Por Hugo Lara Chávez
Desde Los Cabos
Tres buenas películas completan la sección México Primero de Los Cabos Film Festival: “Almacenados”, “Te prometo anarquía” y “Las elegidas”. Las tres se vieron anteriormente en el Festival de Morelia (las dos primeras dentro de la competencia oficial) con buenas críticas, además de que “Las elegidas” tuvo su estreno en Cannes con una favorable acogida.
“Almacenados” es la más reciente película del director Jack Zagha, quien ha venido construyendo su carrera dentro del cine de género, con las comedias “Adiós mundo cruel” (2010) y “En el último trago” (2014). A diferencia de sus dos largometrajes anteriores que eran guiones originales, esta vez ha adaptado una obra del dramaturgo español David Desola, que en México tuvo una exitosa temporada teatral con las actuaciones de Héctor Bonilla y su hijo Sergio.
La película narra la siguiente anécdota: En su primer día de trabajo, el joven Nin se presenta en la bodega donde lo recibe Lino, el viejo almacenista que se jubilará en cinco días, después de 39 años de laborar para la empresa Astas y Mástiles de Aluminio Salvaleón. A pesar de que la bodega se encuentra completamente vacía, el riguroso Lino le explica todos los protocolos de la operación del almacén a su desfachatado sustituto, tanto para recibir la mercancía como para entregarla. Sin embargo, al pasar las horas y luego los días, jamás se registra ninguna operación. En medio del ocio y la espera, Nin hace pequeñas cosas que revolucionan la estricta rutina de Lino y su existencia.
“Almacenados” es una película sencilla, que descarga su peso en las actuaciones de sus dos protagonistas (sobre todo en el siempre solvente Juan Carlos Ruiz), en algunos diálogos jocosos y en el absurdo de una situación que se estira hasta el extremo. La realización cumple satisfactoriamente a nivel narrativo (el texto dramático le da los fundamentos para ello), empleando lo que está en sus manos para darle una eficaz forma cinematográfica que hace olvidar por momentos la teatralidad de la propuesta y la unidad de espacio reducida casi exclusivamente a una locación. Sin embargo, aquel que pretenda encontrar algún virtuosismo en esta adaptación no lo encontrará. El director cumple a secas con lo mínimo que se esperaba de él, a pesar de un final que resulta decepcionante por su conformismo. Aun contra sus limitaciones, es una decorosa película de género que podría aspirar al premio del público (como el que ganó en Morelia), pero no más.
Por su parte, la nueva cinta de Julio Hernández Cordón ,“Te prometo anarquía”, es un relato poderoso con el ambiente urbano de los jóvenes skaters , centrado en Miguel (Diego Calva), un joven de familia pudiente aficionado a la patineta y que tiene una estrecha amistad homosexual con Johnny (Eduardo Eliseo Martínez). Los dos jóvenes, junto con otro amigo, Gabriel, paramédico y extra de cine, hacen negocios con el tráfico clandestino de sangre, para lo cual reclutan a sus conocidos y gente que ubican en los barrios populares de la Ciudad de México por donde se mueven. Una de las transacciones queda en manos de Miguel pero a causa de su novatez es engañado por el dealer, David. Este incidente provoca una ruptura entre los tres amigos que determinan su futuro.
“Te prometo anarquía” es el quinto largometraje de Hernández Cordón, originario de Estados Unidos pero criado en Guatemala y México. El director ha ganado prestigio gracias a los premios de sus películas anteriores, especialmente con “Gasolina” (2008) y el documental “Las marimbas del infierno” (2010). Su apuesta ha sido la de un cine hecho con recursos mínimos, con personajes fuertes en ámbitos marginales, con un estilo narrativo desprovisto de lujos, contenido y de ritmo pausado. En estos proyectos, ha sido relevante su asociación con la fotógrafa María Secco, quien aporta mucho de la sobriedad y sensibilidad que caracteriza a sus imágenes.
El guión del propio Hernández tiene la virtud de mantener un tono adecuado a pesar de la truculencia de la trama y los complicados temas que aborda: el mundo callejero de los skaters, el caos de la ciudad, las relaciones homosexuales, el tráfico de sangre y de personas, el consumo de inhalantes, etcétera. El director administra su propuesta con frescura y humor, para convertir a sus protagonistas en seres empáticos a pesar de su perturbadora circunstancia, sin que los presente como bichos extravagantes, incluso a aquellos personajes secundarios que no son actores profesionales. Hernández logra transmitir a través de ellos conflictos profundamente humanos que logran conmover.
Adicionalmente, el director configura una banda sonora que le da mucha energía al relato y que alcanza momentos poéticos en la combinación con la fotografía de Secco. Hay algunos baches de la historia, ciertos distractores que tienen qué ver con el embelesamiento del director por el entorno que está retratando, pero aun así, el filme mantiene suficiente consistencia hasta el final. Es sin duda uno de los filmes favoritos para obtener algún premio, y así tomar revancha del desaire del que fue blanco por parte del jurado en Morelia, que la ignoró a pesar de las buenas críticas y el entusiasmo que despertó en el auditorio.