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2017-11-22 00:00:00

 «Spoor»; una heroína improbable para un mundo salvaje, en la inauguración de Black Canvas


Por Ali López


“Spoor” (Pokot | Polonia-Alemania-Republica Checa-Suecia-Eslovaquia | 2017) de la veterana cineasta Agnieszka Holland —en colaboración con Kasia Adamik —, fue la cinta responsable de inaugurar la primera edición de Black Canvas Festival de Cine Contemporáneo, en la sala 2 de la Cineteca Nacional. Este festival tenía programado iniciar el pasado 19 de septiembre; por lo que no sólo tuvieron que lidiar con las contracorrientes propias de crear un festival cultural cinematográfico, sino, enfrentarse a los problemas económicos y sociales que la desgracia sísmica dejó en la capital.  Sin embargo, las vicisitudes que estos dos meses atrajeron a sus organizadores, parece ser, le dieron mayor fuerza; pues la sala de cine estaba a su máxima capacidad, algo que poco se ve en un festival de primera aparición.

La cinta narra la historia de Janina Duszejko (Agnieszka Mandat-Grabka), una mujer retirada que busca vivir tranquila en las montañas de la Europa central; sin embargo, la caza furtiva que se lleva a cabo en la zona, hace que Duszejko, como le gusta que la llamen, pierda los estribos y se enfrente a las comunidades cercanas que permiten que dicha práctica se ejerza. La desaparición de sus mascotas lleva a la mujer a salir de su vida aislada, y conocer personalidades cercanas a la suya; hombres y mujeres que se enfrentan a los males sociales más recónditos, y por lo mismo, más naturalizados, como la violencia de género, la discriminación y el abuso de las transnacionales. Una serie de asesinatos comienzan a ocurrir en el pueblo y Duszejko parece sospechosa, pero, ¿de verdad ella será capaz de quebrantar las reglas y hacer justicia por su cuenta?

“Spoor” — que se traduce como la huella o rastro que deja un animal —, es una cinta que va más allá del naturalismo, o la defensoría de los animales. Esa visión, de hecho, es la misma visión corta que tiene los personajes que atacan y ridiculizan a la protagonista. Es una lucha contra el individualismo, centrado en el antropocentrismo imperante de la edad media; pues el salvajismo, la dogmatización y la anulación de cualquier otra verdad, crea un microcosmos bárbaro; fortalecido por pilares religiosos y balísticos, que alejan al raciocinio, la inteligencia y la ciencia como virtudes humanas. De hecho, podríamos decir que los humanos se convierten en bestias, teniendo comportamientos superfluos, salvajes y primarios; moviéndose por el deseo sexual más precario, y maravillándose por los objetos brillantes, que en realidad poco valen.

Janina Duszejko es, además, una protagonista improbable, por lo menos, para los cánones del cine con mayor distribución. Es una mujer de edad, que combate a partir de lo que sabe, de lo que siente, y muy pocas veces de lo que es. Intenta con inteligencia, y las herramientas que ésta provoca, combatir a una horda de monstruos que la rodean. Se podría decir, que ella representa la lucha perdida, la hippie vieja, casi extinta, que vocifera palabras de cambio, pero que jamás son atendidas. Pero Duszejko no sólo es una máquina de combate, entiende la profundidad humana, y lo complejo y maravilloso de la vida terrestre, a tiende al horóscopo, a lo místico; entiende y se apasiona por reunir las piezas sueltas del rompecabezas del destino, nada le parece fortuito. Así, los pasos que da, le van encontrando con personajes que develan sus características, fortaleciendo sus virtudes, pero también, supliendo sus carencias. En realidad, no intenta escapar de la sociedad, sino fortalecer una, hacer que lo humano sea parte de un todo. Una sociedad responsable como siguiente paso.

Hay una unión de virtudes entre lo pos y lo moderno; los ideales del pasado necesitan, tal vez, las herramientas de los nuevo; la fuerza y destreza de la juventud necesita abrevar el agua de las raíces de los excombatientes; así como la eternidad humana se liga y depende de la naturaleza, aparentemente salvaje, que le rodea. Para tener un ciclo hay que mantener la rueda girando, y en este sentido la película no propone una disputa humana (por lo menos con quien no lo merece), sino una unión de virtudes, de rasgos. Un poliamor no sólo en el género, también en las edades, las disciplinas y lo puramente humanístico. Una hiperrealidad que no sólo se concentre en el hiperconsumo, sino en lo hiperhumano, el hiperamor. Una fina línea de fuga que combata bajo los mismos términos a la realidad que nos consume.

Pero dentro de esta bondad hay violencia, hay un lobo disfrazado de cordero; hay un combate, una guerra sin cuartel de asesinatos y armas. ¿Será Duszejko una Charles Manson del siglo XXI?  Ordenando asesinar al enemigo, ¿o ella misma, a pesar de ser una tierna viejecita, será capaz de derramas sangre sus manos? Bajo esto gira la premisa general, y sobre este misterio se siembran no sólo las dudas de la trama misma, sino de la línea temática de la cinta. Combatir violencia con violencia, develar que, si hay un hiperamor, como respuesta, debe haber una hiperviolencia; pues todo se acrecienta. Preguntarnos si hay una postura terrorista, si hay, en este sentido, atentados buenos y malos, si la vida, humana o animal, vale una más que otra sólo por las acciones que tomamos. Lo visible y lo enunciable, el control ejercido sobre nosotros por el Estado, la Iglesia y el Capital, devuelto como pelota de ping pong.

Así, caperucita combate al leñador para salvar al lobo feroz, y, como heroína improbable, crea matices de odio y amor, que si bien son humanos, dentro de la pantalla crean rasgos de discurso que, a oídos sordos, producen poco sentido, pero, en una lectura rápida y superflua, pueden justificar los actos de violencia. Más allá de eso, y alargando la metáfora del cuento clásico, lo que la cinta propone es una caperucita inteligente, capaz de unirse a otros que la complemente, y que utilice lo mejor de su ingenio para resarcir los males que la rodean. Sólo la tecnología es capaz de sacarnos de la bestialidad, y ésta, tiene un camino cibernético muy actual, que siempre es importante, pero que, al final de cuentas, inicia como la herramienta más simple, esa que se saca del ecosistema que nos rodea, porque la relación entre nosotros puede ser cordial y mutuo recibimiento, ya sea entre humanos, o entre nosotros y lo natural.

Black Canvas Festival de Cine Contemporáneo se llevará a cabo del 21 al 26 de noviembre en la Ciudad de México. Consulta cartelera.