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2014-10-31 00:00:00

Trece películas para noche de brujas 2014

Por Pedro Paunero

Trece es el número de los integrantes de un Coven. Viernes trece fue el día en que murió quemado el último Gran Maestre del Temple y pronunció su maldición. Trece fueron los comensales en la última Cena. El listado de este año incluye casi todas, visitas a casas encantadas, así como un repaso a algunos títulos de películas que trascienden el mero entretenimiento para instalarse en los terrenos del cine de arte, pasando por el “noir” y alguno que otro ejemplo de filmes esperpénticos. A excepción de “Dementia” y “Picnic en Hanging Rock” la amenaza que permea a los personajes se da “de puertas para adentro”. Un cóctel dónde hemos atendido más a la variedad de países y directores, así como a la singularidad de cada filme. Va en orden cronológico.  
 

 

"La caída de la casa de Usher"
("La Chute de la maison Usher", Jean Epstein, 1928)

Luis Buñuel escribió parte del guión para la adaptación del clásico cuento de Edgar Allan Poe de 1839 en el cuál la inestable mansión de los hermanos Usher (una grieta atraviesa de arriba abajo la fachada y un bosque podrido la precede) funciona como metáfora de la decadencia de la familia. La hermana de Roderick sufre ataques de catalepsia cada vez más acentuados y este pide a un amigo muy cercano que acuda a la mansión para ayudarle a pasar sus últimos días. En esta versión el argumento se cruza con otro cuento de Poe, “El retrato oval”, dónde el protagonista que llega a un castillo abandonado lee la historia de un retrato tan fiel al modelo femenino que parece vivo. El retrato es, pues, un objeto vampírico que roba la esencia de la vida con cada pincelada antes de completarse y matar a la retratada. Roderick, en la película, pinta el retrato de su esposa que muere. El amigo es testigo de la caída de la familia pero ¿está realmente muerta la esposa del último de los Usher? Película hermosa, inquietante, cuyo ralentí contribuye a enmarcarla en el impresionismo francés que Epstein denominaba “Photogénie”, corriente artística que realzaba la imagen como parte del proceso creativo expresado en forma poética y que debió tener una marcada influencia en Buñuel a pesar que ambos artistas no congeniaran.
 

"Los crímenes del museo de cera"
(aka, "El misterio del museo de cera"; "Mystery of the Wax Museum", Michael Curtiz, 1933)

Aún atrapados por la alargada sombra angulosa del Expresionismo Alemán (¡por fortuna!) la Warner Bros. Produjo esta pieza sobresaliente (que por décadas se consideró perdida) del cuento de Charles S. Belden del “Mad Doctor” (en este caso del “artista loco”) que llevaría a Vincent Price a la fama como actor encasillado en papeles de horror en la versión de 1953. Rodada en Technicolor por Michael Curtiz (sí, el gran Michael Curtiz que dirigiría posteriormente el clásico de clásicos “Casablanca”) es una de esas películas “pre código”, es decir, anterior al conservador “Código Hays”, que establecía una serie de censuras vergonzosas sobre el qué mostrar o dejar de mostrar en pantalla… Analicen para esto los elementos que contiene como los drogadictos y su erotismo amanerado por parte de Fay Wray que sería, ese mismo año (1933) la novia del gorila más famoso del cine, King Kong. ¿Errores? Los actores que reproducen las figuras de cera respiran y esto se debe a que los fuertes reflectores hubieran derretido la cera si se hubieran usado figuras reales. Pasémoslos por alto. “Los crímenes…” no es una curiosidad más, es el origen de todas las versiones mediocres que le siguieron (superior a la de Vincent Price) incluyendo aquellas dónde aparecen cantantes pop (de las cuáles más vale ni hablar) o de esa variante del tema filmado por el gran director de tres pesos, Roger Corman: “A Bucket of Blood” (“Un cubo de sangre” o “El falso escultor”).

