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2014-10-25 00:00:00

El FICM acoge el estreno de «El Profeta», producida por Salma Hayek

Sergio Huidobro
Desde Morelia

El empeño y la célebre terquedad mexicana parecen tener un portavoz global en Salma Hayek. Bajita y delgada como es, la veracruzana ha dado a través de su carrera muestras repetidas de que su carácter por levantar proyectos y construirlos desde cero tiene la fuerza de un tornado y la tenacidad de una hormiga.

El último sueño coronado de Hayek, en su faceta como productora, es “El Profeta”, adaptación animada del célebre texto del libanés Gibran Khalil Gibrán, publicado en 1923. Es la mitad libanesa que corre en las venas de la actriz (su padre fue el empresario Sami Hayek) la que parece haber inyectado vida a este ambicioso proyecto de animación que fue presentado como obra en proceso en el Festival de Cannes y que acaba de celebrar su estreno hispanoamericano en el marco del 12º Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM).

“El Profeta”, que tuvo su estreno mundial, ya como copia terminada, durante el pasado Festival de Toronto, está dirigido por el experimentado Roger Allers, conocido por “El Rey León” (1994) o por los conceptos visuales de “Tron” (1982). Bajo la mirada supervisora de Hayek, es él quien coordina a un equipo multinacional de nueve animadores encargados de traducir a imagen las enseñanzas y versos del texto original.

La propia Salma Hayek presta voz al personaje de la madre, Kamila; el resto del reparto lo integran Liam Neeson, Alfred Molina, Frank Langella y John Krasinski. La historia, nacida de uno de los libros más populares del siglo pasado, sigue al poeta Mustafa, quien ha cumplido siete años de arresto domicilario en un Líbano controlado por una dictadura militar. Un día, un general se presenta en su puerta para informarle que ha sido liberado, pero su única ruta deberá ser el exilio y la renuncia pública a toda su obra escrita.

De acuerdo a lo declarado por José Tamez, uno de los productores de la cinta, el proceso total de producción abarcó más de diez años, de los cuales más de siete fueron consumidos por las negociaciones con los herederos de Khalil Gibrán, celosos protectores de la obra del novelista. Finalmente, la inminencia del vencimiento de los derechos de autor (al cabo de lo cual la novela pasaría a ser patrimonio de la humanidad) los llevó a firmar el trato con los productores, otorgando el control creativo necesario.

El resultado es un asombroso y emotivo trabajo de animación en varias técnicas acopladas en una narrativa quebradiza, sugerente y desafiante que descansa en la parábola y el verso como vehículos de enseñanza universal.