Por Hugo Lara Chávez

El 20 de abril de 1993 murió, a los 82 años de edad, Mario Moreno Cantinflas.
Los honores fúnebres que se le rindieron fueron verdaderamente grandes.
El presidente Salinas hizo públicas sus condolencias por el deceso del
otrora gran mimo mexicano. El cuerpo de Cantinflas fue velado
en Galloso de Félix Cuevas, más tarde en el Teatro Jorge Negrete y
finalmente en el Palacio de Bellas Artes, a cuyas puertas se agolparon
14 mil personas, según se ha documentado, convocadas para dar el último
adiós al ídolo surgido de la carpas. La muerte de Cantinflas causó una
conmoción nacional que no se había visto desde la muerte de Pedro
Infante. Inmediatamente, el funcionariato pertinente organizó todo tipo
de homenajes en memoria del célebre actor.

Siete días después se anunció la
muerte de otro monstruo cinematográfico: los Estudios
Churubusco-Azteca. Fundados en 1945 con capital privado de la
transnacional RKO y de Emilio Azcárraga, los Churubusco pasaron a manos
del Estado en 1958, cuando ya la crisis de la industria empezaba a
acendrarse gravemente. Posteriormente, el uso de los platós
cinematográficos fue disminuyendo, debido, por una parte, a su
reemplazo paulatino por locaciones naturales y por otra parte, por las
trabas sindicales que desalentaban la producción en los estudios. En
esta inercia, muchos de los antiguos estudios cinematográficos o
cierran (los Azteca, que se unieron a los Churubusco) o desaparecen
(los Tepeyac, los CLASA) o se venden a la televisión (los San Angel
Inn).

Hacia 1993, los Churubusco contaban
con ocho foros de mil doscientos metros cuadrados cada uno, tres para
televisión, laboratorio de revelado, camerinos, cuarto de edición, dos
salas de proyección, salas de doblaje, salas de grabación, tanque para
filmar escenas submarinas, planta de luz, zoológico, edificio para
oficinas de productores, bodegas diversas, cafetería, restaurante y un
extenso back lot en donde había algunos sets con lago y
pueblos enteros. Además había otros edificios que albergaban a RTC, a
IMCINE, a la Dirección de Cortometrajes y a otras entidades fílmicas.

Desde el comienzo de la administración
del gobierno de Carlos Salinas, a raíz de la tendencia modernizadora,
se comenzó a rumorar la posible privatización de los Estudios
Churubusco y de los Estudios América. No era descabellado, pues, hacer
tales conjeturas, si se toma en cuenta que las actividades de filmación
dentro de los estudios habían dejado de ser negocio desde mucho tiempo
atrás (si acaso, eran los laboratorios los que tenían una actividad más
o menos constante). Además, la venta, desincorporación y liquidación de
otras empresas paraestatales parecía indicar que la misma suerte
correrían dichos platós.

Un diagnóstico de la situación de los
estudios cinematográficos se reseña en el Plan Institucional 1989-1994
del IMCINE. En éste, se advierte que los estudios trabajan a un 50% de
su capacidad, razón por la cual se desprenden otros problemas: uno, el
deterioro de las instalaciones y del equipo existente en los estudios,
ya que por la limitación de recursos no se han generado programas de
mantenimiento preventivo de la infraestructura cinematográfica ni la
substitución del equipo obsoleto; dos, la carencia de algunos servicios
para la postproducción, lo que origina salidas de divisas; tres, la
escasa renovación de cuatros técnicos; cuatro, la elevación de los
costos en la producción cinematográfica originados por la inflación
interna y devaluaciones; cinco, las carteras vencidas de montos
significativos, tanto del sector público como de los productores
privados, que se financian de esta manera indirectamente; y cinco, los
adeudos fiscales, cuyos importes ascienden a varios miles de millones
de pesos, no teniendo capacidad para pagarlos.