 

Los visitantes de la noche
(Les visiteurs du soir, Marcel Carné, 1942)


En el año 1485 el diablo envía dos emisarios a la Tierra, Dominique y Gilles, que llegan al castillo del Barón de Hughes. Dominique es un demonio femenino maléfico dispuesto a seguir los mandatos de su Señor pero Gilles se enamora de la hija del Barón, cuyo compromiso matrimonial está siendo celebrado en el momento en que ellos se presentan. Con Michelangelo Antonioni como asistente del director esta película se inscribe en el llamado “Realismo poético”, denostado por anticuado por los críticos franceses de Cahiers du Cinema, y del cual Carné fue uno de los máximos exponentes. Lenta, con ampulosas actuaciones, conserva su belleza y atmósfera onírica y ofrece algunos descubrimientos estéticos que compensarán al espectador.
 

El cuervo
(Le Corbeau. Henri-Georges Clouzot, 1943)

El cuervo hace pareja con otra película maestra en la línea “noir” de Clouzot, la afamada “Las diabólicas”. Ambas cintas exploran la perversión sutil y refinada de grupos completos de personas. Mención aparte merece “El salario del miedo”, esa historia, muy de izquierdas sobre traileros que transportan dinamita y sueñan ingenuamente con un futuro mejor. En “El cuervo” visitamos un pueblito que poco a poco se está convirtiendo en la antesala del infierno cuando varios ciudadanos reciben anónimos amenazantes firmados con el seudónimo inquietante de “El cuervo”. Sin embargo nada es lo que parece, por supuesto que no, y nadie es inocente, desde el médico abortista, pasando por la puta de todos, incluyendo una niña de catorce años que… Al uso asombroso de diálogos demoledores, por lo que tienen de confesiones horribles, se suma la aparente tranquilidad de las acciones de los personajes. Visiten este pueblo dónde el cuervo arroja una sombra negra que todo lo oscurece y corrompe.


Dementia (Jonh Parker, 1955)

El argumento barato de “Dementia” sirvió como base para que, durante años, esta pieza de cine que hoy ha sido reclamada como de “arte y ensayo” fuera olvidada. John Parker, su realizador, vio cómo fracasaba en taquilla y jamás se supo nada más de él. Sin embargo la cinta mantiene su interés y su cierta belleza por la fotografía, heredera –como su argumento-, del expresionismo alemán y su música, compuesta por George Anthiel, destacado músico vanguardista que tuvo amoríos con la hermosa e inteligente actriz e inventora austríaca Hedy Lamarr. Concebida originalmente como una película muda pero sostenida con la partitura expresionista de Anthiel, “Dementia” pretende mostrar la atormentada y enferma mente de una joven acosada por siniestros pensamientos y oscuros recuerdos. Es una lástima que, cuando la película se redescubrió, ya envuelta en un aura de respeto artístico, se le haya añadido una narración melodramática y cursi que entorpece la contemplación de sus extrañas secuencias. Aún así se deja ver y tiende sombras inquietantes sobre los espectadores.
 

Los vampiros
(I Vampiri, Riccardo Freda y Mario Bava, 1956)

Cuando Riccardo Freda se retiró de este proyecto el resto de la filmación corrió a cargo de alguien que se volvería una leyenda en el cine italiano: Mario Bava. Bava es el padre de varios géneros cinematográficos como el “Giallo”, el “Slasher”, el “Gore”, ni más ni menos… O por lo menos se le puede considerar uno de sus iniciadores y ya es mucho. Mario Bava dirigió después un título mítico en el cine de horror italiano “La máscara del demonio” y luego “El planeta de los vampiros” (aka. “Terror en el espacio”) cuya trama se fusilaría Ridley Scott para “Alien, el octavo pasajero” y esa precuela malísima e innecesaria que es “Prometheus”. En esta cinta (olvidémonos que está situada en un París dónde todos hablan italiano y simplemente gocemos) los vampiros del título lo son a través de la ciencia en una mezcla de científicos locos y asesinos y los consabidos góticos del subgénero vampírico. Pero “I Vampiri” es mucho más porque esta película se desarrolla en escenarios fastuosos dónde la decadencia se une al glamour venido a menos en lo que ha devenido en marca de fábrica de lo que se ha conocido como “Terror a la europea” o “Euroterror”: la sofisticada y elegante puesta en escena. Vemos la película y a la vez vemos los decorados que literalmente se roban las escenas. “I Vampiri” como es obvio influyó en el desarrollo del “Giallo” posterior, por lo tanto, es fácil encontrar en este ecos del futuro Dario Argento. “I Vampiri” está situado en la lista de las 100 mejores películas de Euroterror de todos los tiempos. Vean ustedes por qué.  


