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2016-12-20 00:00:00

Crítica: «Estación zombie»; bajo la máscara de carne pútrida

Por: Ali López

“Estación zombie” (Busanhaeng| Sang-ho Yeon| Corea del Sur| 2016)  es una de la grandes cintas de muertos vivientes del naciente siglo. Tras muchas comedías superfluas, parodias reveladoras y calcas mundanas de lo pasado; la película de Sang-ho Yeon retoma elementos interesantes de lo que el cine de zombies significó alguna vez: crítica. Ramificación genealógica de “The Night of The Living Dead” (George A. Romero| USA| 1968), no en su argumento, pero sí en su contexto; en la exposición contundente del espacio y tiempo en la que fue creado el argumento; y sobre todo, alegoría simbólica, y posiblemente icónica, de los terrores y amenazas de la sociedad que recrea.

La película narra el desastroso camino de un padre (Yoo Gong) y su hija (Soo-an Kim) en búsqueda de la madre de ella. Sin embargo, en ese tren a Busan, el Apocalipsis Zombie se desata y él tendrá que encontrar la fortaleza social que jamás ha tenido; los demás lo necesitan tanto como él de ellos. Hace falta un poco de valores para que sepamos cuánto vale la vida, y no sólo la propia. Resulta que Busan es un sitio seguro, y significa la meta gloriosa para la raza. Pero antes de entrar al paraíso, un túnel oscuro, que sólo muestra sombras, aguarda. Otra vez el  mito de las cavernas que no nos deja ver el mundo como es, sino que sólo nos muestra nuestra percepción. ¿Esos seres que caminan, serán zombies o no? A final de cuentas ¿qué es lo que nos diferencia?

Al final de “The Night of The Living Dead” el director jala el gatillo; mientras que en “Estación zombie” no. Tras casi 50 años la crítica prevalece, pero se ha modificado. Que la última bala no se dispare significa una cosa: hay esperanza; y ésta recae en dos elementos: la milicia, representativa siempre del Estado; y las sobrevivientes, qué, además de ser mujeres, representan aspectos de la feminidad que resultan tradicionales: la ternura y sumisión, además de la fertilidad.  Aquí sólo hay princesas que salvar, féminas que lloran y no hacen algo por sí mismas. Una mujer, sólo una, es capaz de tomar una decisión en la cinta; y resulta desastrosa pues no es racional, es sentimental; ya que, al parecer, no puede ser de otra forma.

Mientras que la cinta, muy acertadamente, se la pasa criticando y confrontando los valores económicos y urbanos actuales, se olvida por completo de la igualdad de género. Ya veremos por qué cae en estos vericuetos.

El elemento zombie es interesante, combinación de fantasmas japoneses, muertos vivientes correlones y hordas a la Guerra Mundial Z; pero el éxito, al parecer rotundo, de la cinta debe cuestionarse. ¿Qué ofrece «Estación zombie»? posiblemente, cómo ya se mencionó, esa esperanza que ya resultaba perdida, o la imploración por un cambio de paradigma. Pero, según la misma cinta, ¿a dónde va ese cambio?

Mientras que la neo-derecha preocupa en la política vecinal, e internacional, una cinta de zombies nos propone que la esperanza no se encuentra en la aceptación al otro, como lo hizo Romero, sino en la adecuación del ego al núcleo social más cercano: la familia. Además de la congregación racial, donde los similares se ayudan, se salvan, y los diferentes se sacrifican para la supervivencia del más fuerte. Ya no se corre más para que lo reciban balas amigas, corremos para salvarnos tras esas balas que exterminan al otro; al que no es como nosotros.

El cambio es entonces un retorno. Un regreso a las bases fundamentales de Fe, Esperanza  Caridad; Fe en la familia y su continuidad, Esperanza en la sensibilidad de la infancia y Caridad en los uniformados, que son siempre, los que pelean por que la rueda siga girando. Así, bajo la máscara pútrida de los muertos vivientes de “Estación zombie”; ahí un mensaje sumamente moral, de neo primitivismo, y fundamentado no en preceptos de avanzada, sino de vuelta en U. Para no ser devorados por los demonios, habrá que seguir los caminos del cielo.

Y así los preceptos religiosos, contradictorios, se exponen en esta cinta que lo mismo clama por la unidad social, al mismo tiempo que rehúye de la igualdad de género. Condena a las empresas, pero genera en el ejército una esperanza. Muestra los claroscuros de la sociedad actual, pero que ve en el pasado la solución, y no en el presente la posibilidad de cambio. Una cinta así, gris, que es buen retrato del mundo tan inhóspito en el que vivimos, y en el que, al parecer, vamos a seguir viajando. Por lo menos, la esperanza, no ha muerto.