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2018-04-25 00:00:00

Crítica: «Humboldt en México»: la pasión del explorador

Por Pedro Paunero

Para mi amigo Moroni Díaz García, ingeniero agrónomo,
con quien recorrí las selvas huastecas
bajo el más puro espíritu darwiniano y humboldtiano. 

La realizadora mexicana Ana Cruz, de larga carrera en los géneros del documental y las series históricas (v.g. Las sufragistas, 2012; Las mujeres en la Revolución Mexicana, 2009) opta, una vez más, por la forma del documental para contar la poderosa presencia, estancia y viajes que, por la geografía mexicana, hiciera el barón Alexander von Humboldt en “Humboldt en México: la mirada del explorador” (2017), a principios del Siglo XIX. Alexander Holtmann, actor germano-mexicano, interpreta al sabio, nacido en la antigua Prusia, una de las personalidades científicas e históricas más influyentes, uno de los últimos personajes renacentistas, en el sentido de que sus saberes e intereses abarcaban distintos campos del conocimiento humano, mismos que se extendían por la física, la geología y la geografía, la biología, la antropología y arqueología, hasta la etnología y la comprensión histórica y ecológica de los lugares que visitó y exploró.

Este documental de Ana Cruz,

hermoso y ameno, merece verse

Esta influencia fue fundamental, por ejemplo, sobre el joven Charles Darwin, quien lo conoció personalmente y, dos siglos antes que el justamente celebrado Carl Sagan, escribió una obra colosal titulada “Cosmos: ensayo de una descripción física del mundo”, que, valiéndose de la concepción grecolatina de la “Armonia Mundi”, intentaba sintetizar en un todo los conocimientos de su época sobre las leyes naturales, en una visión global y armónica del planeta y la naturaleza, si bien esta continuaba siendo romántica en parte, se le considera un antecedente fundamental para el desarrollo científico posterior y una obra literaria de gran alcance por sí misma, ya que fue Humboldt quien, a través del término griego “Kosmos”, recuperó para nosotros el latino “Cosmos”, que designa al orden universal, en oposición al “Caos”. Se considera que sus investigaciones y obras publicadas sobre México, como su “Ensayo político sobre el Reino de la Nueva España”, despertaron el afán independentista en los novohispanos, al hacerles ver las riquezas naturales, minerales y estéticas y la profundidad arqueológica y cultural del país, como ya lo expresara en su tiempo Lucas Alamán, en una carta que le dirigiera en 1825, como Ministro de Negocios Exteriores. Testigo de los últimos años del México colonial y de las primeras décadas del México independiente, Humboldt se sintió honrado de que Guadalupe Victoria, primer presidente de México, lo nombrara “ciudadano mexicano”, que Lorenzo de Zavala, en 1827, le otorgara la ciudadanía honoraria del Estado de México, que Antonio López de San Ana lo premiara, en 1854, con la Gran Cruz de la Orden de Guadalupe, que Ignacio Comonfort, tras derrocar a Santa Ana, intentara nombrar una de las tres nuevas ciudades, proyectadas para fundarse en el Istmo de Tehuantepec, con su nombre y que, dos años después, en 1859, fecha de muerte de Humboldt y, por motivos del azar o de las Moiras, el mismo que Darwin publicara la obra que instaurara a la biología como ciencia de vanguardia, “El origen de las especies”, Benito Juárez lo reconociera, póstumamente, como “Benemérito de la Patria”. Conservadores y liberales mexicanos confluían, en coincidencia y a pesar de sus sangrientas diferencias, en un solo personaje venerado y venerable: Humboldt y su cariño por México.

Hay una ironía histórica, que se parece mucho al destino nacional, en el origen y motivos del viaje de Humboldt a México. En marzo de 1799, tras explorar España, el rey Carlos IV (en cuyo honor Manuel Tolsá realizará la estatua ecuestre que hoy se erige fuera del Museo Nacional de Arte y que popularmente se conoce como “el caballito”), lo recibió en su palacio de Aranjuez. Como a toda una celebridad -un sabio reconocido ya en su tiempo-, el rey le otorgó todos los permisos necesarios para que Humboldt satisficiera sus deseos de explorar la América española y la Nueva España, sin saber que el humanismo del científico contribuiría a poner fin a los intereses de la corona en sus reinos y colonias en el nuevo continente. Es conocida la anécdota que sitúa a Humboldt en París, en entrevista con Simón Bolívar, quien le preguntó si América estaba dispuesta para la independencia, a lo que Humboldt respondió: “Sí, pero no conozco a sus independentistas”, lo que habría despertado en Bolívar un inicial afán de serlo, él mismo. En México varias calles llevan su nombre, así como plazas dedicadas a él y estatuas conmemorativas, pero en Alemania, patria del sabio, su nombre permanecía marginado hasta hace poco, en que se ha despertado un renovado interés por su figura entre el pueblo alemán. A Humboldt se le atribuye la designación de la Ciudad de México como a “la Ciudad de los palacios” e hizo hincapié en las diferencias de clases del país al citarlo como al “país con mayor desigualdad” del planeta. Así, para contarnos la apasionada aventura intelectual y científica de Humboldt en la Nueva España, Ana Cruz se ha valido de la asesoría científica y los testimonios en pantalla del Dr. Jaime Labastida Ochoa, director de la Academia Mexicana de la Lengua y autor de “Humboldt, ciudadano universal” (1999), del Dr. en biología José Sarukhán Kermez, de Gabriela von Humboldt, descendiente directa del barón en 5ª generación, del Dr. Ottmar Ette, director del Proyecto Alexander von Humboldt de la Universidad de Potsdam y la Academia de Ciencias de Alemania y otros pensadores e investigadores. La directora rodó en Alemania, Francia y México durante los años de 2015 y 2016 y tuvo el apoyo del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología CONACYT, de los gobiernos estatales de Guanajuato y Guerrero, de la Asociación del Colegio Alemán Alexander von Humboldt y de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad, la CONABIO, institución en la cual el biólogo Sarukhán funge como coordinador.  

