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2018-05-28 00:00:00

Crítica: «Psychokinesis». El heroísmo rendido

Por Samuel Lagunas

Es difícil encontrar películas animadas tan amargas, oscuras y dolorosas como “El rey de los puercos” (2011), primer largometraje de Sang-ho Yeon, quien antes había dirigido varios cortos animados, que logra sumergirnos en el turbulento pasado escolar de dos treintañeros fracasados. Sin concesiones para el espectador, con imágenes perturbadoras y agrias, “El rey de los puercos” se atrevió a horadar una sociedad que suele jactarse de ser mucho más humana que su vecina Corea del Norte. Ni siquiera recientemente el cine animado se ha atosigado tanto de amargura (salvo en la imprescindible iraní “Tehran tabou” [Ali Soozandeh], 2017), lo que destaca mucho más el debut de Yeon quien conservaría ese violento estilo durante dos cintas más: “Fake” (2013) y “Estación Zombie: Seúl” (2016). En esta última, un padre se enfrasca en una búsqueda desesperada de su hija, con la que tiene una relación totalmente quebrada, en medio de una ciudad infestada de muertos vivientes.

Ese mismo año, Yeon estrenó en Cannes su primera cinta no animada: “Tren a Busan”. En ella, el director sudcoreano se apropió de la estética zombi norteamericana para explorar de nuevo la (im)posibilidad de que, en medio del desastre, una familia logre restablecer, aunque sea momentáneamente, sus lealtades. Esta simpatía por la industria, de la que Yeon es admirador confeso, le llevó a dirigir “Psychokinesis” (2018), distribuida en México a través de Netflix.

“Psychokinesis” cuenta la historia de Seok-hyeon Shin (Seung-ryong Ryu), un hombre cuarentón empleado de vigilancia que abandonó a su esposa y a su hija Ru-mi para evadir hacer frente a un problema financiero. En el prólogo de la cinta somos testigos de un reportaje televisivo en el que se reconoce a Ru-mi (Eun-kyung Shim) y a su negocio de pollo frito como una promesa joven del emprendimiento en la región. Inmediatamente, la luminosidad de la pantalla se opaca y se petrifica al mismo tiempo que una turba de uniformados rompe las ventanas de un trastocado negocio en el que duerme Ru-mi. En los primeros minutos de “Psychokinesis” el talento de Yeon para afligirnos y aterrorizarnos queda patente en uno de los asesinatos más efectivos e inesperados que veremos este año en el cine de superhéroes.

Sin embargo, esta frenética apertura muda su carácter por completo al mostrarnos las peripecias de Shin cuando descubre que misteriosamente adquiere la capacidad de mover los objetos sin tocarlos. Aquí la cinta se acerca más a los slapsticks de “Spider-man” y al enojoso carácter de Hancock (“Hancock”, Peter Berg, 2008) que a las anteriores “Tren a Busan” o “Estación Zombie: Seúl”. Muy pronto, Seok-hyeon descubrirá que con sus nuevos poderes telequinéticos podrá proteger a Ru-mi y a sus amigos locatarios de la voracidad inmobiliaria de una empresa decidida a desalojar todo el mercado para construir allí un nuevo consorcio. Esta empresa está dirigida por la extravagante y despiadada jovencita Hong (Yu-mi Jung) y por su incapaz y petulante secuaz (Min-jae Kim) que deberá lidiar con los contratiempos que acarrea la inesperada aparición del nuevo héroe del vecindario.

En aras de un mayor reconocimiento comercial, Yeon ha tenido que suavizar sus aristas más filosas —y las más celebrables—. Si en “Estación Zombie: Seúl”, el padre debía acribillar y golpear zombis para recuperar a su hija, aquí Shin los derrota sin tocarlos; si la hija en aquella cinta animada representaba también ese lado agrio de la juventud al acercarla al mundo de la prostitución a través de su aprovechado novio, en “Psychokinesis” Ru-mi es una encarnación de las virtudes que el capitalismo exige a la juventud clasemediera. El comentario crítico de la sociedad sudcoreana también pierde hondura. La amenaza real —y global— del despojo y de la gentrificación es tratada con la misma timidez y resuelta con el mismo conformismo con el que “Okja” (Bong Joon-ho) lidia con el especismo y la violencia animal. Ambas cintas comparten los mismos defectos, tanto a nivel argumental como político. Tanto en “Psychokinesis” como en “Okja” los héroes no dudan en desafiar las instituciones más allá de la revuelta momentánea. Esa modestia en sus objetivos, especialmente en la cinta de Yeon, sitúa al personaje de Shin tan lejos de las pretensiones de redención universal de Iron-man como de la entereza militante de Clara (Sonia Braga) en “Aquarius” (Kleber Mendonça Filho, 2016), quien también hace frente al monstruo de las mil cabezas que son hoy las inmobiliarias.

“Psychokinesis” tiene, no obstante, el mérito de lograr, a través de su fotógrafo, que un tractor luzca mucho más temible que un Decepticon de la saga “Transformers” y generar el mismo pánico ante el enjambre de la muchedumbre que nos provocaban las hordas de zombis en “Tren a Busan”, pero ahora con una turba de policías armados con macanas. Al mismo tiempo, “Psychokinesis” vuelve a hacer visible ese síntoma —esa ansia del milagro— que recorre nuestro mundo y que ha quedado manifiesto en cintas tan disímiles pero al mismo tiempo tan cercanas como “La maldición de Thelma” (Joachim Trier, 2017) o “Jupiter’s moon” (Kornél Mundruczó, 2017) que hacen de la telequinesis y/o la levitación el centro de su acción y su reflexión.

Yeon puede estar contento con este blockbuster que refrendará la fama casi mundial que le dio “Tren a Busan”; sin embargo, sería deseable que después de estas aventuras por las pirámides de la industria, recuperara el desencanto y la amargura con la que no sólo nos tenía fascinados, sino con la que también supo noquearnos.

Ficha técnica:
Año: 2018. Duración: 101 min. País: Corea del Sur. Dirección/Guion: Sang-ho Yeon. Reparto: Seung-ryong Ryu, Eun-kyung Shim, Jung-min Park