Perfil

Carlos Monsivaís apunta en su ensayo “Miroslava: De la tragedia como   perdurabilidad”: “Miroslava hace su debut en “Bodas trágicas” (1946) de Gilberto Martínez Solares, y su personaje, la hija altiva y   apasionada de un criollo despótico, la mujer buena condenada por el imán de su belleza, será, con variantes más o menos previsibles, el todo de su carrera fílmica. ¿Qué se le va a hacer? 

Un semblante excepcional, la impregnación de las buenas maneras, el aura –entonces abrumadora- de lo ‘europeo’ son datos a su favor, y son todo lo que la industria necesita. ¿Para que más? Domina entonces tan compulsivamente la noción de presencia cinematográfica (el rostro que colma la pantalla, la idea de la gracia física como único argumento en la   carrera de una actriz) que a las ‘damas jóvenes’ nada más eso se les   exige. Si tienen presencia, ahórrense las dotes escénica”.   

Su nombre completo fue Miroslava Stern y nació en Praga,   Checoslovaquia, el 26 de febrero de 1926. Llegó a muy temprana edad a México, donde su exquisita belleza, excepcional en más de un sentido, su gran carisma y sus indudables aptitudes histriónicas le permitieron desarrollar una importante carrera en el cine, en apenas una década.   

Entre 1946 y 1955, de su debut en Bodas trágicas a su postrera   aparición en Ensayo de un crimen, bajo las órdenes de directores como Roberto Gavaldón, Rogelio A. González, Matilde Landeta, Chano Urueta y Luis Buñuel, dio muestras de su talento como actriz, tanto en los terrenos de la comedia como del drama.   

Entre sus interpretaciones, destacan las que tuvo en cintas como Cinco rostros de mujer (1946), Una aventura en la noche (1947), Secreto entre mujeres (1948), La casa chica (1949), La posesión (1949), Monte de piedad (1950), El puerto de los siete vicios (1951), Trotacalles (1951), La bestia magnífica (Lucha libre, 1952), Más fuerte que el amor (1953) y Escuela de vagabundos (1954).

Se suicidó el 10 de marzo   de 1955, en la Ciudad de México, sin alcanzar los treinta años. Por otra parte, en una muestra de su vigencia en la cinefilia nacional, a la conclusión de los años ochenta Guadalupe Loaeza escribió un relato sobre la vida de la actriz, a partir del cual el realizador Alejandro Pelayo dirigió una cinta homónima, Miroslava (1992).