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2016-01-25 00:00:00

«Mad Max. Furia en el camino», el arte de hacer con lo mismo, algo diferente

Por Lorena Loeza

Varios son los asuntos a comentar en una película como ésta, “Mad Max. Furia en el camino”. En primer lugar, que remakes hay muchos, pero reinvenciones, muy pocas. Y que de un argumento que parecía  construido en función de la furia y la testosterona, terminara convirtiéndose en un relato sobre el poderío y liderazgo femenino. Sus méritos le han permitido optar por el Oscar en 10 categorías (sólo detrás de "The Revenant" en número de nominaciones) incluyendo mejor película y director.

Empecemos por afirmar que efectivamente, “no se trata de un tonto remake más”. Al parecer,  después de muchos y variados intentos, Hollywood empieza a entender el fino arte de hacer con lo mismo, algo diferente. La crisis de contenidos que lleva a los grandes estudios a volver a realizar  sus producciones exitosas, parece que acaba – al fin-  por hacerles comprender que contar la misma historia puede ser una experiencia más vasta que solo añadirle teléfonos celulares a los protagonistas para “actualizar” la trama.

Esta nueva entrega de Mad Max parece haber llegado a un punto del refrito que funciona bien más allá de la nostalgia de la generación ochentera. Sin volver a contar la historia, sin precuelas ni secuelas, esta entrega del guerrero de la carretera es un capítulo más en la tortuosa travesía por la supervivencia en un mundo hostil, salvaje, despiadado y enloquecido.

Algunos fans esperaban ver nuevamente el momento en que Max se vuelve loco o la continuidad de “La Cúpula del trueno” (“Mad Max beyond Thunderdome”, G. Miller, 1985). Sin embargo, “Mad Max. Furia en el camino” (“Mad Max: Fury Road”, 2015) sigue el curso de una historia no lineal que precisamente por eso resulta caótica y alucinante. Todo un reto contar algo que no se sabe bien de dónde viene y adónde va y en eso justamente radica su encanto y la fascinación para todo público.

La cinta empieza con una rápida y vertiginosa actualización acerca de la historia y la condición enloquecida de Max (Hardy).  Una realidad distópica, en donde el mundo como lo conocemos ha convertido a las personas en indignos y miserables seres vivientes, dominados por quien controla el agua y el combustible. En un mundo enfermo, con una visión pesimista y degradada del alma humana, es en donde Miller decide empezar a contar una nueva historia.

En esta sociedad dominada por la sequía, el hambre y la ignorancia, un grupo de mujeres comandadas por Furiosa (Theron) deciden dejar la condición de ser usadas solamente para la reproducción del líder y dictador (Keays-Byrne) y buscar un idílico y verde lugar donde vivir alejadas de la locura y el terror. Max termina jugando del lado de ellas, haciendo equipo para escapar de la furia y rabia del monstruoso hombre que se asume como dueño de todo, tanto de cosas como de personas.

Y la verdad es que desde que la película empieza hay más de una razón para permanecer en el asiento y en más de una ocasión con la boca abierta. Todos los detalles están más que cuidados: los vehículos, la fotografía, el sonido, los efectos y un alucinante soundtrack metalero que acompaña persecuciones alucinantes, y que de hecho termina por integrarse a la trama a nivel de personaje. Muy extraño, pero poco menos que fascinante.

Pero además de eso, Miller coloca al reparto femenino a nivel de la simbólica y antigua tradición  que considera al lado femenino como el de la vida, la inspiración y la esperanza, mientras que el masculino representa el instinto, la furia, la agresividad. Todo en la cinta es relacionado con este principio dual: una lucha que va más allá de distinguir de manera simplista el bien del mal, en un mundo árido y perdido sin esperanza de salvación. Las chicas solo quieren la esperanza de un mundo mejor, y lucharán duro para conseguirlo.

La cinta también es un total acierto como reinvención del género distópico que le dio vida en un principio. Heredero de la tradición sesentera, la primera “Mad Max” (G. Mller, 1979) retomaba  el tema del futuro post-apocalíptico donde el principal objetivo era el de hacer una crítica a la sociedad humana que por sus excesos quedaba condenada a algo peor que la extinción: la enajenación y la miseria. Grandes cintas se filman en este periodo como el Planeta de los Simios (“Planet of the Apes”, F.Shafnner, 1968) o Cuando el Destino nos alcance (“Soylent Green”, R. Fleicher, 1973) sólo por mencionar dos de las más destacadas. Mad Max cierra parte de este ciclo con una historia que pone más énfasis en la crítica y menos en la ciencia ficción. Un mundo  “steampunk” que al parecer, después de esta nueva entrega termina por dominar el estilo de la historia.

Total que nadie extraña a Mel Gibson y sin duda los fans de la franquicia original agradecen este soplo de aire fresco. Alucinante y vertiginosa, no es apta para quienes no gustan de la violencia extrema sobre ruedas, en un contexto fuera de lo tradicional, sin melodramas y ambientado con heavy metal…  ¿Se llevará el Oscar como mejor película? Probablemente no, pero sí en algunas de las nominaciones técnicas (edición, diseño de producción, vestuarios, etcétera). Pero se agradece que se reconozca a uno de los mejores estrenos de cine  del 2015.