El documental comienza con un Humboldt maduro, que reflexiona en su nutrida biblioteca de Berlín, rodeado de objetos varios recogidos en sus exploraciones, y poniendo por escrito sus memorias e impresiones. Recuerda. Humboldt y el olvidado botánico francés Aimé Bonpland (interpretado por el actor franco-mexicano David Psalmon), arriban al, entonces, cosmopolita puerto de Acapulco, verdadera interzona de Burroughs, que conectaba Oriente con Occidente, en la fragata Orué en 1803, para cuyas escenas se utilizaron prístinas locaciones veracruzanas.

El par de científicos, para tal fecha, ya habían recorrido las posesiones españolas de América del Sur. Humboldt había visto frustrado un inicial viaje a Egipto, debido a la Campaña de las Pirámides que Bonaparte desarrolla ahí. La respuesta positiva, y hasta entusiasta, del rey español, que ve en Humboldt a la persona idónea que pudiera proponer avances en la industria minera, lo impulsa hacia las Américas, en un viaje costeado no por el rey católico, sino por Humboldt mismo. Como bien señala el historiador y novelista José N. Iturriaga en el documental, Humboldt proviene de un país protestante y Bonpland de la Francia recientemente republicana, pero ambos gozan de pasaportes amplísimos, que ordenaban a los virreyes la apertura sin concesiones de archivos y colecciones de las que pudieran servirse los exploradores, en un acto inusitado por parte de la corona española. Pionero de la biogeografía con Bonpland, los vemos tomando muestras de suelos, colectando plantas, analizando insectos en la pantalla, para ilustrar su trabajo con las especies vegetales, sobre el cual escribiría “Ensayo sobre la geografía de las plantas”, el primero de su tipo, en que se estudian los aspectos botánicos en relación con su distribución geográfica.

Hermoso efectos digitales, que otorgan animación a plantas y estructuras vegetales, así como la revisión de pinturas afamadas y grabados, refuerzan el material audiovisual de Ana Cruz, que nos presenta a los exploradores desembarcando en la costa, avanzando por las selvas, incansables, a pesar de las frecuentes fiebres que atormentaban a Bonpland, que había enfermado de malaria en Venezuela, y que busca una cura botánica para dicha enfermedad. En casi un año (del 23 de marzo de 1803 al 7 de marzo de 1804), tiempo que dedicaron a México, los científicos colectaron y clasificaron 900 especies de plantas. Tomas sumamente bellas de los herbarios, como el de Wildenow, en el Museo Botánico de Berlín, y el Jardin des Plantes, de París, nos muestran, en el documental, los ejemplares debidamente clasificados por Humboldt, Bonpland y el naturalista y botánico Carl Sigismund Kuhnt, que sistematizó, en su etapa de gabinete, la enorme colección Humboldt-Bonpland, a su vuelta a París.

Un mes les lleva a los viajeros recorrer los caminos entre Acapulco y la Ciudad de México, deteniéndose en las minas de Real del Monte, Pachuca y Guanajuato, las más productivas del mundo, para cumplir con las demandas del rey. Como inventor en este campo, el sabio prusiano había inventado una máscara para uso de los mineros, la que les permitiría respirar el aire viciado de las minas, así como una lámpara, que nunca fueron utilizados. En Michoacán explora los restos de la erupción del volcán Jorullo. Sus perfiles topográficos, acompañados de la información que le van aportando las mediciones hechas con el barómetro, el sextante y el telescopio, son los primeros dedicados a las montañas de la geografía mexicana, desde Acapulco a Veracruz. Queda arrobado por la belleza de la ciudad capital virreinal, a la que compara con las principales capitales europeas: “Tiene la elegancia, la regularidad y uniformidad de los más bellos edificios en Turín, Milán, de los bellos barrios de París, de Berlín, por otra parte, el propio México, las calles son más limpias, que la mayoría de las ciudades europeas; la vigilancia es buena y la limpieza contribuye mucho a la belleza de la ciudad. Yo la llamaría “Ciudad de palacios”.