La casa de la colina embrujada
(House on Haunted Hill, William Castle, 1959)

Vincent Price en una película del barato y efectista William Castle. El millonario Frederick Loren (el mismo Vincent Price) da una fiesta en una mansión a cinco desconocidos a quienes promete premiar con diez mil dólares si son capaces de soportar una noche en la casa embrujada. En este argumento de “todos contra todos” parece no haber inocentes y la paranoia asalta a los personajes. Durante las funciones de “House on Haunted Hill” Castle utilizó uno de sus varios efectos especiales en plena sala de cine: un esqueleto de utilería pasaba volando encima de los espectadores.


La caída de la casa de Usher
(House of Usher, Roger Corman, 1960)

Un tanto más apegada al cuento original que la versión de Epstein, esta película del ciclo dedicado a Edgar Allan Poe por Roger Corman cuenta con Vincent Price en el papel de Roderick Usher cuya hermana cataléptica, Madeline (Myrna Fahey) está prometida a Philip Wintrhrop (Mark Damon) quien se queda a su lado a pesar de las advertencias de Roderick sobre la enfermedad que atormenta a los Usher: una hipersensibilidad atroz de los sentidos. En la discusión sobre la imposibilidad del matrimonio ella muere y es trasladada a la cripta. El mayordomo confesará a Philip que ella ha sido enterrada viva lo que pondrá en movimiento la maldición de la Casa de Usher. 


La mansión encantada
(The Haunting, Robert Wise, 1963)

Quizá la mejor película (aún) sobre casas encantadas; basada en una novela, publicada en 1959, que ha devenido arquetípica, de Shirley Jackson, autora admirada por Stephen King. A “Hill House”, una vieja mansión dónde se suceden hechos en apariencia sobrenaturales, llega el Dr. Markway, antropólogo dispuesto a probar de una vez por todas la existencia o no de estos hechos. Con él llega un equipo de personas dotadas, cada una, para su estancia en la casa: una solterona reprimida, una lesbiana psíquica, el escéptico sobrino del profesor y el mismo profesor. Por las noches la casa desata sus poderes: ruidos nocturnos, zonas heladas y una secuencia que, aunada a las prodigiosas tomas inclinadas y los efectos de sonido, incluye la mejor escena: aquella dónde la histérica protagonista, en plena oscuridad, se da cuenta que ha estado sujetando las manos de nadie. Es imposible para el espectador suponer que todo sucede en la cabeza de la mujer histérica (o que la casa actúa alrededor de ella precisamente) pero es demasiado el susto que ejerce en quién mira esta película para pensar con lógica. Por favor, ignoren el remake de Jan de Bont del año 1999, plagado de efectos baratos de computadora que elimina de tajo el suspense y las escenas subjetivas de la obra maestra de Robert Wise.


El Vij
(Georgi Kropachyov, Konstantin Yershov, 1967)

Esta película rusa, basada en un celebrado cuento de Nikólai Gógol, narra las aventuras de un monje de origen cosaco a quien encargan rezar tres noches ante el cadáver de una bellísima chica que no se trata de cualquier cadáver. Un crítico dijo, sobre su escena clímax, que presentaba la más variada gama de criaturas patonas, cabezonas, peludas, esperpénticas y asombrosas del cine de género fantástico que aún puede verse.


