Por Matías Mora Montero
“Secretos de un escándalo”
Todd Haynes, tras su fantástico documental sobre la banda de rock The Velvet Underground, titulado homónimamente, ahora regresa a la ficción con un espeluznante melodrama sobre las perversiones que, bajo ciertas excusas y enredos, permitimos.
Natalie Portman y Julianne Moore protagonizan, con esto Haynes ya me tenía en el asiento, sin saber mucho alrededor de la trama. Poco a poco, la misma, junto a la forma cinematográfica con la que Haynes la realiza, me fue dejando con escalofríos, sobre todo con el final, donde Portman entrega la última línea como un mítico relámpago. Sales de la sala helado ante los círculos de daño, cortesía de los de placer, a los que has sido testigo y que sabes, tras correr los créditos, seguirán. Porque, hablemos de la trama, esta habla por sí sola, Portman es Elizabeth Berry, reconocida actriz que se prepara para un nuevo papel; este rol está basado en los hechos reales de Gracie (Moore) y Joe (Charles Melton, la sorpresa actoral del año, tiene el rostro de una estrella de Disney o mediocridades de Netflix, pero el rango e impacto emocional de un veterano), pareja que se conoció cuando Joe era un puberto y Gracie una señora casada. Tuvieron gemelos mientras Gracie seguía en prisión tras su aventura ser descubierta. Ahora, Joe ya adulto, sus hijos a nada de partir hacia la universidad, Elizabeth los acompaña durante una jornada de días donde descubrirá una mayor y dolorosa profundidad de su romance y pondrá en riesgo al mismo. Leer eso seguro ya los hizo caerse de su silla, ¿a poco no? Y mientras más progresa el metraje de lo nuevo de Haynes, más enfermizos sus personajes y sus respectivas situaciones.
Haynes, aparte, hace de una historia tan cimentada en manipulación un melodrama que torna al extremo. En su principio, un zoom in extremo acompaña música suspensiva, mientras se acerca al rostro de Julianne Moore, una revelación inminente, aterradora, el sentimiento se eleva hasta llegar a que Moore abre el refrigerador y exclama su honesta preocupación: “No creo que tengamos suficientes salchichas”. Es un momento divertido, claro, pero a la vez es una premonición de todo lo por venir. Gracie normaliza su entorno, es un ser enfermo. Causa dolor en todos a su alrededor, es experta en proyectar sus inseguridades, en victimizarse, todo tiene que ser un drama y girar en torno a ella, quien jamás puede ser la perpetuadora de un crimen, sólo la incomprendida de un amor.
La cinta está grabada con un nivel de grano excesivo. Al principio esto será una obstrucción en el disfrute de la cinta, pero se entiende que es con tal de transmitir que, en lo vibrante de los colores de estos paisajes, reside algo que no está del todo bien. Algo que cuesta admitir, porque admitirlo podría costar una supuesta estabilidad obtenida. Es por ello que Joe es una víctima enjaulada, dentro de sí ha crecido el veneno de si se pone a cuestionar el camino que su vida ha dado, algo terrible le podría suceder a Gracie. Todo el peso cae sobre él. Y Elizabeth es una investigadora cruel, se hunde en el placer y en la necesidad actoral de ‘meterse en el papel’, y el dolor que libera, en su perspectiva, no es de su incumbencia.
Nuestros tres protagonistas son personas de alta complejidad, cargados no sólo con actuaciones impecables, sino con un ambiente fílmico que hace de esta anécdota una de hilarante estilo. En ciertos puntos, identificable de poder explicar el por qué, me recordó a las óperas, para bien o para mal, que son las precuelas de “Star Wars”, en donde también salió Portman. Creo que este enlace no sólo se basa en las herramientas cinematográficas que Lucas y Haynes emplean, sino por lo intrínseco de que lo podrido de sus personajes determina el resultado de su historia. Es la historia de un adolescente forzado a ser adulto, apenas aprendiendo lo que esto significa, una mujer enferma tratando de evitar la realidad de que la fantasía que vive es una exposición de lo insegura de su persona, y una actriz acostumbrada a vivir en apatía con tal de conseguir lo actoralmente honesto. Imperdible no sólo de ver, sino de encerrarse en sus telarañas.
