Perfil

Egresado de la licenciatura de comunicación de la Universidad Iberoamericana, Antonio Serrano se inclinó tempranamente por las artes escénicas lo que a principios de los años ochentas lo llevó a estudiar teatro en la Royal Weber Academy of Dramatic Art, en Inglaterra. 

Durante seis años, se preparó con el polaco Jerzy Grotowski, Eugenio Barba, en el Odin Teatret de Dinamarca; Phillipe Gaullier en París y Carlos Bosco en Venecia. De vuelta en México, continuó su carrera en el teatro como director, entre las que se hallan obras de su propia autoría como “A destiempo, Café Americano y la muy exitosa Sexo, pudor y lágrimas, que convertirá en el guión de su opera prima, que alcanzó un éxito  sin precedentes en taquilla para una película mexicana.

En el ámbito de la televisión, ha dirigido varias telenovelas como Nada personal y Mirada de mujer. Su segundo largometraje, La hija del caníbal (2002), se basó en la novela homónima de la escritora española Rosa Montero. También, fue uno de los directores del ensamble de cuatro cortometrajes titulado Cero y van cuatro (2004), cuyas tramas de ficción giran en torno a los temas de la inseguridad y el crimen en México.

Su película que lo lanzó al cine, Sexo, pudor y lágrimas, retrata un mundo de riquezas que es también un mundo de absurdos, pues el puñado de personajes que lo representan son jóvenes favorecidos por la vida, ex universitarios, ricos y hermosos, que no obstante se hallan bajo el recaudo de un entorno de miseria que oculta sus debilidades y sus trastornos: un escritor, Carlos, que sigue viviendo bajo las faldas de su madre y que intenta escribir un ensayo sobre el amor aunque es incapaz de llevar una vida sentimental y sexual satisfactoria; la fogosa esposa de éste, Ana, que coquetea con los cargadores de la mudanza o con cualquier hombre que se le ponga en frente; Miguel, el publicista que prostituyó sus convicciones por las comodidades de un empleo bien remunerado; Andrea, su mujer frustrada pero incapaz de renunciar a los privilegios de la holgazanería a pesar de sus flagelos emocionales, y finalmente, los dos viajeros, Tomás y María, criaturas solitarias e indefensas que presumen de su libertad pero quo que paradójicamente envidian la vida sedentaria, mediocre, de sus amigos. (Hugo Lara, del libro Una Ciudad Inventada por el Cine, Ed. Cineteca Nacional, 2005)