Morgiana
(Juraj Herz, 1971)

Subido en la cresta de la Nueva Ola Checoslavaca, aunque no necesariamente identificado con esta, Juraj Herz ya había filmado la inquietante y oscura “El incinerador de cadáveres” (1968) cuyo título ya es suficientemente explícito y la memorable “La bella y la bestia”, quizá la más barroca de las adaptaciones del clásico cuento de hadas (superando lo abigarrado de los escenarios de la hermosa versión de Jean Cocteau) cuando trae la historia de Morgiana, uno de los retratos de la maldad más logrados de la historia del cine.

¿Y de qué va Morgiana? Es la historia de dos hermanas, una de las cuáles odia, por diferentes razones, a la otra hasta el intento de asesinato. Otro cuento de hadas horripilante y surrealista en el cuál las alucinaciones de la hermana envenenada –que no termina de morir-, sirven de contrapunto a las exageradas actuaciones, a los preciosistas y clasicistas escenarios, a la ridícula resolución… Morgiana es puro delirio de la mano de uno de los más interesantes y fascinadores directores checos, de ese país que dio obras magníficas como la rompedora y feminista “Las margaritas” (Sedmirasky, Vera Chytilova, 1966) y la parábola de la madurez sexual con todo y vampiros y hombres lobo que es la bella “Valerie y su semana de maravillas” (Valerie a týden divu, Jaromil Jires, 1970). Olvídense de Disney y sus cada vez más bobos avatares. Esto es algo de lo que ya no hay.


La casa infernal
(The Leyend of Hell House, John Hough, 1973)

El recientemente fallecido Richard Matheson escribió en 1971 la novela “Hell House” que luego adaptó él mismo para el guión de esta destacada cinta. Contiene varios elementos en común con el libro de Shirley Jackson que no se pueden ignorar pero la película brilla en su propia oscuridad con méritos de sobra para ser sólo un mero pastiche. La Casa Belasco en Maine, considerada la más embrujada del mundo, es el terreno idóneo para un experimento que intenta probar la existencia del más allá. La acción de la película se traslada a Inglaterra y es dirigida por un hombre de la legendaria productora Hammer que tiene en su haber la erótica “Drácula y las mellizas”. En la trama un millonario moribundo convoca a pasar a un grupo de personas una semana en la casa. Un equipo de psíquicos arriba, con aparatos incluidos, para medir las anomalías de la llamada Mansión Infernal (Hell House). Más efectista que la película de Wise (más violencia, más sexo, más contundencia de acuerdo a la década en que fue rodada) logra una atmósfera realmente terrorífica.


Picnic en Hanging Rock
(Picnic at Hanging Rock, Peter Weir, 1975)

¿Quién se llevó a estas niñas? Después de una caminata a un monte un profesor y tres niñas desaparecen. La chica que vuelve tiene la mente en blanco. ¿Hay algo perverso y de naturaleza sexual detrás de este hecho? Se trata de una cinta australiana de culto y no es para menos, la historia nos adentra en un terreno inasible: en el de las puertas que están ahí pero no se ven. Y aunque basada en una novela está, a la vez, basada en la consabida frase “hechos reales”. Hermosa, enigmática, elíptica, amenazante, con una banda sonora hipnótica sostenida por flautas de Pan. Casi vemos al dios entre las rocas, jugueteando a verse y no verse, con las chicas que van y vienen entre dos mundos… Mírenla y déjense hechizar por el cautivante enigma de esta “roca que se balancea” entre un más allá que parece lejano y se acerca, sin embargo, peligrosamente, a este desabrido mundo nuestro tan insulso y vacío y tan cercano.  


Pedro Paunero (Tuxpan, Veracruz, 1973)

Ensayista, cuentista, novelista y crítico de cine. Ha sido traducido al inglés, al francés y al catalán. Su obra erótica y del género fantástico y de Ciencia Ficción se ha publicado bajo el seudónimo de Pé de J. Pauner. Ha sido publicado y antologado en Australia, Alemania, Francia, Argentina, Cuba, Colombia y España.