El mismo plan informa sobre los
adeudos fiscales y pasivos de cada uno de los estudios
cinematográficos. A diciembre de 1988, la deuda de los Churubusco
sumaba un total de 5,228 millones de pesos, y la de los América
ascendía a 307 millones de pesos.

En cuanto a los Estudios América su
destino se decidió con la venta del paquete de medios de comunicación
estatal, el cual incluía, además, a Cotsa, Imevisión (los canales 6 y
13), al diario El Nacional y a otras televisoras y
radiodifusoras regionales. El 4 de marzo de 1993 se publicó en el
Diario Oficial el procedimiento de registro y autorización de los
interesados en participar en la subasta. La realización de ofertas se
llevó a cabo el 16 de julio del mismo año, de la que resultó ganadora
la empresa Radio Televisora del Centro, a cargo de Ricardo Salinas
Pliego. El importe de esta operación ascendió a poco más de los 2 mil
millones de nuevos pesos. Los Estudios América pasaron a manos de lo
que se convertiría en Televisión Azteca (salvo el diario El Nacional, actualmente
continúa en propiedad estatal, y Cotsa, cuya venta se decidió de otro
modo, lo demás fue adjudicado al mismo grupo empresarial).

Pero el caso de los Churubusco
entrañaba otras cuestiones más difíciles de sortear. Víctor Flores
Olea, presidente de Conaculta al inicio del sexenio salinista, aseveró
en marzo de 1989 que los Estudios Churubusco no serían vendidos. “Para
nosotros los Estudios Churubusco son un sólido fundamento de la
cinematografía mexicana sobre el que esperamos construir un nuevo cine
de alta calidad, revivir las mejores etapas del cine mexicano
reconocidas internacionalmente”.[1]

La cosa no paró ahí. En marzo de 1990
la prensa informó de un análisis que realizaba Nacional Financiera en
el que se consideraba la posible desincorporación de los Churubusco.
Varios miembros de la comunidad fílmica manifestaron su desacuerdo y
condenaron todas las acciones que pudieran conducir al naufragio
absoluto de la industria cinematográfica nacional. El guionista Xavier
Robles y el cineasta Julián Pastor, éste último secretario general de
la sección de directores de la STPC, fueron unos de los voceros de este
reclamo. “Los escritores de cine -señalaba Robles- jamás debemos
permitir que estos estudios dejen de cumplir el propósito para el cual
fueron construidos hace medio siglo. La llamada Fábrica de sueños debe
seguir siendo el reducto cinematográfico más importante del país y del
continente… y también como industria que busca su rescate y no su
entierro”. Por su parte, Pastor afirmaba: “El gobierno que desincorpora
las empresas, es el mismo que tiene los precios del cine en la canasta
básica, de modo que lo único que destaca es su incongruencia; que
reprivaticen, que no haya subsidios, per no se puede ser tan
incongruente: desaparecer todo lo que protegía a una industria y
dejarla sin cobrar para que sea ella la que subsidie al público”.[2]

Marco Julio Linares, director de
los Churubusco, tuvo qué responder a la embestida de los rumores
entorno a la venta de éstos. Sus argumentos, sin embargo, no fueron
suficientes para detenerlos. Ignacio Duran, en una conferencia de
prensa celebrada el 27 de marzo de 1990, aseguró que los Churubusco no
serían vendidos, y que permanecerían bajo la administración del IMCINE.

No obstante, esta certeza se vendría
abajo al cabo de tres años. Un proyecto ambicioso del Conaculta habría
de sacar provecho a la inmensidad del terreno de los Churubusco. Merced
a la preocupación de la comunidad cinematográfica, el Estado optó por
desarrollar, a modo de concertación, un proyecto cultural procurando
salvar lo mínimo indispensable para que los Churubusco continuaran
funcionando, esto era conservar parte de su infraestructura, foros y
laboratorios a cambio de que el resto del predio (la parte más amplia,
donde estaba el back lot, algunas oficinas administrativas y otras
áreas más de uso irregular) se convirtiera en la sede del flamante
complejo cultural bautizado como el Centro Nacional de las Artes.

