El portal del cine mexicano y mas

Desde 2002 hablando de cine



Reporte de la semana

2021-05-27 00:00:00

Viaje a la nostalgia adolescente: Los 35 años de «Cuenta conmigo»

Por Pedro Paunero

“Ir a ver a un niño muerto no debería ser una fiesta”
Gordie Lachance.

Se trata de uno de los retratos más logrados de las aventuras absurdas a las que se entrega la adolescencia (en este caso la búsqueda del cadáver de un chico muerto) que, al mismo tiempo –como antes pasara en “El club de los cinco” (The Breakfast Club, John Hughes, 1985), con sus adolescentes tipificados- refleja lo que bien podía rodear, o acontecer, a ciertos muchachos estadunidenses y de algún otro lugar del mundo, con el padre alcohólico, aquel hermano delincuente, otro padre abusivo, o el chico obeso a quien todos molestan, y el escritor de cuentos que –no puede ser de otra manera-, se convertirá –como el Ismael, de “Moby Dick”- en el escritor, único capaz de narrarnos la historia, y a quien pesa la temprana muerte de un hermano mayor, muy admirado, a quien identifica catárticamente con el cadáver ansiosamente buscado, “Cuenta conmigo” es, igualmente, una de las mejores adaptaciones de una obra –la atípica “El cuerpo”- del autor Stephen King, en la que prescinde de la atmósfera sobrenatural que le caracteriza (pero que sí incluye un elemento macabro, el “cuerpo” mismo), al grado que el escritor pidiera que Rob Reiner, el director, fuera quien adaptara y dirigiera otra novela suya, “Misery” (1990), con la que alcanzaría otro éxito mayúsculo de crítica y de público. 

Estrenada el 6 de agosto de 1986, en Los Ángeles, no llegó a México sino hasta el 3 de abril de 1987, pero muchos no pudimos verla sino hasta su pase televisivo, a una edad un poco más tardía que la que representan los personajes, cuestión que no impidió nuestra inmediata identificación con alguno de los chicos, o el caer irremediablemente rendidos ante el modélico ritmo narrativo.

La trama obedece a uno de esos temas fundamentales de la literatura, tan antiguos como la Odisea, el “viaje iniciático”, por lo que resulta arquetípico, universal y con cierta profundidad, pero de gran atractivo. No importa que, en este caso particular, Gordie Lachance (interpretado, cuando chico por Wil Wheaton, y ya de adulto, por Richard Dreyfuss), Chris Chambers (River Phoenix), Teddy Duchamp (Corey Feldman), y Vern Tessio (Jerry O'Connell), todos grandes amigos, emprendan una caminata, tras la bizarra idea de localizar el cuerpo de Ray Brower (Kent W. Luttrell), un muchachito de su edad muerto en un accidente de tren y arrojado a un lado de la carretera, antes de que la banda de "Ace" Merrill (Kiefer Sutherland, a quien fácilmente le compramos el papel de delincuente juvenil), a la que pertenece también “Ojitos” –Eyeball- (Bradley Gregg), hermano mayor de Chris, lo localice y se lleve el dudoso “honor” de reclamarlo al ser los primeros en localizarlo, para el noticiario televisivo y los periódicos, sino que, lo realmente importante, será lo que sucede en el transcurso, y el cómo se nos cuentan aquellos sucesos del verano de Castle Rock, Maine (pueblo ficticio –en Oregon, en la película-, que es a Stephen King lo que Arkham, Dunwich o Innsmouth, en el universo de Lovecraft) del lejano año de 1959.

“Cuenta conmigo” (Stand by Me, 1986), cumple con el resto de tópicos clásicos de la narrativa griega, incluyendo la narración enmarcada o incrustada (la secuencia divertidísima -resuelta en cortometraje que vale por sí mismo como narración independiente-, del concurso de pasteles, llamada en inglés “Barf-o-rama”) que narra Gordie, demostrando su talento como escritor futuro, el encuentro con seres legendarios (el perro “Tajador” del chatarrero, de mala –y, sin duda exagerada- fama) o los obstáculos geográficos (la laguna de las sanguijuelas), que moldean –transforman iniciáticamente, es decir, hace madurar- a los personajes (especialmente a Gordie y Chris), mientras el resto permanece al margen. Indudablemente este cuarteto entrañable no es identificable con el “Viaje del héroe” de la Edad Heroica griega (Jasón u Odiseo, cuyos finales son gloriosos), sino con el antihéroe del Siglo XX, que termina con la duda, la incertidumbre acentuada, y un conglomerado de recuerdos ganados para la nostalgia (del griego “nostos”, el “Camino de regreso”), lo que hará exclamar al Gordie adulto, mientras escribe en su computadora –tras enterarse del brutal asesinato de Chris en un restaurante- de la manera más evocadora: “Nunca tuve amigos como los que tuve cuando tenía 12 años. ¿Dios, acaso alguien más los tuvo una vez?”

El trabajo de Reiner con sus jóvenes actores es sobresaliente, y este logro es el que permite la identificación con el espectador adolescente (proeza sólo alcanzada antes por la citada “El club de los cinco”) que, ya en la edad madura, ha hecho de esta una cinta de culto a la que se regresa de cuando en cuando, en busca de un diálogo (la discusión sobre qué clase de criatura es “Goofy”, que a más de dos puso a discutir bizantinamente sobre la naturaleza de tal entidad infantil creada por Disney), alguna situación (la escena del tren) o, simplemente, para escuchar la canción “Stand by Me”, de Ben E. King (grabada originalmente en 1961), que otorgó su título al filme –que tomó nuevo aire a partir de su inclusión en el mismo-, con lo que prueba que no sólo ha resistido el paso del tiempo, sino que hacía suyos los intereses adolescentes, tomándolos, retomándolos y ganándolos en clave de humor. Pero, en su lectura más profunda, “Cuenta conmigo” es la historia de un tiempo en el que todo parece estar bajo control, y fluye armoniosamente, a pesar de las vicisitudes –que sólo se experimentan como acontecimientos memorables, y de feliz conclusión- como podemos escuchar en la narración en Off, después que Vern expresa lo bien que la están pasando:

“Vern no sólo se refería a estar fuera de los límites, en el depósito, a engañar a nuestros padres, o a caminar por las vías del tren hasta Harlow. Se refería a eso, pero ahora –me parece-, se refería a más, y lo sabíamos, a que todo estaba allí, alrededor de nosotros. Sabíamos exactamente quiénes éramos y exactamente a dónde íbamos. Era maravilloso”.

Es la historia sobre una etapa muy especial, antes que las responsabilidades de la adultez –la cruda realidad-, nos alcancen, y desde la que todo se recuerda con nostalgia pura, aunque la despedida –ya en aquel tiempo-, haya sido amarga.

“Sólo nos habíamos ido dos días pero por alguna razón, el pueblo parecía distinto, más pequeño”.

“(…) Con el transcurso del tiempo, vimos menos a Teddy y a Vern, hasta que, a la larga, se volvieron dos caras más en la escuela. A veces los amigos entran y salen de la vida de uno como los camareros en un bar”.

Después de la nostalgia, lo sabemos -y la película se encarga de hacérnoslo notar-, la vida continúa. Implacablemente.