El portal del cine mexicano y mas

Desde 2002 hablando de cine



Noticias

2014-09-12 00:00:00

Crítica: «Amor de mis amores»

Por Déborah  Farjí

Sin lugar a duda, en el quehacer de la apreciación de una película siempre influye el estado de ánimo, en mayor o menor medida, de la persona que lleva a cabo dicha función. Difícilmente el crítico se escapa del momento que esté viviendo cuando se dispone a disfrutar y analizar una cinta.

La evaluación generalizada del trabajo y trayectoria de Manolo Caro ("No sé si cortarme las venas o dejármelas largas", 2013) ha sido siempre positiva. Sin embargo, una servidora no se había dado el tiempo de ver ninguno de sus proyectos en cine o teatro. Y no es que "Amor de mis amores" represente un punto álgido en su filmografía, ni sea la cinta que no se pueden perder en el año. Incluso muchos la han minimizado a comparación de su ópera prima. Más no por ello deja de cumplir con su cometido, entretener sanamente, y eso le merece un poco de atención.

La película cuenta la historia de dos parejas a punto de casarse y, al verse separados cada uno de sus respectivos, más un encuentro fortuito, las cosas en su vida parecen cambiar de rumbo. Un elenco conocido que seguramente garantizará una buena acogida por parte del público: Sandra Echeverría ("Salvajes", 2012), Marimar Vega ("Ciudadano Buelna", 2013), Juan Pablo Medina ("La dictadura perfecta", 2014), Sebastián Zurita ("Ángel caído", 2010), Erick Elías ("Actores S.A.", 2013), acompañados por el gran talento de la menudita Mariana Treviño ("Tercera llamada", 2013) y las incomparables Rossy de Palma ("Mujeres al borde de un ataque de nervios", 1988) y Astrid Hadad ("Sólo con tu pareja", 1991) que nunca pasan desapercibidas.

Al igual que el común de la gente asiste al cine para ver las comedias románticas que por excelencia produce el vecino país del norte, "Amor de mis amores" es una opción más del género, con la peculiaridad de ser mexicana pero sin el sello distintivo de la mayoría de las producciones nacionales que se quedan en el intento,  ya sea por su estética de país exótico, su incomprensible aire de grandeza o creencia de ser indudablemente alternativas. En esta ocasión, la cinta bien podría pertenecer a cualquier país de Latinoamérica y, si fuera en otro idioma, cualquier país del mundo que refleja la clase media-alta o alta-baja de la sociedad. Lo que sí es bellísimo es que no recurre a los lugares cliché, “in”, o de moda que del DF suelen retratarse. Al contrario se disfruta ver el Paseo de la Reforma y la Alameda Central limpia, sin los típicos retratos de pobreza y tráfico que usualmente los pululan.

Sin duda, una opción para pasar un buen rato y es que, por su narrativa, Caro no recurre a la lágrima facilona, a la grosería desmedida o a lo cool que representa tener 30 años, vivir solo y tener mucho dinero para hacerlo. Encuentra un balance que hace de la película un recuento medido, más no por ello superficial, de situaciones de amor y desamor, de decisiones, temores e ilusiones, de romper con creencias y animarse a forjar unas nuevas. Pero sobre todo, lo que destaca de este joven realizador tapatío es la honestidad que permea su trabajo, lo cual lo hace original y respetable, por su sencillez y sensibilidad para recrear temas que resuenan en cada uno y hacen que, al prenderse la luz de la sala, lo que resulte sea una sonrisa.