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2020-01-30 00:00:00

Crítica: «Jojo Rabbit»: o el arte de la burla

Por Renee Ylizaliturri.

Es bien sabido que el nazismo se ha convertido en una especie de modelo o plantilla para tratarse como tema dentro del cine. Acaso desde que Charlie Chaplin decidió imitar o, más bien parodiar, a Hitler jugando con un globo terráqueo en la pantalla sobre un escritorio (en “El gran dictador”). Esta vez le toca el turno a ‘‘Jojo Rabbit’’ filme donde se consagra a la comedia negra, a la sátira contra el movimiento del Tercer Reich al margen de lo que uno piense de él. La película es del 2019 y fue escrita y dirigida por Taika Waititi, basándose en un guión que a su vez se inspira en el libro ‘‘Caging Skies’’ de Christine Leunens. El filme es protagonizado en primera plana por Roman Griffin Davis (como Jojo), Thomasin McKenzie, el mismo Taika Waititi (en el papel de Hitler), Rebel Wilson, Stephen Merchant, Alfie Allen, Sam Rockwell y la hermosa Scarlett Johansson.

La polémica está asegurada porque el filme toca el asunto de las juventudes hitlerianas, a las cuales se ha unido Jojo, un niño de 11 años y protagonista de la trama, lo que puede llegar a indignar a más de uno. Y es que un jovencito que profesa simpatía —aunque su nazismo sea un poco fingido o hasta hipotético—, e inclusive se lleva bien con una de las figuras que está considerada entre las más deleznables de la Historia, no puede gozar de la aprobación o apoyo unánimes. Este niño tiene como “amigo” imaginario nada más y nada menos que al gran Führer. Jojo recuerda a otro célebre niño, Oskar, el protagonista de ‘‘El Tambor de Hojalata’’ ; filme del alemán Volker Schlöndorff basado en la novela del Premio Nobel (1999) Günter Grass, alemán también. Texto en el cual un niño muy pintoresco, que decide dejar de desarrollarse y crecer debido a su desencanto ante la vida, es también el núcleo de una crónica ambientada dentro de la Alemania nazi.

Hay que reconocer que Waititi ha sido muy valiente al encarar el riesgo de que con una trama semejante todo saliera mal y le llovieran palos por todas partes. No obstante, ha ocurrido lo contrario porque ya ha recibido grandes elogios y nominaciones, entre ellas Globo de Oro a mejor película —comedia o musical—, y es una de las candidatas a hacerse con el Óscar a Mejor película. Desde luego, hay posturas que la han denigrado llamándola la “comedia menos divertida del mundo” (revista New Yorker). Para el sector judío no es admisible satirizar sobre el holocausto o, corrigiendo, la Shoá. Quien lo dude que le pregunte a Steven Spielberg. En fin, para unos un desastre y para otros una joya.

Lo cierto es que el filme, aunque de nuevo ridiculiza al nazismo, lo hace sin encono y adopta una postura igual de irónica como cuando medio mundo se ríe de los norteamericanos si éstos juran que su patria es la tierra elegida por el mismísimo Dios, así con mayúscula.

A veces pareciera que a Hitler se le comienza a tener afecto o lo que muchos considerarían una blasfemia: un poco de cariño.

Para muchos cinéfilos, este tipo de películas son fáciles de manejar ya que resulta cómodo y nada conflictivo identificar a los “buenos” y “malos”; pero aquí no se trata de eso ni de conducir de la mano al público por las sendas de lo que es aceptable desde el punto de vista moral. No. Se trata de una película hecha con inteligencia y buen gusto, sin caer en el sentimentalismo ni la burla intelectual. Tampoco se trata de criticar a un régimen que, según el prójimo de la mayor parte del planeta, no hizo otra cosa más que corromper el mundo de los niños durante la Segunda Guerra Mundial.

En la pantalla hay balance entre drama, risa e histrionismo con categoría por parte de los protagonistas. No es una de las tantas denuncias que ya se han hecho hasta los niveles del hartazgo y la insufrible repetición.

El amable lector, recibirá de seguro con gran regocijo la buena noticia de que hay una talentosa mexicana involucrada entre los créditos del filme: Mayes C. Rubeo, compatriota nominada al Oscar por su trabajo como diseñadora de vestuario. Todos los aplausos para ella son pocos.

El niño Griffin Davis en el papel de Jojo, es más que sobresaliente, y no pudo ser de otra forma ya que fue elegido de entre un millar de aspirantes que buscaban ser estrellas del séptimo arte.

La película merece la pena ser disfrutada ya que se aparta un poco de los clásicos sarcasmos hollywoodenses. Hay mucha creatividad en ella, en especial con la perorata del racismo y la cuestión anti-judía.

No dudamos que el espectador pasará unos momentos muy gratos frente a este filme que, además de divertirlo –y cruel en ciertos momentos— lo hará reflexionar.

twitter: @renylizaliturri