“Días perfectos”
Empezaré esta reseña diciendo algo supuestamente cómico, pero que retrata una realidad: la nueva película del legendario Wim Wenders, titulada “Días perfectos”, es, en sí, perfecta. En su primera película de ficción en varios años, Wenders establece en Tokyo uno de los retratos más preciosos de cotidianidad vistos en la pantalla grande. Es una película donde la obra, el artista y el personaje encuentran en los instantes aquello que forma a una vida y la hacen algo que vale la pena experimentar. Koji Yakusho, merecido ganador a mejor actor en Cannes por esta película, interpreta a Hirayama, un señor que trabaja limpiando baños públicos en Tokyo y a la par disfruta de los pequeños placeres de la vida: escucha sus discos favoritos en camino al trabajo, se da el tiempo de una buena lectura antes de dormir, riega sus plantas, toma fotografías de la naturaleza a su alrededor y se maneja en bicicleta.
La película, mayormente, es anti-conflicto, es un estudio metódico y precioso alrededor de la rutina, una disciplina tierna donde el esplendor de la belleza del mundo y la vida por la que habitamos se deja ver. Porque si nos pusiéramos a hablar de su trama, no habría mucho de qué hablar, aquello me parece fantástico. En cierto sentido, lo nuevo de Wenders tiende a recaer, de forma positiva, en lo desconocido, aquello que vino antes y aquello que vendrá después de lo que acontece en el metraje, se nos dan vistazos de dramas familiares y personajes con futuros inciertos, hay un rompecabezas por armar, pero aquello sólo si uno gusta. La tesis parece ser una congruente en el aquí y el ahora como lo importante, entonces el instante tiene toda la profundidad necesaria.
Entre su colección de bellos momentos, encontramos al inicio de la cinta uno donde Hirayama encuentra a un niño llorando y lo ayuda a reencontrarse con su madre, nuestro entrañable protagonista trata a dicho niño con un cuidado excepcional, le muestra ternura, hay un sentido de reconocimiento increíble, de asombro ante la propia vivencia del otro. Podríamos aludir esta actitud al que este sea un niño pequeño, pero que absoluta maravilla ir descubriendo que, mientras progresa la película, esta actitud, realmente, se atribuye a la forma de Hirayama de percibir la vida. Es un alma bella, disfruta pasar gran compañía así como estar en soledad, y aunque no hable mucho, se nota que es un gran escuchador, por ende, sus conversaciones fluyen.
Aquel aspecto del gran escucha también se nos es notorio por el gran soundtrack que carga la película y que su personaje escucha, canciones de The Velvet Underground hasta Patti Smith, y claro, la homogénea al título de la cinta, Perfect Day de Lou Reed. Esta última en particular se ha convertido en un himno de la jornada de esta edición del FICM, donde puedo admitir que la pude pasar con la mejor compañía posible, y vi en el goce experimentado por pasar días de cine con Cons, una de mis mejores amigas, el reflejo de los días perfectos de Hirayama: la cotidianidad que nunca deja de asombrar, cada momento bañado en el significado de la palabra ‘ameno’. Y todo va a algún lado, en el caso de la cinta de Wenders, parece ser la mortalidad, la vejez, sus personajes, aquí y con excepción de la sobrina del protagonista, reflejan una cierta edad donde la seriedad es esperada, pero ante el progreso culminativo de la vida lo que toca es jugar con nuestras sombras bajo las luces urbanas del Tokyo que Wenders retrata, como todas las ciudades que ha visto su cine, como un gran juego de formas y movimiento. Los baños en los que tanto tiempo pasamos son estatuas que hablan de una innovadora ciudad, quién diría que te darían ganas de visitar una ciudad de tan sólo para ver la arquitectura que sus sanitarios tienen, pero este es uno de los muchos logros de “Días perfectos”. Wenders regresa con una cinta que regala la sonrisa más grande posible. Mi rostro me dolía al salir de la sala, es un grito para gozar la vida. Y para escuchar a Lou Reed, por supuesto. Mubi la trae a cines el próximo febrero.
