termómetro la película, la sala abarrotada y las funciones extra, incluida la presencia de una monja curiosa deseosa de expresar su opinión al final de las proyecciones, habla de altas, muy altas expectativas en taquilla. Y desde luego, de un Festival de Morelia altamente gayfriendly.

Sábado 

Los finales de festival tienen un sabor raro, mezcla de incertidumbre y pérdida por el arraigo generado a lo largo de una semana.  Roberto Fiesco y Mariana Linares empiezan el día con la transmisión en vivo de Cinesecuencias Radio a través de Reactor. Sus invitados: el polémico Rafael Aviña, Álvaro Curiel, quien más tarde ganaría el premio del público con Acorazado, el documentalista Daniel Reyes, el cortometrajista Pablo Delgado y el actor Baltimore Beltrán. Morelia ocurre mientras a su alrededor mientras ellos transmiten bajo la producción de Gabriela Álvarez, muy profesionales, muy quitados de la pena. Sintonizarlos, significó para algunos perderse la segundo función de Carlos, el largometraje de Oliver Assayas de 330 minutos (el único que no se presentará en la retrospectiva de Assayas que exhibirá el Festival en el DF en colaboración con la Cineteca Nacional).

Al mediodía, bajo fuertes rumores, se decía que Andrés García vendría con Hugo Stiglitz y René Cardona Jr. a presentar Tintorera, de la colección personal de Tarantino, pero al final no hubo tal presencia. 

La ceremonia de clausura se acerca y en los pasillos el rumor es cada vez más fuerte: Las marimbas del infierno será el largometraje ganador (y así fue). Pronto, los concursantes comienzan a descartarse a partir de una vieja y diplomática tradición en la que los organizadores del festival te avisan que te quedes a los premios desde una noche antes. Quienes no reciben dicho aviso, de antemano saben que este no fue su año. Algunos se quedan a aplaudir, otros se van, pero lo cierto es que el festival quedaría inconcluso sin las emotivas palabras de Daniela Michel que al final, invita a pasar a los ganadores al foro del Teatro Ocampo para la foto  conmemorativa. Ahí estaban Julio Hernández, Álvaro Curiel, Jacques Bonnavent, Beatriz Herrera, Miguel Ángel Ventura, Dalia Huerta, Martha Ferrer y la mamá de Paco Valle arrastrando el corazón de contento, entre otros ganadores de la sección michoacana y del Morelia Lab.

El festival es, después de todo, por y para ellos. Somewhere, la vuelta autoral de Sofía Coppola a sus inquietudes sobre la monotonía de la vida, es la película de clausura. Por la noche, Cinépolis vuelve a ser de Morelia. Se abren funciones dobles. El cine está al borde de un colapso de tanta gente que ya no cabe, pero ésta vez, exclusivamente de público. No hay estrellas a quien perseguir, ni directores en ciernes deslumbrados por una alfombra roja, sólo la magia de sentir que las luces se apagan para entregarse a ver una buena película. Ni qué decirlo,  la mejor manera de terminar un festival de cine no es una fiesta, sino una sala de proyección.