Por Matías Mora Montero.

Continuamos la jornada de reseñas de esta edición del Festival Internacional de Cine de Morelia con textos sobre tres de los estrenos más emocionantes de esta edición, cintas que al ser distribuidas por Searchlight Pictures, Netflix y Mubi, respectivamente, esperamos sean prontos estrenos en cartelera.


“All of Us Strangers”

La nueva cinta de Andrew Haigh es una reformación completa de lo que el cine de este autor parece ser, en forma, aunque en su texto se alinea a las grandes preocupaciones del cineasta. La cinta gira alrededor de Adam (Andrew Scott), guionista que es uno de los dos únicos residentes en un edificio en Londres, el otro siendo Harry (Paul Mescal), cuyo oficio no se nos da a saber, pero intuimos que es un alcohólico. Al habitar un enorme espacio de manera solitaria, sus caminos están condenados a cruzarse y, poco a poco, un intenso amorío surge de ello. Una relación que pudo haber florecido a lo bello y eterno, excepto que Adam trae consigo una inestabilidad brutal, causada por la muerte de sus padres a los doce años.

Y en su nuevo trabajo, Adam busca lograr escribir algo sobre ellos, esperando, quizás, un tipo de cierre o sanación. Lo que parece obtener, conforme la cinta se va desenvolviendo, es revivir sus traumas a un extremo tal, que lo empujan a lo psicótico.

Esto se va dando gracias a que, en mérito de investigación para su guión, decide regresar a su hogar de la infancia y se reencuentra con sus padres, quienes lucen más jóvenes que el propio Adam, lucen como la edad en la que fallecieron.

La película juega con la mente del espectador, lamentablemente, no deja mucho a la interpretación y su onírica se pierde conforme avanzas hacia la recta final de su metraje. Supongo que aquella sería mi mayor queja con la cinta, lo simbólico se torna en la revelación narrativa, esto hace que los golpes emocionales peguen, pero ¿qué tanta profundidad hay realmente a ellos? Aparte de eso, la película me ha parecido fantástica y trágica, de aquellas historias que, a través de sus personajes, te desgarran el alma. Explora temas de duelo, el juego entre la ficción y la realidad, la homosexualidad, nuestra búsqueda freudiana de poder proyectar en nuestras figuras amorosas a nuestras figuras paternas ausentes, la soledad y la forma en como dos diferentes soledades al encontrarse pueden hacerse mucho bien, un bien mutuo que provee algún sentido de mejora.

Aunque claro, el final de la cinta destruye muchas de las concepciones esperanzadoras que como espectador podrías jugar a imaginar. Las actuaciones son tremendas, en un punto, la mamá de Adam describe a Harry como un chico de cara triste, una descripción perfecta para el propio Mescal, que continúa probando la razón dentro del argumento que es el mejor actor de su generación, particularmente saber acercarse a personajes perdidos, sea aquí o en “Aftersun”, no te imaginas que sus personajes tengan mucho futuro tras el desenlace de la historia, hay una tristeza en sus ojos, un dolor cargado y silente en su aparente sonrisa. Su carrera deberá ser vigilada de cerca.

Y Andrew Scott como Adam ni hablar, su paranoia se vuelve contagiosa, sus viajes hacia los manierismos de un niño pequeño son muestras teatrales fabulosas, que no hacen de la visión de Haigh una menos cinematográfica, si no lo opuesto. Esto es una clara prueba de un tremendo trabajo de parte de ambos, actor y director.

Esta es una cinta que nos conecta a los muertos, ¿qué esperábamos de ellos? ¿Qué seguimos esperando ante su ausencia? Esa ausencia, o esa presencia, tienen indudables repercusiones en nuestro acercamiento a nuestra propia identidad, moldea nuestra forma de búsqueda en futuras relaciones humanas. Existe la posibilidad de que sea un factor condenante.


“No voy a pedirle a nadie que me crea”

El cine mexicano me es un tema complejo del que escribir, tengo una relación extraña con él. Creo que en México desde siempre se ha producido una gran gama de cine, de buen y mal cine, que se expande a través de décadas y retrata cada esquina de nuestro culturalmente rico país. El problema reside en que la industria de la distribución es selecta y pobre en su criterio, esto lo que genera es que usualmente el cine mexicano que se ve tiende a dividirse en dos. El primer grupo es el segmento comercial, el cual se basa en satisfacer audiencias populares y normalmente no tiene valor cinematográfico, son chistes tontos aplicados a situaciones irrelevantes, presentadas en formatos decadentes de lenguaje. Es, sencillamente, basura. El segundo grupo pertenece a un cine de supuesto prestigio, sin embargo, igual es un cine que baja la cabeza y obedece, en este caso, a las audiencias de festivales de cine europeos, que ven a México como una tierra de problemas sociales de los cuales exprimir hasta la última gota de glorificación y normalización, raramente indagando en las causas, el núcleo y el lamentable poder de lo que ocurre en nuestro país. Entonces, nuestros cineastas se enfocan en hacer la misma película veinte veces, sintiendo que su discurso es una denuncia, cuando sólo repiten lo leído en espacios donde lo instantáneo predomina y no hay lugar para la profundidad o, me atrevo a decirlo, lo genuino. Obedecen a los discursos populares, pero no los cuestionan ni los elaboran, todo se queda en el nivel educativo de una infografía digital.