“Hojas de otoño”
Otra joya que nos trae Mubi, una película con una trama simple, pero cuyo acercamiento a la misma hace de esta película una vastamente profunda y compleja: “Hojas de Otoño”, lo nuevo del cineasta finlándes Aki Kaurismäki está aquí para encantar a todo aquel que se adentre a las salas donde sea proyectada. Es una comedia romántica cimentada en las tradiciones humorísticas quizás del trabajo del realizador o de la nacionalidad del mismo, en cualquier caso, ha superado barreras y fronteras y alcanza a audiencias mexicanas con un carisma excepcional, invitando, a la par, a la reflexión humanista y política. La cinta sigue a dos personajes que, como buenos personajes de Kaurismäki, pertenecen a la clase trabajadora, ambos, por diferentes circunstancias, pasan de trabajo en trabajo, nada en su vida se encuentra definido. Tenemos a Ansa, interpretada por la maravillosa Alma Pöysti, quien visitó el festival para presentar la cinta, ella empieza como empleada de un supermercado y es despedida por robar productos del mismo, por más que estos hayan ya expirado, en una preciosa secuencia de solidaridad proletaria, las amigas y compañeras cajeras de Ansa revelan su complicidad y renuncian al mismo empleo.
El tema de solidaridad parece estar permeado por toda la película, tanto en lo posible, encontrado en lo laboral, como en aquello que nos deja impotentes, como el bombardeo de noticias sobre el conflicto bélico entre Ucrania y Rusia, constante en cada radio que oza a ser parte del pulido diseño de producción de la cinta. Junto a Ansa, el otro estilizado personaje que apantalla la historia es Holappa (Jussi Vatanen), quien trabaja con metales, bebe en el trabajo, cayendo en el alcoholismo, perdiendo empleos y acabando sus tardes con su mejor amigo en un club karaoke. Y es en una de estas aventuras que por primera vez se topa con Ansa, poco a poco sus encuentros se vuelven comunes, pero así como el destinos los junta, los separa. Cuando Ansa le pasa su teléfono a Holappa y este es descuidado con él dónde lo guarda, el viento se apropia del papel donde venía apuntado; o cuando por fin quedan para cenar, un trágico pero divertido accidente, trágico en la realidad, divertido en el cine, vuelve a impedir que su cita se haga fruto. Hay trazos de aquello que son, de por qué chocan y se atraen, su conexión, por más repentina que parezca darse dentro de la narrativa, se da con todo el sentido del mundo. Porque el amor no tiene sentido, sólo sucede, es algo a lo que hay que aprender a sostenerse, como los personajes de “Hojas de otoño” lo hacen. Sobre todo en tiempos donde la catástrofe parece ser la única constante. Y es que, aparte, cuando se logran concretar sus citas, se nos regalan escenas de las más encantadoras del año, incluyendo una maravillosa ida al cine a ver The Dead Don’t Die de Jarmusch, de la cual dos viejos salen haciendo comparaciones con obras de Bresson y Godard. Cada cinéfilo en la sala no pudo aguantar la risa, aunque claro, siendo el FICM, sólo habíamos cinéfilos en la sala.
“Hojas de Otoño” es una película que en cuestión de dirección de actores y contexto político podría dar la alusión de ser fría, pero es todo lo contrario, es de las historias más optimistas y mejor contadas vistas en el cine de este año. Poniéndolo de forma banal, Kaurismäki es un Wes Anderson europeo en términos de lo estético, incluso respecto a la entrega del humor y la búsqueda por entender el contraste entre la soledad y la conexión humana, aunque Kaurismäki desde un enfoque que podríamos llamar más social, con tonalidades distintas a las de Anderson. En cualquier caso, mi reacción ante esta obra fue similar a la de las más recientes de Anderson, en esta ocasión, se vio caracterizada por caminata y cena por Morelia elogiando la película sin parar, en gracia ante el impacto causado por tal maravilla. Siento que, para concluir este texto, mencionó que “Días perfectos” y “Hojas de otoño” entran entre mis tres películas favoritas del año, junto a aquella que ocupa el primer lugar, la de Scorsese. Puro gran cine por lo que no podría dejar de insistir en lo mucho que las recomiendo.