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2017-06-25 00:00:00

Crítica: «Un hombre gruñón». emotividad y humanismo sin rebuscamientos

Por Hugo Lara Chávez

“Un hombre gruñón” ("En Man Som Heter Ove, Suecia", 2015) es una comedia sobre un viejo cascarrabias, una figura que cíclicamente es retratada en el cine en distintas partes del mundo y que ha dado variedad de referentes, entre los que se encuentra “Dos viejos gruñones” (“Grumpy Old Man”, 1993), protagonizada por Jack Lemmon y Walter Matthau. “Un hombre gruñón” (la traducción del título al español deja qué desear) está basada en una novela sueca muy exitosa de Fredrik Backman, que fue adaptada por el cineasta  Hannes Holm, quien realiza una película entretenida y agradable, lo que fue suficiente para hacerle merecer dos nominaciones al Oscar, en las categorías de mejor película en lengua no inglesa y mejor maquillaje.

El filme narra la historia de Ove (Rolf Lassgård), un viudo sexagenario amargado y furibundo que dedica su tiempo libre a vigilar que sus vecinos cumplan con las estrictas reglas del coto. Además, lleva flores a la tumba de su esposa muerta a la que idolatra y desempeña su trabajo en una fábrica donde ha sido empleado toda la vida. Pero un buen día es despedido y no encuentra más sentido a su existencia, de modo que intenta suicidarse, pero es interrumpido por la llegada de unos nuevos vecinos, una mujer persa de nombre Parvaneh (Bahar Pars), junto a su esposo sueco y sus dos pequeñas hijas. Estos empiezan a ser una molestia para Ove de una u otra manera, pero al mismo tiempo despiertan en él poco a poco su lado bondadoso, especialmente a raíz del carácter firme, solidario y amistoso de Parvaneh.

La narración además remite, mediante distintos flashbacks, a la infancia y juventud de Ove (interpretado en estas etapas por el niño Viktor Baagøe y por Filip Berg), que son evocados en los momentos de cada intento de suicidio. De esta manera, la realización completa el retrato de este personaje sobre el que se explica el tierno romance con su amada esposa Sonja (Ida Envgoll) y el accidente que ésta sufre y que la deja en silla de ruedas. En esta subtrama, se desarrolla la lucha de ambos esposos para crear condiciones adecuadas en su ciudad para las personas con este tipo de discapacidades. Otra subtrama está centrada en la amistad y posterior ruptura con el vecino Rune (Börje Lundberg), con quien compite por la presidencia de colonos de su vecindario.

“Un hombre gruñón” tiene un tono agridulce, a veces dotado de cierto humor negro (en las partes de los intentos de suicidio), aunque en ocasiones se excede en lo almibarado. El director Hannes Holm procura mantener equilibrado el relato e incluye a otros personajes que le dan aire y que asimismo inducen a un replantamiento existencial del protagonista, que transita del pesimismo al optimismo, de la oscuridad a las ganas de vivir, un poco en el estilo del célebre personaje Ebenezer Scrooge creado por Charles Dickens, pero sin el componente mágico.

“Un hombre gruñón” también desliza comentarios sobre la homofobia o el racismo, lo que  le hace más oportuna en este momento en que el mundo se enfrenta a estos prejucios que brotan en Europa, Estados Unidos y hasta en México. Si bien es una película sencilla en su ambición y forma, resulta una opción recomendable para los cinéfilos que buscan emotividad y humanismo sin rebuscamientos.