Y luego está una cinta como “Ya no voy a pedirla a nadie que me crea”, que es, sencillamente hablando, la película mexicana contemporánea más interesante y fresca vista en muchos, muchos años. La continuación de Fernando Frías de la Parra de la impresionante “Ya no estoy aquí” adapta una novela brillantemente engañosa de Juan Pablo Villalobos. Con esto nos referimos a una auto-ficción ingeniosa, que atestigua una época puritana y la navajea. La cinta de Frías podría entrar en lo “políticamente incorrecto” a su manera de, gracias a la sátira, mandar a la constante contradicción a las diversas religiones e ideologías. Con esto entender que lo nuevo de Frías no se apega a lo popular, es algo fresco de ver, por ende, junto a tantos otros de sus aspectos, se vuelve una experiencia imparablemente disfrutable y reveladora. Frías aquí se va por un estilo más veloz y feroz, dinámico, encuentra en la experimentación la forma adecuada de apegarse al texto absurdista de Villalobos.

La trama gira alrededor del ficticio Villalobos, quien acaba de obtener la oportunidad de realizar un diplomado en Barcelona, donde planea escribir una tesis sobre los límites del humor dentro de la literatura latinoamericana. Planea irse con su novia Valentina y, pocos días antes de partir el vuelo, decide visitar a su familia con la intención de despedirse. Es aquí, que su insistente primo le dice que se reúna con él, ya que le quiere presentar a Juan Pablo un ‘nuevo proyecto’ con sus ‘socios’. Juan Pablo por fin accede, llega al lugar indicado para encontrar a su primo amarrado y rodeado por miembros de una organización criminal. Matan a su primo, el supuesto encargado, sólo llamado ‘El Licenciado’, le informa a Juan Pablo que irá a Barcelona, sí, pero esperará órdenes a seguir. No le queda de otra y al llegar, se le pide cambiar de curso a aquel enfocado en estudios de género, todas las estudiantes mujeres, y apegarse a una llamada Laia, incluso cogerla, aunque Laia, se nos revela, es lesbiana. Y así empieza una serie de desafortunados hechos para Juan Pablo, acelerando la intensidad de las acciones, los personajes irreverentes y las soluciones inesperadas.

La película es precisa en sus objetivos, encontrando constantemente la forma más creativa de llegar a ellos, es un cine que no se repite. Es un gran cine, como gran parte del mexicano, el problema es, repito, la distribución. Esta, al ser una producción de Netflix podrá ser vista en cines del país pronto y en la propia plataforma no mucho después. Y les prometo: no se la quieren perder, es la cúspide de una cierta clase de humor, mientras critica, burla, satiriza ciertos grupos sociales, mayormente supuestos intelectuales, y pone en práctica el cuestionamiento de qué significa escribir y por qué escribimos de lo que escribimos. Fernando Frías de la Parra continúa probando ser una de las grandes promesas de los cineastas mexicanos contemporáneos.

“Los colonos”

Traída por Mubi, esta cinta nos narra un genocidio en contra de pueblos nativos de Chile ocurrido al amanecer del siglo veinte. Un capítulo olvidado en la historia de dicho país latinoamericano dictado por ideales imperialistas, clasistas y racistas, donde el derrame de sangre inocente india se veía como la necesidad, un gran juego entre burgueses, ingleses y americanos. La película, dirigida por Felipe Gálvez, me parece una pieza histórica importante y bien lograda, pero creo que como pieza cinematográfica Gálvez se transfixa en imágenes visualmente deslumbrantes, que ante la historia y el tema tratado no aportan nada. Gran parte de su metraje constante de planos repetitivos, vacíos de significado.

Todo recae entonces en el texto, la dirección falla, la fotografía parece quedarse en la búsqueda estética. Y el texto es trágico, repentino, se nos dispone en medio de una época, se nos avienta a una niebla donde sólo somos testigos. Es una cinta que establece firmemente el rol del espectador como un espectador, nada más. No alguien que tenga un papel en lo que observa, aquello vuelve de la masacre contado una difícil de aceptar, la frustración inunda. Bien. Gálvez debuta como director aquí, previamente ha sido un editor de gran nombre en el cine latinoamericano, y ante todo, se nota que es la película de un editor, los encabezados que nos anuncian en qué parte de la historia entran como grandes tambores, cada elemento está puesto con una fina precisión, es admirable, pero repito, la alusión a lo técnico demostrada por Gálvez parece perderlo en la importancia de la historia que cuenta. Si tuviera que contar la cantidad de movimientos de cámara que me parecieron innecesarios nunca terminaría de escribir este texto. Pero, aún con sus límites cinematográficos, aún con su imponencia de imágenes bellas sobre imágenes de importancia, la historia me parece una importante, debemos adentrarnos a la historia olvidada, a la sangre derramada. Bella coincidencia que esta cinta salga al tiempo que lo nuevo de Scorsese, porque en tragedias de este calibre, el olvido debe ser lo último que entre en cuestión.