Por Elisa Lozano
En 1917, junto con José Manuel Ramos y Fernando Sáyago, el pintor Carlos E. González (Cd. De México, 1893- 1961) emprendió el audaz proyecto de crear la Compañía Productora de Películas Colonial Films, que al igual que otras empresas cinematográficas pioneras intentaba hacer una labor nacionalista al rescatar tradiciones y leyendas arraigadas en la idiosincrasia popular. (A. De los Reyes, Cine y sociedad en México. Vivir de sueños, Vol. 1, México, UNAM, 1981, p. 226).
Según Gabriel Ramírez “se trataba de un empeño sencillo y espontáneo, cuyas únicas ambiciones estaban limitadas por un reducidísimo presupuesto penosamente conseguido”. (G. Ramírez, Crónica del cine mudo mexicano), México, Cineteca Nacional, 1989, p. 85).
La primera obra fílmica del grupo fue Tepeyac o El milagro de Tepeyac, cinta inaugural del tema de las apariciones de la virgen morena en el cine mexicano. Conformaron el reparto el pintor Gabriel Montiel (Juan Diego), Pilar Cota, primera esposa de González (Lupita), José Manuel Ramos (Fray Bernardino de Sahagún), los periodistas Luis García Carrillo y Pedro Walter actuaron como misioneros. El propio González interpretó tres personajes; un soldado español, un misionero y un funcionario de la Secretaría de Relaciones Exteriores.
Al inicio de la película aparecen intertítulos con la siguiente frase de de Ignacio Manuel Altamirano: “el día que no se dore a la virgen del Tepeyac en esta tierra, es seguro que habrá desaparecido no solamente la nacionalidad mexicana, sino hasta el recuerdo de los moradores del México actual”. La historia que sigue es una fantasía onírica, en cual la evocación de lo ocurrido en el siglo XVI, salvaba milagrosamente en la época actual, al novio de Lupita, cuando el barco en el que viajaba a Europa en cumplimiento de una misión oficial, era torpedeado por un submarino.
A pesar de algunas deficiencias técnicas; como una cámara que permanece casi estática, a excepción de la escena final cuando se toma un plano general del santuario (panning), la cinta actualmente es apreciada por su valor testimonial, gracias a las escenas filmadas en plena celebración del 12 de diciembre, en las que observamos a los vendedores de artículos religiosos y artesanías, danzantes y el transitar de la gente del pueblo, que contrasta notoriamente con los protagonistas de la cinta, elegantemente vestidos.
Además, al ser una de los pocos filmes completos que se conservan e la época silente, permite observar las formas de producción del momento. Dada la formación de Carlos E. González; quien fue además de pintor, escenógrafo y diseñador de vestuario, podemos inferir que en Tepeyac, el realizó dicas tareas. El exvoto cinematográfico, muestra también una de las preocupaciones fundamentales de González; la recuperación del mundo prehispánico y colonial, postura acorde con los temas desarrollados en su obra plástica.
A pesar de los esfuerzos, los productores del film – más artistas que comerciantes- no tuvieron suerte al venderlo para su explotación explotación comercial al productor y empresario español Germán Camus, recibiendo a cambio una ganancia neta de sólo diez pesos. Más el descalabro económico no desanimó a sus creadores, quienes en 1919 filmaron otra cinta; Fray Juan o Confesión trágica, basada en un poema del también español José Velarde, cuyos versos formaban los intertítulos de la cinta.
Para darle realismo a la historia, las locaciones se filmaron en el exterior del convento de Tepotzotlán “una de las maravillas arquitectónicas del mundo- como rezaba la publicidad”. Actuaron en ésta José Manuel Ramos, el periodista Guillermo de Luzuriaga y el mismo González, lo que da cuenta de la forma artesanal en que trabajaba la productora, acudiendo a parientes y amigos, en vez de contratar actores profesionales.
Al estreno de la misma, el periodista Carlos Noriega Hope, comentó: (…) como crítico afirmo por segunda vez que esta película es una obra de arte en tono menor, y es en realidad digno de asombro este hecho inusitado, por que regularmente los bohemios no tienen espíritu de empresa aún cuando posean el espíritu creador. Cuando la Colonial tenga un poco de dinero, entonces veremos cosas notables, así, verdaderamente notables”. (C.Noriega Hope, “Una película de la bohemia”, El Universal, 6 de Septiembre de 1919)
Un dato interesante que recoge el mismo Hope, es que González, no solo actuaba, sino que también “manipulaba la cámara”, siendo uno de los primeros y escasos, artistas plásticos nacionales en hacerlo. Ese mismo año el pintor interpretaría a Santiago del Risco, en el clásico serial El automóvil gris (Enrique Rosas), una de las escasa películas de argumento que representó hechos reales ocurridos durante la Revolución.
Al mismo tiempo, González colaboraba con el notable antropólogo Manuel Gamio, en la reproducción gráfica de códices prehispánicos, el diseño de vestuario y la decoración -primero del corto y luego de la obra de teatro- Tlahuicole. Entre 1919 y 1943, González diseñó más de cincuenta escenografías para obras de teatro, entre otras la de La verdad sospechosa, puesta con la que abrió las puertas al público el Palacio de Bellas Artes; y los diseños de la cinta La virgen que forjó una patria (1941) del duranguense Julio Bracho, director con el que en la década de los años treinta había participado activamente en la creación del Teatro Orientación, y para quien realizó novedosas propuestas escénicas en la obra de Eugene O´Neill, Lázaro rió.
Carlos E. Gonazález dedicaría su vida al rescate y registro de la música y las danzas populares, la pintura mural y de caballete.