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2018-03-03 00:00:00

FICUNAM 8: «En lo intenso ahora» y «Que nunca regrese el verano»; las imágenes que son

Por Ali López

¿Qué son las imágenes? o, más importante aún, ¿qué representan? Cuestionamientos que han propiciado una vasta bibliografía, sobre todo después de la aparición del cine, que, sin embargo, lejos de propiciar una respuesta concreta, bifurcan las posibilidades en una Sucesión de Fibonacci. La teoría, así, se cita una a otra buscando el sustento de un metalenguaje cada vez más propio y complejo.  El arte se adapta y transforma, muta y evoluciona, propone, reta y testifica. Las imágenes, más que evolucionar, proponen y disponen (de la técnica y la tecnología) para ser lenguaje y discurso, norma y narrativa. El cine, heterófago, no hace más que repetirse, más que reivindicarse, pues más que estar, es, y como verbo, se realiza, y afecta.

Dos cintas, “En lo intenso ahora” (No intenso agora | João Moreira Salles | Brasil | 2017) y “Que nunca regrese el verano” (Lass den Sommer nie wieder kommen | Alexandre Koberidze | Alemania | 2017) que nos hablan a partir de la múltiple significación de las imágenes, así como critican su condición hegemónica, y a veces, incuestionable. Lo que se ve, ya no vale más que mil palabras, pues es el contexto (social, cultural, temporal) lo que determina de qué manera aquello que se plasma (o no) es concebido.

Moreira Salles, por su parte, retoma imágenes del Mayo francés del 68, así como de un viaje personal de su madre a la China de Mao, para proponernos una nueva confrontación con la historia. ¿Qué es lo que se nos cuenta, y cómo se nos ha contado? Más allá de posturas políticas, que las hay, lo que el director expone es una necesidad de miradas, más oblicuas y multiangulares. Pues la historia, esa que ha sido filmada, fotografiada o plasmada de alguna manera visual, parte de un punto de vista, uno, que, aunque fue determinado en su contexto, ahora puede ser revisitado. Visto desde el ángulo oculto, o el fuera de campo, visto a partir de un presente que, como el pasado, es y debe ser cuestionado. Porque las imágenes, las de hoy y las de antes, siguen sin ser el testimonio fiel de lo real, son, únicamente un fragmento subjetivo de su espacio y tiempo.

La confrontación que Koberidze hace con la imagen, parte de su aparente registro fiel de lo que acontece, pero, a diferencia del brasileño, no lo hace sólo en el sentido político, sino también en el estético. Provocando a lo digital, como estandarte de lo real e innovador, para, remontarnos a un pasado no tan lejano donde la imagen imperfecta habitaba entre nosotros. Así, no busca la fidelidad, ni de la imagen, ni de los hechos, sino el despliegue del punto de vista hacia los términos invisibles de lo que sucede sin ser el centro. Parte de una línea para salirse de ella, para ahondar en lo que rodea a lo que seguimos; lanzando así la interrogante, ¿si con nuestro celular podemos grabarlo todo, por qué no lo hacemos?, ¿por qué la imagen digital, al igual que la análoga, se decanta más por esto, que por aquello?

Ambos filmes necesitan de quien los mira para ejercer el dialogo. El primero, que nos habla directo, más que describir las imágenes, nos da cuenta de lo que, en retrospectiva, significan. El segundo, nos toma como parte de su narrativa para identificarnos como espectadores, y así, descifrarnos en una ficción que siempre se hace presente. Y así, las imágenes, otra vez, no son sólo la materia, sino el código que emiten, y el tiempo, al que en algún momento pertenecen. Son, así, sin más.