La atención de Humboldt se dirige hacia tres monolitos prehispánicos, en especial, la Piedra del sol, la Coatlicue y la Piedra de Tizoc. Eduardo Matos Moctezuma hace hincapié en el hecho, significativo para la naciente arqueología mexicana, de un Humboldt que hace desenterrar la escultura de la Coatlicue, sepultada en el patio de la Universidad Pontificia donde previamente había sido trasladada tras su descubrimiento, para evitar nuevos afanes idólatras en la población indígena, para estudiarla. Traza varios dibujos. Al principio la tacha de obra bárbara para después considerar que no se la debe interpretar desde una perspectiva occidental, adelantándose a la visión de la antropología actual. Conoce el Palacio de Minería, prácticamente nuevo y terminado y acude a la inauguración de “El caballito”, la estatua ecuestre del rey que lo ha despachado al nuevo continente. Asiste acompañado de “una de las mujeres más bellas de América”, María Ignacia Rodríguez de Velazco, la famosa “Güera Rodríguez”, que le impresiona, aparte de por su belleza, por su cultura. Fuentes apócrifas le atribuirían al eternamente célibe Humboldt, amoríos clandestinos con la Güera Rodríguez. Humboldt, hombre apuesto que tenía puestas de cabeza a las más hermosas jóvenes capitalinas, se daba tiempo para asistir a las tertulias nocturnas de la ciudad, pero también a los salones de París y de Berlín, donde se entregaba a la buena vida, bailando y hasta criticando viperinamente a los contertulios, quienes, temerosos de caer bajo su afilada lengua, preferían abandonar los salones después que él lo hubiera hecho.

La especialista alemana en los diarios de viaje de Humboldt, Jutta Weber, considera que todos sus apuntes, debido a la hermosura de su redacción y el trazo cuidadoso y meticuloso de los dibujos de las especies colectadas, fueron hechos pensando en su futura consulta. Los escribe en francés, por entonces el idioma de la ciencia, dejando las anotaciones más íntimas para el alemán. Debido a su convicción en los “Ansichten”, es decir, la multiplicidad de puntos de vista, también escribe en español.      

La estrechez nacionalista mexicana, ese mal tanto de antaño como de hoy, en la edad de las redes sociales, ha querido ver en Humboldt, debido a su amistad con Thomas Jefferson, a un espía de los crecientes Estados Unidos, y a la valiosa y copiosa información que aportó, una fuente para las futuras intervenciones e invasiones del vecino país del norte. En realidad, podemos considerar que, debido a la claridad de exposición de lo investigado, a la accesibilidad de su prosa para el público culto y no muy entendido en ciencias, Humboldt (y, posteriormente Darwin con su obra magna) es, otra vez, un pionero, en este caso de la divulgación científica.

El “Ensayo político sobre el Reino de la Nueva España”, fue lectura obligada para los extranjeros afincados en México, la Marquesa Calderón de la Barca, Maximiliano y Carlota de Habsburgo se entregaron a su amena lectura, misma que se extendió por todo el Siglo XIX. Gabriela von Humboldt, residente en México desde los catorce años, recuerda su asombro cuando descubrió, primero en la capital, la Calle Humboldt, luego en Taxco al dar con la Casa Humboldt, y en Guanajuato cuando descubrió otra Calle Humboldt, una novedad para ella, a falta del mismo reconocimiento hacia su célebre antepasado en Alemania.

Este documental de Ana Cruz, hermoso y ameno, correcto en el mejor sentido, aunque con una bonita, pero floja banda sonora, sobre Humboldt, primer mexicano con doble nacionalidad de la historia, merece verse y distribuirse en una mayor cantidad de salas que a las que ha estado destinado. Humboldt lo merece tanto como los espectadores, en momentos históricos actuales en los que el país necesita recordar los momentos estelares de su historia pasada.  

Se exhibe en la Cineteca Nacional y otras salas.
 

TRAILER Alexander von Humboldt en México: La Mirada del Explorador from Juan Pablo Castañeda Alcázar on Vimeo.

Director: Ana Cruz. Guión: Ana Cruz. F en C.: Luis Montalvo. Música: Leoncio Lara Bon y Amado López. Edición: Óscar Hernández y Ana Cruz. Con: Alexander Holtmann, David Psalmon, Jaime Labastida, José Sarukhán, Gabriela von Humboldt, Ottmar Ette.. Productor: Ana Cruz. Clasificación: B.