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2017-02-26 00:00:00

Crítica: «Austerlitz» y «Todas la ciudades del norte»; el eco de las ruinas en FICUNAM.

Por Ali López

En el cuarto día de actividades de la séptima edición del Festival Internacional de Cine UNAM (FICUNAM) encontramos dos cintas que tocan una temática similar, a pesar de que su manufactura e intensión pueda parecer, a simple vista, distante. La primera de ellas es “Todas las ciudades del norte” (Svi severni gradovi|Dane Komljen|Serbia-Bosnia y Herzegovina-Montenegro-Serbia y Montenegro|2016) que nos narra la historia de dos forajidos que habitan las ruinas de una ciudad futurista de la ex Yugoslavia. La segunda, “Austerlitz” (Sergey Loznitsa|Alemania|2016) documental que se concentra en la actividades turísticas que ahora invaden las ruinas de los campos de exterminio Nazi.

¿Qué similitud existe en ambas películas? La arquitectura dictatorial que ahora se derruye, pero que, tras el paso de los procesos políticos, funge como vestigios de un camino humano que poco avanza, o cada cuando retrocede. Esto lo vemos en mayor medida en la cinta de Loznitsa; en donde los templos del odio y el poder excéntrico e intolerante de la Alemania de Hitler son convertidos en espacios para la caminata veraniega, con selfies y postales incluidas. El director inmiscuye su cámara en la actividad cotidiana del veraneo en un campo de concentración, donde los guías de turistas se ganan las propinas contando curiosas atrocidades de la Schutzstaffel.

Loznitsa no se aparta de lo cotidiano, es decir, no crea un zoológico humano donde la cámara posa al espectador en la silla de la crítica; más bien elabora un retrato simple de la inconciencia actual, donde el pasado nos es lejano, y además, desconocido. El blanco y negro de su imagen unifica, pues la humanidad se convierte en una masa única que habita sin conciencia y que sacia su hambre devorando el morbo de lo impermisible. ¿Somos incapaces de ver la podredumbre humana? ¿Estamos ya tan cegados por el consumo, que lo humano no es más artificioso que lo que tocan nuestras manos? “Austerlitz” no responde interrogantes, las plantea, y bienaventurado sea el que las escuche, sólo así el mensaje no está perdido.

Por otro lado, en “Todas las ciudades del norte” vemos estas ruinas de las edificaciones inservibles, y francamente olvidables, del comunismo totalitario de la Ex unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas como refugio poético para los forajidos de una sociedad opresora, incapaz de observar la belleza. Espacios ausentes, que a pesar de su colorido escaso, son escaparate a un mundo asfixiante que sólo acepta la mecanización de lo cotidiano. Espacios cyborg, entre lo natural y lo artificial, que fomentan la participación creativa de quien lo invade. Espacios únicos sí, pero escasos y lejanos, que llevan en su mayor virtud, la deserción, también el gran pesar.

Komljen, en su primer largometraje, se adentra en una ficción casi realista, que rompe de vez en cuando con la presencia de los aparatos cinematográficos, para señalarnos la falta de espacios libres para el ser humano, en donde deje de ser un engrane del mecanismo perfecto, para caer en la imperfección infantil de los indescifrable; donde lo lúdico y lo animal converjan nuevamente con lo social. Pues nos hemos alejado de la simpleza de la vida natural para complejizarnos en lo artificial creado. Sin saber que, a final de cuentas, dichos objetos terminarán por ser engullidos.

“Austerlitz” y “Todas las ciudades del norte” residen en una Europa derruida, en vestigios de un pasado que creemos olvidado, pero que, ante la indiferencia con la que lo vemos, amenaza con su regreso. Estas ruinas aún albergan vida onírica, que bien pueden convertirse en dulces sueños o en amargas pesadillas.