Ante el presidente Salinas, Rafael
Tovar y de Teresa dio a conocer a la opinión pública, el 27 de abril de
1993, el proyecto del Centro Nacional de las Artes. Tovar reseña este
proyecto de la siguiente manera: “El Centro reunirá  al
Conservatorio Nacional de Música, a la Escuela Nacional de Pintura,
Escultura y Grabado La Esmeralda, al Sistema Nacional para la
Enseñanza Profesional de la Danza, y a la Escuela de Arte Teatral,
actualmente pertenecientes al INBA, así como al Centro de capacitación
Cinematográfica, dependiente del Instituto Mexicano de Cinematografía,
en áreas subutilizadas del predio ocupado en la actualidad por los
Estudios Churubusco, donde no figuran sus instalaciones productivas
básicas. Se integra de este modo un espectro orgánico de las artes en
el que disciplinas como el cine y el video, así como la fotografía en
el caso de las artes plásticas, encuentran un lugar de confluencia y
estímulo a la producción artística plural e interdisciplinaria. EL
Centro Nacional de las Artes se basa en un nuevo concepto educativo
para las distintas áreas artísticas, bajo los principios de interdisciplinariedad, vinculación con la práctica profesional y la investigación, y especificidad en la enseñanza artística”.[3]

Este anunció cimbró a la industria
fílmica, temerosa de que llegara el fin de uno de los pocos bastiones,
más simbólico que eficaz, que todavía poseía. Rápidamente se apresuró
el desalojo de las áreas que no continuarían en el lote de Churubusco
(IMCINE, DIDECINE, el baúl cinematográfico, bodegas, etcétera). Es
memorable el conflicto que surgió a raíz de la expulsión de Churubusco
del zoológico de los hermanos Gurza. Estos hicieron público su disgusto
porque no se había consultado a nadie sobre el nuevo destino de los
Churubusco. Acusaron al CNCA de tomar medidas unilaterales y se
quejaron ante diversos medios informativos de las anomalías
burocráticas que prodigó el afamado proyecto cultural. Con todo y sus
animales y mascotas, los Gurza fueron desalojados al fin y al cabo. La
construcción del CNA fue verdaderamente acelerada. En noviembre de
1994, el presidente Carlos Salinas lo inauguró con acabados para
ceremonia (es decir, solamente terminadas las fachadas de los
edificios), pues estaba muy apurado de hacerlo antes de que concluyera
su mandato.

Así, llegaba a su fin el más
legendario de los platós cinematográficos nacionales. Sobre sus restos
se levantaba, como el testimonio de la megalomanía salinista, un
elefante blanco, espléndido y vigoroso, que ahora abre sus espacios a
todas las manifestaciones y quehaceres culturales, siempre y cuando
posean cuño oficialista.

D.R. HUGO LARA 1996



[1] MEMORIA DE PAPEL, Revista. EL CINE MEXICANO, .. Op.Cit, p. 38

 

[2] Ibídem, Op. Cit, p. 38

 

[3]  TOVAR y de Teresa, Rafael. MODERNIZACIÓN … Op. Cit., pp. 309 y 310

Por Hugo Lara Chávez

Cineasta e investigador. Licenciado en comunicación por la Universidad Iberoamericana. Director-guionista del largometraje Cuando los hijos regresan (2017). Productor del largometraje Ojos que no ven (2022), entre otros. Director del portal Correcamara.com y autor de los libros “Pancho Villa en el cine” (2023) y “Zapata en el cine” (2019), ambos con Eduardo de la Vega Alfaro; “Dos amantes furtivos. Cine y teatro mexicanos” (coordinador) (2015), “Luces, cámara, acción: cinefotógrafos del cine mexicano 1931-201” (2011) con Elisa Lozano, “Ciudad de cine” (2010) y"Una ciudad inventada por el cine (2006), entre otros.