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2022-01-29 00:00:00

«El moderno Barba Azul»: La improbable aventura de pseudo Ciencia Ficción de Buster Keaton en México

Por Pedro Paunero

Para mi estimado amigo Ricardo Guzmán Wolffer

La premisa de “El moderno Barba Azul” (Boom in the Moon, 1946), dirigida por Jaime Salvador es, por decir lo menos, absurda: un piloto aviador estadounidense cae en el Océano Pacífico, va a la deriva por algún tiempo en un bote, por lo que, al arribar a una playa mexicana –que cree que se trata de la costa japonesa–, le ha crecido una barba larga y espesa, y no se le ocurre otra cosa que entregarse como prisionero a los campesinos del poblado, mientras Japón se rinde, y nuestro amigo no tiene forma de saberlo.

Al mismo tiempo, un telegrama dirigido a las autoridades, les hace saber de un peligroso asesino de mujeres, apodado “Barba Azul”, que corresponde a las características físicas del piloto estadounidense –entre otras, que no se ríe nunca–, interpretado, por supuesto, por el estoico Buster Keaton –“Cara de palo”– en sus tristes años de decadencia. En la prisión conoce y hace amistad con otro prisionero condenado a muerte, interpretado, a la vez, por el comediante español Ángel Garasa, ahí aprende a comer con tortillas, y a hacerse un taco, en una de las contadas escenas que vale la pena rescatar de toda la película, y que es una adaptación clara de los gags de las Comedias mudas.

Como no tienen nada que perder, son reclamados por un científico, el profesor Benítez, que tiene las intenciones de enviarlos en el primer vuelo tripulado a la luna, aventura de la que, está seguro, no regresarán, y de la que aceptan participar. Aurora (Virginia Serret), la sobrina del profesor que aborda el cohete para echarlo a andar, es enviada, por accidente, con el par improvisado. El cohete, de factura muy a lo “Space Opera” de los seriales de Flash Gordon, aterriza en algún despoblado de México, y nuestro querido Buster, que lleva una máscara anti gases de la Primera Guerra Mundial, sale de la nave y les avisa a sus compañeros, en su español chapurreado, que “hace calor” pero que se puede respirar. Se visten, pues, para la ocasión, de “Selenitas”, es decir, con túnicas con estrellas y planetas estampados y gorros puntiagudos, como las de los magos de las fábulas, a excepción de Buster, que lleva su viejo y aplastado sombrero. ¡Vamos! Que ya ni la corte del viejísimo profesor Barbenfouillis del “Viaje a la luna” (Le Voyage dans la Lune, 1902), de Georges Méliès, llevaba tales ridiculeces. Nuestros tres amigos encuentran a un apicultor, a quien confunden con un selenita, a quien le piden los lleve con su “líder”, que resulta ser Fernando Soto “Mantequilla”, bajo el aspecto de alcalde muy “terráqueo”, y muy mexicano, que los supone, como era de esperarse, un trío de locos. Son llevados al pueblo, rodeado de los habituales curiosos –¿dónde quedó la “explosión en la luna”, del título en inglés?–, ante la presencia de un psiquiatra que se pone un gorro de papel a la manera del tricornio de Napoleón, que resulta estar más loco que ellos, y cuyas sangronadas son francamente irritables.

Al final todo se resuelve. Se sabe que los héroes no han llegado a la luna, que tampoco son culpables de los crímenes que se les imputan, y son liberados, pero Buster prefiere encerrarse tras las rejas, otra vez, ante la visita inesperada de una mujer que pretende ser su esposa.    

Hay varias curiosidades interesantes detrás de esta ramplona producción, que resultó ser la primera en la que Keaton interpretó un papel principal, después de participar, por más de diez años, en papeles secundarios, siendo producida por Alexander Salkind, por entonces asilado en México, tras huir de la Europa conquistada por Hitler, por lo que aparece acreditado como “Alejandro Salkind”, conocido décadas después como el productor de películas tan exitosas como “Superman” (1978), que sería dirigida por Richard Donner, una vez establecido en Hollywood. La idea de este disparate –que no sería estrenado en los Estados Unidos, sino hasta 1983, en formato de video casero, distribuido por Cantharus Productions, con críticas absolutamente negativas– se le ocurrió a Víctor Trivas, que previamente había trabajado en la adaptación de “El extraño” (The Stranger, 1946), de Orson Welles, un guionista que se jactaba de haber trabajado al lado de Eisenstein, y supone la peor de las vergüenzas en la carrera de Buster Keaton quien, como Lon Chaney Jr. (véase “La casa del terror”, de Gilberto Martínez Solares, película de 1960) y Boris Karloff (véase la tetralogía producida por Luis Enrique Vergara, en 1971), continuarían sus carreras –ya en el más abismal de los declives– en México.       

“El moderno Barba Azul”, a la vez, pertenece a ese insólito cúmulo de películas mexicanas que escapan a una fácil catalogación, y para las que se deberían crear subgéneros nuevos en las cuales encuadrarlas, como el “Weird Rancho” (o “Uncanny Hacienda”), con su ejemplo paradigmático, “El vampiro” (1957), de Fernando Méndez y “El charro de las calaveras” (1965), de Alfredo Salazar García; el “Mexican Stone Punk”, con ejemplo en “El bello durmiente” (1952), de Gilberto Martínez Solares y “La edad de piedra” (1964), de René Cardona, a la vez que pertenece a esa serie de cintas equívocas, que parecen encuadrarse en el género de la Ciencia Ficción, como “Platillos voladores” (Julián Soler, 1956), que no es sino una parodia de la Sci Fi estadunidense, que evita la profundización en el género, y no pasa de ser otra comedia ramplona, sin ningún elemento auténtico de ciencia (la supuesta nave de “Platillos voladores” es un auto, modificado con partes de otros autos, y los protagonistas –Adalberto Martínez “Resortes” y Evangelina Elizondo–, obedecen a sendos nombres como Marciano y Saturnina, y van disfrazados para el carnaval, cuando son confundidos con marcianos), que tiene, en “El moderno Barba Azul”, en paralelo, tan sólo a un cohete inútil, que jamás pasa del territorio nacional, y se queda en el terreno del sueño, eso sí, amargo y desabrido, para una de las figuras más importantes –y legendarias– del cine cómico de todos los tiempos.     

Para saber más:

“Ismael Rodríguez y el Weird Western” por Pedro Paunero.

“Las películas mexicanas de «CasaNegra»: «Mexican Weird West» de Fernando Méndez” por Pedro Paunero.

“Pistoleros, vampiros y monstruos. (Y otras rarezas del Weird West)” por Pedro Paunero.

“Mexican Stonepunk: Capulina en troncomóvil y otros anacronismos en piedra” por Pedro Paunero.

“«Face of the Screaming Werewolf»: cómo explotar el cine de terror mexicano” por Pedro Paunero.

“K. Gordon Murray: Rey del Mexploitation” por Pedro Paunero.

“«Del suelo no paso»: O la tardía modernidad mexicana” por Pedro Paunero.